lunes, 7 de octubre de 2019

Rompedores desorientados


Como están seguros de perder, los exponentes del oficialismo destinan la poca energía que les queda para que el tránsito hacia las elecciones sea lo más absurdo posible. Ya no les preocupa si lo que vomitan a diario son incoherencias, exabruptos o patrañas. Con nada de ingenio, tratan de contener un núcleo duro que se derrite al calor del incendio que están provocando. Mientras el Engendro Amarillo se desarma derramando su podredumbre, el candidato Fernández pergeña la manera de sacarnos de esta ciénaga mucho antes de convertirse en presidente. El futuro necesita que conservemos este capítulo negro de nuestra historia para que rompamos con la maldición auto-infringida de tropezar con la misma piedra cada vez que empezamos a recuperar algo de dignidad.
Claro que los cambio-adictos no se preocupan por esas cosas: siguen fascinados con estos impresentables, aplauden sus monerías y esperan, alelados, que todo lo prometido se convierta en realidad; si no todo, al menos algo que justifique el odio y la credulidad depositadas casi cuatro años atrás. Tanto sometimiento al pensar dominante debería dar alguna vez un premio, aunque sea una muestra de que son mejores en algo de los que tanto desprecian. Pero no: las fotos de cada día confirman que son peores en todo, desde lo que piensan hasta lo que hacen, desde lo que dicen hasta lo que callan, desde lo que prometen hasta lo que incumplen. Reconocer esto es admitir el error de votar por Ellos y todavía no es momento para tanta toma de conciencia, si es que estamos destinados a presenciar algo así.
Si al menos exigieran algo al equipo gobernante, uno respetaría más la insistencia. Pero no: para ese 30 por ciento, todo está bien aunque todo vaya mal. Ni siquiera se incomodan cuando el senador y candidato a vice, Miguel Ángel Pichetto propone dinamitar una villa por una foto del año pasado pero ni se mosquea por la Expo Cannabis de La Rural. Tampoco se asombran si la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich explica que la crisis económica es consecuencia de que el Gran Equipo no forma parte del “establishment del poder argentino”. Menos descubrir una contradicción entre defender la Democracia y la República a la vez que ovacionan a la diputada Carrió cuando ordena que hay que festejar la victoria aunque los números indiquen lo contrario. Por eso no hay que sorprenderse que clamen por la unión de los argentinos mientras celebran el control de antecedentes a los viajeros del tren.
El extravío del treinta
El voto por el Cambio es la aceptación de un cheque en blanco a sabiendas de que no tendrá fondos; es aclamar hoy una cosa y mañana, su contrario; es poner el dedo en una llaga para que vuelva a sangrar y después echarle sal para que arda más; es aceptar que el Buen Mauricio se levante un día con ganas de ser el primer feminista que habilita un debate parlamentario sobre la IVE y después se manifieste a favor de las dos vidas; es emocionarse por tener un mandatario futbolero que considere que la semi final entre Boca y Ríver contribuye a una incertidumbre política que no existe. Todo esto y mucho más significa el voto por el Cambio: un amasijo de incoherencias y contradicciones que sólo busca desigualar la vida de los ciudadanos, incrustar nuestra economía en un mundo de especuladores y rescribir la historia a la medida de los que se amontonan en el peor lado de la Grieta.
Que Cecilia Pando se alegre porque Macri rinda homenaje a las víctimas de la guerrilla de los setenta debería ser una señal de alarma para el elector distraído. Y que el Ingeniero declame que estos “héroes estarán para siempre en la memoria de todos los argentinos”, aunque no recuerde el nombre de uno de ellos es una muestra del vacío que encierra cada uno de sus actos. Además de la oscuridad que envuelve su dictador sentir.
Tan desorientados están los integrantes de ese 30 por ciento que interpretan el desbande de Comodoro Py como la antesala de un futuro de impunidad y la libertad concedida a los que estaban injustamente encarcelados como la prueba irrefutable de que Les Fernández crearán un ministerio de la Venganza. Jamás sospecharán que los escandalosos jueces y fiscales que diseñaron procesos inconcebibles no son los magistrados ideales y probos que la tele reivindica. Nunca se convencerán de que las acusaciones contra los K sólo son chismes mediáticos convertidos en causas jurídicas sin sustento y que el mote de corruptos queda mejor en los M.
Tan extraviados están que se abrazan a estigmatizaciones que podrían salpicarlos y alientan medidas que los dejarán fuera del camino. El que se abraza a incoherencias termina tan incoherente como el que las pronuncia: se conduelen por el crecimiento de la pobreza pero avalan el plan que lo produjo; se conmueven por los pobres pero aceptan que sean blanco de diatribas y palos; tildan de planeros y vagos a los destinatarios de la “ayuda” del Estado pero se emocionan cuando la bondadosa Carolina Stanley arroja una limosna a la muchedumbre. Y ya empiezan a babear de rabia porque Alberto Fernández presenta el programa “Argentina sin hambre” para que comer sea “un derecho y no un privilegio”. Como si fueran patrones, los peones se espantan por la vuelta del populismo sin advertir que ya están padeciendo la demagogia de la derecha, la promesa del paraíso después del eterno infierno neoliberal.
Una parte de ese 30 por ciento malogra la democracia porque su decisión es producto de un licuado discursivo aberrante y lo peor es que lo sabe. Sin dudas, esos votantes terminan siendo cómplices de la manipulación que los desorienta y víctimas del empecinamiento de conciliar con los verdugos. Individuos que se abrazan a desprecios ajenos para simular lo que no son y que creen en lo increíble con tal de no reconocerse como errados. Que debamos disputar nuestra dignidad con la oligarquía ya es un desafío descomunal para que encima tengamos que estar brindando explicaciones juiciosas a los que no quieren escuchar más que pamplinas.

1 comentario:

  1. Cuando se me ocurre comentar, se me presenta la duda de si encarar por seguir la enumeración de virtudes amarillas del post o, como suele suceder, pasaron cosas y ya hay alguna porquería nueva para actualizar y nada más nuevo que la procesión de ayer del excelentísimo besapies de la patria....pobre, los sacrificios que tiene que hacer por un voto, no quiero imaginarme cómo habrán sido los besuqueos a las patas de madam lagarch. Supongo que son preguntas que nos hacemos más de uno.
    Interesante el descubrimiento tardío del amarillaje del transporte en colectivo y la movilización de adeptos surtidos, se habrán vuelto populistas, repartirían sandwichitos de miga?, pero bueno, cosas veredes, Sancho, las rutas tucumanas son medio un pasillo, muy lindo el tráfico de colectivos ARREANDO, que es como dicen ellos, gente a un acto... no sé usted pero a mí me pareció un detalle conmovedor, hay algo parecido a humanos en la porquería.
    Es cierto que asistimos a un desfile de absurdos, embustes y promesas entre delirios y pavadas peligrosas, sólo que no coincidimos en cómo catalogar al consumidor de ésto, no lo veo como simple escuchador de pamplinas, no, es gente que no escucha nada y que tampoco hace cuentas sencillas... le va cualquier cosa que le sirva para ejercer el racismo cualunque del *europeo* nacido en el país equivocado, rodeado de negros, indios y horrores por el estilo y la cosa viene de mucho antes, de más de los 70años que *angustian* al virrey, cuyo mérito, o el de los cerebros que alquiló, fue percibir el fenómeno y explotarlo en su beneficio, lo desconcertante es que pueda sostenerse un esquema irracionalmente dañino con entusiasmo por sus víctimas y ver esas juntadas es doblemente penoso.... de todos modos, hay un peligro en ciernes desde ayer, ahora besa pies, querrá postularse para Papa?, si como presidente es catastrófico, ya peligra toda la Cristiandad?.
    Un día de éstos asistiremos a mr. picheto proponiendo dinamitar el Vaticano culpando al *narcomarxista* Kiciloff, en medio de la feroz lucha de doña malbec contra las mafias de los vendedores de paltas, frutillas y carilinas.... y todavía faltan 3 semanas, una eternidad.

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