Una semana antes que en
Argentina, Bolivia también tendrá elecciones presidenciales. Tanto allá como
acá, el resultado es predecible.
Allá el pueblo votará por continuar un camino; acá por retomarlo después de un período de amargo paréntesis. Las
postales de acá pueden servir para que
nadie se equivoque allá. Las postales de allá servirán para reavivar una nostalgia por lo que debemos
recuperar. En ambos casos, los pasos deberán alejarnos cada vez más del
neoliberalismo que pulula por el mundo esparciendo
su hálito infecto de ambición y egoísmo. Pero para que su impronta
destructiva no amenace nuestro futuro, deberíamos
desterrarlo para siempre.
Uno observa a Evo Morales
y la pasión que despierta a su paso, el
compromiso que revela cada una de sus sonrisas y siente envidia cuando
compara ese rostro tan terrenal y
sincero con la máscara del villano que Argentina eligió como presidente
cuatro años atrás. Máscara que ya no es efectiva para Macri ni lo son las
muecas ensayadas que se mezclan con sus
rasgos despectivos y odiadores. Y los ojos, que revelan todo. Los de Evo
firmes, cálidos y humildes; los de Macri
esquivos, helados y soberbios. ¿Cómo se puede soslayar ese detalle? Con un
poco de atención, algunos argentinos no hubieran inclinado la balanza en 2015.
Una lección para no volver a errar en el
futuro y no quedar empantanados en
el mismo punto de partida.
Porque nosotros
retrocedimos mientras Bolivia avanzaba, mientras la embrutecedora mirada del discurso dominante sólo vomitaba
titulares despreciativos. Muchos exponentes del establishment vernáculo se
hicieron cruces como si fuera una
herejía cuando el presidente Evo decidió expulsar al embajador norteamericano. Sin embargo, el presidente aimara
sigue en pie, después de 13 años
revolucionando su país. Entonces, ésa debe ser la clave: deshacerse de los conspiradores que vienen
del Norte.
Cuando el dirigente
cocalero asumió la presidencia, Bolivia tenía una economía pequeña y atrasada, con altos niveles de pobreza y poco
desarrollo. La discriminación hacia las poblaciones originarias era casi una razón de Estado. Después de 13
años de políticas soberanas, estatistas
e indigenistas, el crecimiento no tiene precedentes y lidera la región. Pero
lo más importante es que, gracias al Modelo
Económico Social Comunitario Productivo, la vida de los bolivianos ha mejorado sustancialmente, con una
reducción significativa de la pobreza. Redistribución
en lugar de sustracción: mientras el salario argentino se redujo a la mitad
en la era Macri, el boliviano se incrementó en más de un 300 por ciento desde la asunción de Evo Morales.
Los pasos necesarios
Evo Morales es un
mandatario que viene de muy abajo y bate
el record de permanencia en el poder, contra todos los deseos del
establishment boliviano que lo bombardea con toda su artillería: apelan a las mismas mentiras mediáticas que
utilizan en Argentina, porque los angurrientos están cortados con la misma
tijera en todas las latitudes. Ellos se erigen como patricios y se convierten
en guardianes de la República, pero
quieren acceder al gobierno con patrañas para apoderarse de todo. En la República
que sueñan los miembros del Poder Real lo
público debe ser de unos pocos.
Sin la Embajada ni el FMI,
Evo nacionalizó los recursos naturales y
la industrialización de hidrocarburos: una recuperación soberana que
debería ser un ejemplo para la región.
Como también lo es el endeudamiento externo que, si bien se duplicó desde 2005,
los 10187 millones de dólares están por
debajo de los límites fijados por los organismos internacionales. Además,
su deuda representa un 23 por ciento de su PBI, que se ha cuadruplicado en estos 13 años. Una diferencia más con el
modelo macrista en un punto de crucial importancia: la soberanía económica.
Pero las transformaciones
bolivianas no versan sólo sobre dinero: las
que más se sienten mejoran la vida de sus ciudadanos. Al constituirse como
Estado Plurinacional, incluye a los pueblos originarios como ciudadanos plenos, no como acá que se los expulsa a los balazos de sus territorios
ancestrales. Allá, la educación pública no es un lugar en el que se cae, como
expresó una vez el empresidente Macri,
sino uno que eleva. Por eso es
notoria la reducción del analfabetismo y
la mejora de la calidad educativa.
Mientras acá se fomentó
desde 2015 la especulación financiera que no
produce ni derrama nada, el gobierno boliviano impulsa la producción
industrial. Mientras acá debatimos sobre la emergencia alimentaria, allá se garantizan siempre los alimentos.
Mientras Macri duplica la inflación que prometió bajar en dos minutos, Bolivia
ostenta apenas un 0,2 por ciento mensual. Mientras El Gran Equipo serrucha
los haberes jubilatorios y busca elevar la edad de los beneficiarios, en
Bolivia la Renta Dignidad garantiza un
ingreso a todos los mayores de 60 años, lo que lo convierte en uno de los
seis países con una cobertura del 100
por ciento en seguridad social.
El camino es distinto y
eso se nota, por más que Macri diga que
el que propone es el único. Muchas veces hemos escuchado al Buen Mauricio fanfarronear con eso de
que “estamos construyendo los
cimientos…”, pero como buen ingeniero debería saber que van en la base y no en la punta de la
pirámide. Evo, sin ser ingeniero, lo
supo desde el principio y en eso se centró: en mejorar la vida de los
postergados de siempre, en escuchar el
lamento de los que sufren y no las órdenes de los que tienen de sobra. Así
se construye un país y se hace historia. Lo
demás es una historieta de terror.
compartido-muchas gracias Gustavo-abrazos
ResponderBorrarHay un pequeño problemita para que podamos aprender algo de Evo, es indio y nosotros, blancos, europeos, ojos claros, verdes los míos, no hay razón para atender lo que pueda decir, no hay nivel y, la verdad, no hay indio que sea un mnamarracho tan logrado como el quetejedi...
ResponderBorrarSí hay que admitir que el Evo no es ingeniero y para colmo no pretende serlo, en cambio nuestro excelentísimo desgobernante sí pretende y presume serlo... y como estamos entre mal pensados, permítame acercarle mis sospechas, sobre que no tiene el título sino la factura, porque es raro, para ingeniero hay que recorrer materias, años, más profesores y compañeros y nada, vea, un ingeniero sin historia, sin testigos, mire si al abnegado arquéologo constitucional sabsay se le ocurriera investigar sería un festín, lástima que lanata está estropeado que sería otro show... sí, ya sé, soy muy mal pensado pero el personaje es tentador, no?.
Primero por razones familiares y luego por vivir cerca de la frontera, Bolivia es más que país cercano y ya hace muchos años que le encuentro características que ya quisiera ver acá.... algo que es tan obvio y casi no se percibe, el boliviano de frontera recibe mucha clientela de Argentina, ahora bien, usted ve cómo plantan esos recursos extra, ahí, en su tierra, en su progreso, del lado nuestro, año tras año, igual, el salteño del norte gasta en Salta, en Tucumán, en Buenos Aires y, claro, en Bolivia y para lo local, lo chiquito y el progreso, te lo debo. Y ésto lo vengo viendo desde mucho antes del Evo y también cosas sueltas, como que llega el ómnibus a las 6 de la mañana y hay gente en Migraciones que te atiende y seguís en media hora, de vuelta llegás a las 6, te atienden a las 9, te retienen los documentos y si tenés suerte, seguís a las 13 y en esas 7 horas de nada, mirar el movimiento del otro lado.... tiene sentido?, no, pero es lo normal ahí y 7 horas en un viaje de muchas son un exceso de hartazgo.
La comida es rica, la cerveza, las frutas también y el argentino es bien tratado, más si es del norte y como muchos de sus médicos e ingenieros se capacitaron aquí, la mayor parte del tiempo, uno es casi local y en éso no puedo ser objetivo, aunque para los racistas de entrecasa, se me ocurre que para esa idea del indio sucio, Evo tiene la solución más sencilla, agua, jabón, educación, trabajo, dinero en el bolsillo... éso sí, con los forros de Davos, seguro que le desentona.