En algunos caceroleros –reales o
espirituales- el 8N dejó una sensación de triunfo y no entienden cómo La
Presidenta continúa empecinada en su
soberbia. ¿Acaso esperaban que diera
marcha atrás con muchas medidas para conformar sus caprichos? ¿Tal vez
pensaron que, por haber convocado a mucha gente, iban a quedar sin efecto
aquellas decisiones producto de una
visión de conjunto para satisfacer las miradas individualistas que reinaron
durante ese día? Experto en echar leña al fuego, Hugo Moyano lamentó que “después de un reclamo y movilización
multitudinaria como la del 8, desconozca el reclamo”. ¿Cuál de todos? ¿Presentar
su renuncia? ¿Morirse? ¿O dejarse colgar
de una soga como proponen las huestes de La Solano Lima? ¿”Viva Cristo Rey” es un reclamo o una amenaza? Además, los
tópicos más aceptables de las exigencias caceroleras –como inseguridad o
inflación- no pueden resolverse de un día para el otro. Con respecto al resto de las pretensiones, muchas son descabelladas y
otras proponen un camino inverso al legitimado con el voto hace poco más de un
año. Así es que no es el gobierno el que tiene la obligación de conformar a
los protestones, sino la oposición. Ellos son los que deben asumir, de una vez
por todas, el lugar que ocupan en el amplio arco ideológico y proponer sueños en consecuencia. Y para ello, deberán abandonar la agenda
carroñera, que confunde y trastorna el entendimiento.
Poco de lo que se vociferó en la
calle puede transformarse en acción. Una cacerolera de las que corrió a Cynthia
García de la Plaza de la República, le gritó “devolvé la fragata”. Prejuicio,
desinformación, ignorancia, bestialidad. Todo eso en tres palabras. Una
orden difícil de cumplir, no sólo para la periodista, cuyo departamento no debe
tener el espacio necesario para albergar esa nave, sino también para la Propia
Presidenta. Esta señora pensará que el
embargo en el puerto de Tema es una estratagema de Cristina para apoderarse de
la fragata y recorrer con ella los glaciares. ¿Creerá eso en serio o tanto
odio la torna irracional? Algunos también gritaban “autoritaria”, más como un insulto que como una categorización
política. Este ignoto profesor de provincias recordó el final de la película “La lengua de las mariposas”, cuando
todos los habitantes del pueblo exclaman “ateos”
al paso de los detenidos por la dictadura franquista. Y Moncho, el niño
–buscando en su memoria un insulto terrible- vocifera “lepidóptero” al anciano y adorable maestro que le había enseñado
las maravillas del mundo de la naturaleza.
Aunque muchos medios traten de ocultarlo, el 8N –y todo lo que vendrá- tuvo
intenciones destituyentes. Gran parte de los bulliciosos
concurrentes clamaban por la renuncia de La Presidenta, algunos con sutileza y
otros con fiereza. Aunque puede sonar
paranoico, estamos asistiendo a la puesta en escena de un intento de golpe
institucional. La magnificación de ciertos conflictos y la invención de
otros, la presentación del discurso oficial como falso o mentiroso, la
instalación de la duda en las intenciones del gobierno forman parte de los pasos previos a la formación de un clima cuya
intención es ablandar, debilitar la legitimidad institucional. Y no sólo
desde los medios hegemónicos, sino también desde los exponentes de la oposición
que ofician como corifeos.
Algunas expresiones de los
cacharreros dejan traslucir una segunda etapa, un refuerzo del afán golpista,
sobre todo aquellas que acusan al gobierno de zurdo, autoritario, comunista, stalinista o la analogía con
Venezuela, Cuba, la Alemania Nazi. Todo
esto es el resultado de un proceso de manipulación que alimenta los prejuicios
anticomunistas o antipopulistas. Las protestas contra los planes, la AUH, las
jubilaciones inclusivas, las viviendas sociales forman parte de ese menú. “Con mis impuestos se alimentan vagos” es
la frase que condensa los cuestionamientos a las acciones de inclusión. Como
contrapartida, la patria blanca incluida
reclama abstracciones como libertad de prensa, libertades individuales, respeto
a las instituciones y demás correcciones
políticas. Por eso, los mensajes mediáticos y sus refuerzos están poblados de
un purismo republicano que oculta en realidad lo que quieren: un gobierno
frágil y obediente a las angurrias de los poderes fácticos. El
calentamiento de la calle también forma parte de esta aproximación al golpe. Alentar todo tipo de protesta urbana para
que se genere un clima de malestar generalizado que dé una idea de
ingobernabilidad.
El 8N fue una movida superadora
del 13S. Ahora viene el 20N, con el paro de la CGT de Hugo Moyano y la CTA de Micheli,
ambas opositoras al Gobierno Nacional, con el invalorable aporte de Gerónimo Venegas, Luis Barrionuevo y alguna
momia más. Mientras el camionero descarta concurrir a la plaza, Micheli, que planea cien cortes de rutas, puentes y
vías, recomienda –o amenaza- “a la
gente no salir ese día, a menos que sea para ir a la movilización”. Y por
si esto fuera poco, los operadores de algunas fuerzas opositoras están
orquestando desde las redes sociales una
gran movilización para el 6 de diciembre –que contra todas las
predicciones, será conocido como 6D- para
hacer el aguante al Grupo Clarín. Todos estos evidentes intentos de tomar
la calle para demostrar fortaleza, produce el efecto contrario: tanta desesperación, tantos gruñidos y
ladridos no hacen más que mostrar debilidad. Debilidad que no significa
otra cosa que someterse a la ley, ni más ni menos.
“Tenemos que ser muy inteligentes, sensatos y tranquilos frente a las
provocaciones que algunos quieren hacer para retornar al régimen
ultraconservador que arruinó a la Argentina”, declaró La
Presidenta el lunes, desde Villa Constitución. Y agregó: “es bueno tener memoria, no para
refregar nada a nadie sino para no volvernos a equivocar”. Un ciudadano de a pie explicó al autor
de estos apuntes que cada vez que Cristina agarra el micrófono despierta más
odio en la gente. En realidad, esos que dice odiarla cada vez más, nunca se han
sentado a escucharla. Por el contrario,
son incapaces de asimilar algo diferente al anquilosado sentido común con que
han conseguido alimentar su odio. Y el odio está en ellos desde hace
tiempo, a veces dormido, cuando gobiernos títeres satisfacen sus angurrias.
Ciegos de odio. “Aprendamos a mirar, no a
que nos muestren –clamó CFK el lunes- entendamos
para que nunca más nadie nos engañe y nos lleve a cometer equivocaciones que
usufructúan unos pocos”.
Porque este modelo aplicado desde
2003 en nuestro país ha sido beneficioso para la sociedad en su conjunto, incluidos a los que viven quejándose a
pesar del empacho. De acuerdo a un último informe del Banco Mundial, la clase media argentina se duplicó entre
2003 y 2009 y alcanza los 18,6 millones de personas. Para Augusto de la
Torre, economista jefe para América Latina de ese organismo, en 1995 la clase
media representaba el 38 por ciento de la población, en 2003 bajó al 24 y en la
actualidad está formada por el 46 por ciento de la población. El Presidente de
la entidad, Yong Kim, afirma que “la experiencia reciente en América latina y el Caribe le muestra al mundo que se puede brindar
prosperidad a millones de personas a través de políticas que encuentran un
equilibrio entre el crecimiento económico y la ampliación de oportunidades para
los más vulnerables. Representa un cambio estructural histórico” y esto “se debe a las políticas implementadas por
los gobiernos”. No hay viento de
cola, sino una decisión de desarrollo inclusivo.
Pero de nada de esto se enterarán
los caceroleros, que están decididos a someterse
al régimen de manipulación más embrutecedor para alentar el retorno al peor
pasado. Al modelo del derrame,
que no es otra cosa más que un minúsculo goteo posterior a un despiadado
drenaje invertido. La Presidenta puso el acento en "la idea
comprobada de que los argentinos debemos avanzar todos juntos y no es posible
que sólo un sector se beneficie mientras el resto se hunde". No existe posibilidad de odiar a quien pronuncia estas palabras. Muchos miramos esperanzados el 7D,
que no es una fecha mágica, sino el principio de otra forma de distribución de
la palabra. Ese día vence la medida cautelar que protegió la desmesura del
Grupo Clarín. Pero la ley no incluye ninguna norma que restrinja la capacidad
para manipular. Eso corre por cuenta del
usuario que decide continuar siendo una simple marioneta que sale a hacer
bullicio con sus cacharros de cocina cuando un titular se lo ordena.
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