Por fin termina esta semana que comenzó con el clima de angustia
generado por el fallo del Juez Imperial
Thomas Griesa, las expectativas por la resolución del conflicto con la Fragata
Libertad y las repercusiones por la denuncia del Grupo Clarín hacia algunos
profesionales de los medios. Muchos
exponentes de la oposición vieron la luz
ante estas amenazas externas y apostaron sus fichas a un fracaso de las negociaciones
emprendidas ante los tribunales correspondientes. Hasta el coleccionista de autógrafos, Hermes
Binner, se vio tentado de hacer una recopilación de firmas para exigir al
Gobierno Nacional que pague todo lo solicitado por los hambrientos buitres. Pero
no fue así. La Cámara de Apelaciones de Nueva York suspendió el fallo y postergó
la solución de este conflicto para mediados de febrero, mientras la
Organización Marítima Internacional, organismo que depende de la ONU, certificó que la Fragata Libertad es un
buque militar y no puede ser embargada. La libertad de la fragata está en
manos del Tribunal Internacional del Mar, con sede en Hamburgo, que ya ha
comenzado a escuchar los argumentos de las partes involucradas. Aunque resultó
en parte auspicioso que algunos opositores, tanto políticos como voceros
mediáticos, repudiaron la denuncia de Clarín hacia algunos periodistas cercanos
al oficialismo, en la reunión de la
Comisión de Libertad de Expresión del Congreso ninguno de ellos asomó la nariz.
Una diferencia enorme con aquella asamblea histriónica donde muchos clarinistas
exageraron su histeria por unos inocentes afiches callejeros. “Los buitres y los caranchos no están
solamente afuera –exclamó La Presidenta por Cadena Nacional- también hay desafortunadamente adentro, y
muchas veces se lanzan sobre el Estado”.
Claro que esa frase no estaba destinada al documento de los
obispos católicos, quienes, anticipándose a la Navidad, aportaron, ansiosos, su granito de arena a la causa Noble. Con un
texto desconcertante y agresivo, la Conferencia Episcopal Argentina advierte
que en nuestro país se está “gestando el
retorno de bandos irreconciliables” y que, después de 30 años de
democracia, corremos “el peligro de dividirnos
nuevamente”. División, vale aclarar, denunciada siempre desde los sectores
que temen perder una mínima porción de sus cuantiosos privilegios. Estos emisarios de la palabra divina se muestran preocupados por la pobreza pero jamás
emiten crítica alguna hacia los que la generan. Nunca cuestionan a los
angurrientos exponentes del poder fáctico. Al contrario, siempre se han mostrado
en una indisoluble alianza. Por eso denuncian, en su oportuno documento, el “excesivo caudillismo” y “las presiones a la libre expresión” y
exigen “la independencia del Poder
judicial”. En apariencia, los
prelados han decidido santificar los titulares de algunos medios hegemónicos.
Asustados por el crecimiento de la militancia juvenil, las
máximas autoridades eclesiásticas consideran que se “debe excluir la politización prematura y partidista de los alumnos en
los colegios”, aunque, ya es sabido, la
instrucción religiosa contiene mucho de adoctrinamiento ideológico que se
imparte con el formato de inocentes historias sagradas. El blanco de sus
críticas lo constituye, también, el matrimonio igualitario y la discusión sobre
la despenalización del aborto. Los voceros
de Dios manifiestan estar “heridos y
agobiados” porque “nos encontramos sumidos en una profunda
crisis moral, que revela que la fe no impregna plenamente nuestro estilo de
vida”. Si alguien quiere
interpretar estas palabras como una autocrítica de las cúpulas católicas, va
por el mal camino. Para ellos, la
complicidad con la dictadura y los casos de pedofilia –entre otras atrocidades-
no salpican la moral de esa institución.
La corporación que preside el arzobispo de Santa Fe, José
María Arancedo, realizó una lectura excesivamente crítica sobre la realidad del
país, a la que han “repasado con profunda
preocupación”. Sin embargo, nada han dicho sobre los avances en materia
política, económica y social. De no haberse apurado tanto con sus
anuncios de fin de año, hubieran podido acceder a los datos del informe “Panorama Social de América Latina 2012”, presentado
en Santiago de Chile por la CEPAL. De
acuerdo a la investigación del organismo dependiente de la ONU, Argentina se encuentra entre los cinco
países latinoamericanos que más ha reducido la pobreza en 2010 y 2011, con un descenso del 8,6 al 5,7 por ciento.
Tampoco deben haber tenido tiempo de ojear el informe realizado por la revista
inglesa The Economist. La publicación
afirma que Argentina está entre los mejores países para nacer en 2013, de
acuerdo a una lista confeccionada a partir de once criterios que van desde el salario promedio hasta los
resultados de las encuestas de satisfacción entre los ciudadanos de diferentes
países. Aunque los obispos aspiran “a
ser una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso con
el bien común”, no tienen reparos en apropiarse de las falsedades que circulan
desde los medios y en defender a las corporaciones, aún a las que han especulado
con nuestras peores crisis.
En fin, nada nuevo. Hasta vuelven a agitar esa palabreja tan
siniestra, ‘reconciliación’, que no significa más que el olvido de los
crímenes cometidos por los militares a instancias de la voracidad de algunos
civiles. Como siempre, explotan la santidad
de su palabra para condicionar la vida política, en lugar de sumarse a un
partido. Nunca se han sometido a elecciones, pero afirman tener un 90 por
ciento de aceptación en la sociedad. Nada más lejos de la realidad. Según la
primera Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes religiosas del Conicet, el 60 por ciento de la población dice ser
católica a su manera. La única forma de pertenecer a una religión es
participando de sus rituales. Una cosa es la creencia, que es personal, y
otra la religión, que requiere un fuerte vínculo con la comunidad. Entonces,
aquéllos que afirman ser católicos pero a Dios le rezan a su manera están
sosteniendo una grosera contradicción. Más
aún, le están concediendo poder a la institución que pregonan rechazar. Porque
la Iglesia Católica no es sagrada ni divina, sino fuertemente política.
Ese 90 por ciento que
ostentan se desmorona con el rating que obtienen las misas dominicales. Y ni hablar de las diarias, que se
han reducido hasta su mínima expresión. La
asistencia periódica al ritual podría considerarse como el voto efectivo que la
institución religiosa obtiene de la población. Pero la pertenencia continúa
en los registros burocráticos que la Iglesia conserva en sus archivos. Todos los bautizados –instancia iniciática
más social que religiosa- están rigurosamente anotados allí. Un solo trámite
basta para que ese 90 por ciento se reduzca hasta cifras más reales. Este ignoto
profesor de provincias se liberó, hace unos años, de la hipocresía de
pertenecer a un culto del que no participaba. La excomunión y la condición de hereje no deben asustar a los que
emprenden el liberador camino de la apostasía.
En los cacerolazos de este año, muchos manifestantes
expresaban sus quejas por la AUH y los planes asistenciales, cuyos destinatarios son considerados vagos y no víctimas de un modelo
económico que los ha excluido durante años. Ninguno tuvo en cuenta que un obispo cobra el equivalente a 88
asignaciones. Que el Estado laico destine fondos para la Iglesia Católica
es una distorsión que en breve se deberá corregir. Más aún cuando son cada vez
menos los que participan de ella. Que ateos, judíos y practicantes de otras
religiones contribuyan al sostén del catolicismo es una injusticia. Sobre todo,
cuando a lo largo de toda su historia las
jerarquías eclesiásticas se han asociado con las minorías saqueadoras que no
han dudado en pergeñar las peores catástrofes.
En Cadena Nacional, CFK hizo referencia a los hechos de esta
semana, a la que definió como “muy
especial”. “Sufrimos el acoso y el asedio, desde afuera y desde adentro”, explicó.
“Se puede nacer en Argentina, pero se
requiere algo más que eso para ser argentino –señaló Cristina- es defender la bandera nacional por sobre
cualquier bandería política o interés sectorial”. Algo que los máximos dirigentes de la Iglesia jamás podrán entender.
aHHH...¡¡tengo que decirlo!!
ResponderBorrarsiempre me ha gustado el contenido de tu blogg...ahora además me gusta "el continente" o la nueva presentación.Un saludo afectuoso Gus.
Si, tomé la decisión. Además, es fácil. Con su aspecto anterior parecía un blog decimonónico, si eso fuera posible. Un abrazo enorem, Tere, como siempre
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