De acuerdo a una analogía ampliamente difundida, un ladrón de gallinas puede recibir
castigos más severos que un ladrón de guantes blancos. Unas semanas atrás,
Héctor Gerbasi fue condenado a quince días de prisión en suspenso y el pago de
costas por un delito que, de acuerdo a
la Sala II de la Cámara de Casación Penal, resulta
insignificante para la realización de un proceso judicial. Gerbasi,
desocupado, hambreado y desesperado, escondió entre sus ropas un corte de carne
porque no podía pagarlo, pero la cajera
del supermercado lo descubrió, llamó a la policía y lo llevaron detenido.
Por 27 pesos de aquél invierno de 2008, el ladrón
de gallinas padeció lo inimaginable: un juicio oral. Cuatro años después,
se enteró de la condena. Para la Cámara, en este caso, el funcionamiento
burocrático del Poder Judicial –en realidad, de algunos jueces- es “irracional,
intolerante, discriminatorio e inhumano”. Mucho gasto para un caso sencillo:
cuatro años de proceso, once jueces en distintas instancias, cuatro fiscales y
cinco defensores. Con este antecedente, es de esperar que la denuncia que el
descontrolado monopolio mediático presentó la semana pasada contra periodistas,
funcionarios y representantes no traspase la mesa de entradas. El ladrón de gallinas resulta acusado por un
cuatrero de las especies más variadas. Mientras La Corporación continúa esquivando
las leyes de la democracia, mientras la Justicia mantiene congelado el proceso
por la causa Papel Prensa, mientras las mentiras que se propalan desde sus
usinas de estiércol potencian los prejuicios de algunos individuos, mientras
conspiran con enemigos internos y externos, son ellos los que se sienten amenazados por las hordas oficialistas.
¿Están desesperados o simulan estarlo? ¿Una torpeza o una jugada maestra? ¿Están suplicando una tregua o se preparan
para un contraataque? Ninguna de estas preguntas se responderá en este
apunte, pero vale la pena hacer una recorrida por los hechos que las inspiran.
Aunque lo nieguen, el 7D los
incomoda. Si bien las transformaciones que propone la ley de SCA no podrán
advertirse en lo inmediato, la sola idea
de que una bestia que parecía incontrolable deba adaptarse a un límite
significa, de por sí, bastante. En pocos días, recibieron una lección
impensada: un importante sector de la
sociedad no comparte sus ideas ni sus procedimientos. El unánime rechazo a
la denuncia penal formulada el jueves pasado contra periodistas, funcionarios y
representantes fue mucho más que un baldazo de agua fría. Nunca nadie se había
atrevido a tanto. Para el Jefe de Gabinete de ministros, Juan Manuel Abal
Medina, esta denuncia "va en contra
del proceso de ampliación de derechos colectivos e individuales por el cual
venimos trabajando" desde el Estado.
"Y lo que es más grave -agregó- busca encarcelar a periodistas, un
retroceso que desde el Gobierno condenamos, poniéndonos al frente de la defensa
irrestricta de la libertad de expresión y pensamiento". La figura
utilizada es “incitación a la violencia” que
encontraron en las opiniones de los denunciados. Cualquiera podrá recordar que las construcciones alucinadas con forma
de titulares que Clarín y sus secuaces se encargaron de difundir se
transformaron en la musa inspiradora de
las violentas, antidemocráticas, destituyentes, insultantes consignas cacharreras
en las diferentes versiones del año.
“Esto pone en evidencia que a Clarín no le interesa en absoluto la libertad
de prensa, ni los valores republicanos –expresó la
ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner- Clarín cree que puede aplicar las leyes a su antojo; tiene que entender que la época en que
ponía y sacaba presidentes se terminó en 2003”. “Resulta absurdo que
quienes debieran defender a los trabajadores de prensa sean quienes los
persigan e intenten llevarlos a la cárcel simplemente por expresar sus
opiniones”, argumentó el diputado Carlos Heller. Para Gustavo López, Subsecretario General de la Presidencia, “a la
presión a la Justicia, al Consejo de la Magistratura, a los partidos políticos
y a la manipulación informativa,
se suma ahora la denuncia a los periodistas, que forma parte del mismo esquema:
maniatar a la democracia y gobernar
desde los poderes fácticos”. Pero el más contundente y enérgico fue,
sin dudas, el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri: “estamos asistiendo a los últimos días de un imperio mediático
construido desde las sombras, que ha encontrado una resistencia inconmovible en
un gobierno democrático que, representando al pueblo y sus intereses, ha decidido que en la Argentina el poder
está en la gente y no en los poderes ocultos, por definición, contrarios a la
democracia”.
En el arco opositor también
surgieron algunas voces que expresaron su punto de vista ante este nuevo atropello
del grandote. "Siempre he reconocido que sea cual sea el periodista o su labor, la
libertad de opinión y su función no pueden dirimirse en el fuero penal –afirmó Pino Solanas- Me opongo a cualquier judicialización penal
sobre la labor del periodista". La diputada por Libres del Sur-FAP,
Victoria Donda, consideró que es “muy
mala señal para el conjunto de nuestra sociedad, tanto la agresividad del gobierno nacional para el Grupo Clarín y
algunos periodistas como intentar judicializar, como está haciendo Clarín con
esta demanda, una simple discusión o posición política de quien sea, tanto de
periodistas, funcionarios o cualquier ciudadano”. "Toda denuncia penal contra periodistas sin dudas lesiona la
libertad de expresión", pontificó el radical Ricardo Gil Lavedra y, con el afán de conservar el centimetraje en
la edición de mañana, se preguntó:
"¿El gobierno instala violencia para el 7D?".
Más allá del evidente repudio que la presentación judicial ha
despertado, lo que subyace en estas declaraciones es la idea de ‘la respuesta’.
Clarín
responde a la violencia que el oficialismo le destina. No está presente la
historia del multimedios en las
palabras de Donda, Gil Lavedra y muchos de los que dieron su mensaje de repudio
y solidaridad. Para ellos, no es violencia la manera en que la Corporación ha
eludido la ley durante tres años ni las
nocivas mentiras, insultos y tergiversaciones que se destilan como veneno en
sus medios. Tampoco es violencia la apropiación de Papel Prensa a través de
torturas ni su complicidad con la peor de las dictaduras sin haber emitido
siquiera un esbozo de autocrítica. Tampoco
es violencia que siempre manifiesten simpatía por los intereses extranjeros
antes que por los nacionales. Pase lo que pase, hagan lo que hagan, la
culpa siempre recaerá sobre el Gobierno Nacional.
Pero lo que más llama la atención es que muchos de los
periodistas clarinistas se
manifestaron también en contra de las denuncias, aunque –eso sí- las
justificaron. Esta nueva maniobra
permitió blanquear a sus propios
voceros. Además, todo quedó como si la presentación ante la Justicia fuese
una ocurrencia de los abogados sin la anuencia de los directivos. Todo es raro.
Más aún cuando, con el correr de los días, los periodistas oficialistas pasaron
de denunciados a testigos y, finalmente, invitados.
Además de la repulsa que la denuncia despertó –hasta de la
SIP, fíjese- el grupete monopólico
recibió malas noticias de la Corte Suprema de Justicia. No bastó la presión
que ejercieron con los camioncitos de Cablevisión para extender la cautelar.
Para el 7D faltan unos días, y no más que eso. Lo que parecía tan lejano está a
la vuelta de la esquina. Sin embargo, ese tiempo que parece poco, resulta
mucho. Todavía quedan algunos mordiscos que esquivar. El aguijón todavía tiene
veneno y puede apuntar a cualquier blanco. Aunque parezca renguear, todavía
camina. Sólo basta estar atentos a la espera del próximo zarpazo, que, por
debilitado, no deja de ser peligroso.
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