En los primeros meses de 2016, se
olfateaba que Macri sería el peor
presidente después de los dictadores. El vaticinio no provenía de ningún
poder extraterrenal sino de las primeras
medidas y sus seguras consecuencias. Y, por supuesto, de la calaña del personaje, muchos de sus
funcionarios y los verdaderos representados por este gobierno clasista. La devaluación de los primeros días, la
desregulación de todo y el retiro de subsidios con el incremento bestial de las
tarifas de los servicios públicos conformaban
un peligroso combo que no podía concluir más que en esto que estamos padeciendo.
Aunque el acuerdo con el FMI estaba muy lejos, la sumisión a los buitres pagando más de lo que pedían y la
manera desmedida de pedir préstamos a privados anticipaban un incremento de la deuda pública único en nuestra historia.
Y hay mucho más, porque la destrucción provocada por la impronta amarilla no
fue magia, sino despiadada
intencionalidad malsana.
Ahora, Macri dice que nos
escuchó. De esta manera confiesa que
nunca lo ha hecho. Pero escuchar no significa atender advertencias o
resolver dificultades. Escuchar no resuelve nada si no se transforma en medidas. Macri y su Gran Equipo provienen de
un grupo selecto de privilegiados que están
acostumbrados a mandar más que obedecer, a sacar más que poner, a denostar más que comprender. En este breve
–por suerte- período de nuestra historia hemos visto con más claridad las
consecuencias de permitir que nos
gobiernen los que se creen dueños de todo, no sólo de las riquezas sino
también de los símbolos, ideas y valores.
Esta vez no acudieron a dictaduras o un cómplice camuflado de nacional y
popular: disfrazaron a un corrupto
histórico de honorable ejemplar, convencieron a los votantes de que los ricos no roban y ejecutaron un saqueo desaforado,
despojándonos de casi todo.
Desesperado por la segura
derrota, el Buen Mauricio apuesta lo que le queda a la Caravana del Sí, se puede, una especie
de circo donde los actores recitan los más
absurdos lemas para convencer al escaso público de la lejana posibilidad de acceder al balotaje. El desafío heroico no
es mejorar la situación del país ni la vida de los damnificados, sino conservar a las incautas víctimas del
maléfico embrujo que destilan los exponentes del Cambio. Los infames
monigotes que parlotean desde el escenario prometen que ahora sí van a hacer las cosas bien, aceptando que las hicieron mal.
El tipo que inventó lo de la Revolución de la Alegría, reconoce
lo “duro que es llegar a fin de mes”, aunque
nunca haya experimentado algo parecido
y admite que en estos cuatro años no
logró siquiera derramar un alivio, sino todo lo contrario. Si en lugar de comportarse como un candidato perpetuo
hubiera actuado como presidente, no estaría ante tan estrepitosa
decadencia.
Las
fieras heridas
Macri es patético pero la gobernadora Vidal lo supera. En
Olavarría, unos días después del cierre
de la emblemática Loma Negra, la angelical
María Eugenia agradeció el amor de la reducida muchedumbre y enumeró “los
imposibles que se convirtieron en posibles”. Eso no incluyó la propagación del hambre en una provincia tan rica
ni el récord de encabezar el primer
gobierno provincial que cerró escuelas. Nada de eso: sólo reiteró la estupidez de enfrentarse a las mafias
y “estar cerca”, sin aclarar lo que esto significa; si se refería a los timbreos, ya
se ha demostrado lo artificiales que son;
y si es tanta la cercanía, ¿por qué vive
montada al helicóptero? Lejos de decir algo coherente, ahora asegura que “podemos ser el gobierno del trabajo, la
producción, el salario”. Pueden,
pero no quieren, como lo demuestran estos fatídicos cuatro años.
Aunque Vidal simule coraje y
asegure que no se va a rendir, ya debe
estar resignada a salir por la peor puerta. Lo mismo Macri, cuyo rostro
revela el color de la derrota. Ambos
tratan de evitar que el núcleo duro se ablande a fuerza de frases huecas y sin
decir qué van a hacer en el remoto caso
de que den vuelta los números. Lo único que logran es pasar vergüenza ante
un público compuesto por abuelos que
simulan orgullo ante las piruetas desencajadas del nieto poco dotado para
la danza. Lo único que logran es que los apologistas mediáticos tengan que estrujar sus cerebros para tomar sus dichos
con seriedad. Lo único que logran es demostrar lo poco preparados que están para seguir haciendo lo que han hecho
en estos oscuros cuatro años.
Y así lo demostró el Ingeniero en
el debate presidencial, con un licuado indigesto
de sus más insostenibles hits combinados con incongruentes y mentirosos
datos. Justo él que impulsó esta instancia como un componente esencial de la
vida republicana no paró de exponer su
cinismo y su incomprensión del país que decidió en mala hora gobernar. El
embustero memorizó cifras falaces para seguir
embaucando a los que insisten en ser embaucados para vivir cada vez peor. Y
así quedó, destrozado ante las cámaras
por los cuatro candidatos más sólidos que lo acompañaban. Cuatro porque lo de
Gómez Centurión quedará para el archivo del ridículo con el paródico personaje facho que desplegó en el escenario.
Si bien Del Caño, Espert, Lavagna
y Fernández no pararon de horadar el estudiado
y rígido recitado del Gerente, sólo uno de ellos se mostró preparado para
tomar la posta de la conducción del gobierno. Y en realidad lo está y tanto que hasta tiene diseñados los cien
primeros días en La Rosada, que dejará de ser una SA para volver a ser el lugar donde se teje un buen destino.
En sus planes está la pesificación de
las tarifas, la revisión de los UVA, el
retorno de la moratoria previsional, las paritarias libres y hasta un impuesto extraordinario sobre la
rentabilidad financiera, entre otras medidas. Tan clara la tiene que por su
discurso ya parecía un gobernante en
ejercicio.
Aunque esta vez la lengua del
Buen Mauricio no se tropezó tanto, sus
diagnósticos fueron errados, sus denuncias infundadas y sus logros inexistentes.
Tenso, desanimado y poco convencido, transitó como un primerizo entrenado a los
apurones. Hasta se olvidó de decir para
qué quiere continuar calzando la Banda o si lo dijo, no se notó tanto. Y
eso que los acotados tiempos de la exposición de los candidatos no permitió
enumerar el listado de chanchullos que salpican su gestión. Opacado, porque los escándalos no paran de incrementarse
y cada uno de ellos desmiente el versito
de la verdad, la honestidad, la transparencia y sobre todo, las buenas intenciones de su impronta destructiva.
Tan sucio está que con su réplica
sobre la descomunal fuga de capitales involucró
a sus amigotes en casos de corrupción, como si dijera si caigo yo, caen todos. Y claro, como es tan superficial y tan de clase, no se molestó por las pruebas que
lo dejarán fuera de juego, sino por el dedito levantado de Alberto
Fernández. Ellos pueden golpear la
dignidad de la mayoría para desbordar sus arcas pero el autoritarismo está
en un dedo levantado, en una palabra
gritada, en un argumento sólido. Y llaman fanático al que tiene convicciones
y no al que grita “Sí, se puede” sin
saber a dónde nos llevará esa posibilidad. Ya están en retirada y pronto tendremos que dedicarnos a recomponer todo,
a recuperar palabras y conceptos, a neutralizar
a los futuros opositores y sobre todo, a evitar que vuelvan a convertirse en el principal obstáculo para construir ese
país en el que siempre queremos vivir.
Una cosita, quizás menor pero no por éso menos importante, no me parece que el excelentísimo virrey delegado del FMI, sea el peor presidente DESPUES de una dictadura.... no, es aún peor y ANTES porque mientras un dictador es un empleado, un hijito de patrón es PODER REAL en estas pampas y da órdenes que se cumplen, difunden, encubren y disfrazan, el dictador siempre tiene cara de enemigo, con el engendro actual, éso no pasa y no precisamente porque no lo sea.
ResponderBorrarAlgo notable, que parece no notarse, es que mientras transcurre la catavana del sí, se puede, el país funciona sin gobierno y sin nadie a cargo, con lo que confirmamos que estamos muy bien, en un paraíso que, ingratos, no sabemos apreciar y, colmo de los colmos, queremos terminar para ayer.
La verdad, el dedito levantado de AF es tremendo y su onda expansiva excede la crisis hemorroidal amarilla, mucha crueldad con el fracaso de las pésimas intenciones oficiales y ahora, ya en el desborde de la agresión, bautizaron *chispita* a nuestro héroe... no digo que a nivel de un leuco, pero tendríamos que haber leído alguna indignación suya ante ese ataque a la investidura...*chispita*, sabiendo que una bujía hubiera sido mejor gobernante, menos dañina por lo menos.
Se termina, al fin, sólo que la enumeración del desastre, siendo tan amplia, lo más probable es que no tengamos idea de toda su magnitud, invisibilizada como es, porque hoy vemos porciones homeopáticas gracias a la *moderación* mediática.... con el final, viene el principio y vamos a tiempos moviditos y estos muñecos se van a encargar de empeorarlos, como dice el filósofo deangeli *minga con la transición*.... y doña colesterol carrió descubriendo que los pobres derivan a taxi boys.... maravilla, Kiciloff, el narcocapacitor marxista contagiando a la reserva moral de la patria. 'tamo perdidos.