Los caceroleros no son todos iguales. Algunos más violentos,
otros más ingenuos. Unos entienden más, otros menos. Todos estuvieron pero de
diferente manera. Un grupo minoritario hablaba de “los montoneros que están en el gobierno” y pedían la renuncia de
La Presidenta, aunque afirmaban no ser golpistas. Otros –quizá los más- transformaban en demandas titulares
periodísticos. También abundaban los personalistas, que pretendían
convertir en protesta sus tropiezos individuales. Y, mezclados en la multitud, los que no entendían nada pero celebraban
la sana costumbre de tener como
enemigo al gobierno de turno. Eso sí: entre los caceroleros porteños no
hubo uno solo que emitiera una queja hacia el Alcalde de la Ciudad. Después de
convivir durante días con bolsas de basura, que con el calor, apestaban el
ambiente, a nadie se le ocurrió protestar por semejante indignidad. Raro, pero
real. Masoquistas o mugrientos. O ambas.
Y de las inundaciones, ni hablar. A pesar de tener el monto para la realización
de las obras, nada ha comenzado el gobierno de la CABA. Por el contrario, Macri sólo sabe echar culpas y pedir autorización
para nuevos endeudamientos. Su única acción es pedir créditos para después
depositar el dinero en el banco. Tan manipulados
están los manifestantes que consideran que la ausencia de gestión en la ciudad
es culpa de Cristina. La protección mediática del danzarín de Gilda, además de provocar cierto enojo, puede resultar
peligroso para el país si alguien así pretende ser presidenciable.
El heroico trabajo en vivo de Cynthia García en medio del
cacerolazo con las cámaras de 678 aporta retazos interesantes para el análisis.
Cuando la periodista indagó a un manifestante qué pensaba de las inundaciones
en la ciudad, el muchacho re preguntó: ¿acaso
la tormenta fue culpa de Clarín? Si
la culpa no fue de Clarín, entonces fue de Cristina, no porque la crean
capaz de dominar los fenómenos meteorológicos, sino porque se niega
sistemáticamente a solucionar los problemas que el niño Mauri genera en la Capital.
Para la historia quedará la respuesta
que dio el empresario devenido en político cuando le preguntaron sobre su
presencia en el recital de Kiss, en medio del caos en el que vivía la ciudad,
con cortes de energía, de agua y de recolección de residuos. “No estaba de joda. Estaba trabajando”. ¿Cómo
puede ser que eso no despierte el enojo de los caceroleros? Y no conforme con
eso, agregó: “hubiera preferido estar en
casa con Antonia”. De “solucionar los
problemas de la gente”, ni hablar. Si La Presidenta hubiese tenido una
respuesta de tal calibre, todos los medios y políticos de la oposición la
estarían crucificando y habrían generado una nueva protesta pacífica y espontánea para exigir su
renuncia.
Otro episodio recogido por Cynthia sucedió con una joven que
clamaba por la libertad jurídica. Cuando
la periodista le preguntó qué quería decir eso, la cacerolera contestó: no sé, no soy abogada. Un loro podría
haberlo hecho mejor. Muy gracioso, pero
algo así desprestigia la tan mentada libertad de pensamiento, de expresión, de
opinión o como quieran llamarla. Una opinión, para ser respetable, debe
tener un respaldo argumentativo, sino es la mera repetición de algo que dijo
otro. Peor aún, la reproducción de un enunciado
cuyo sentido se desconoce. Una opinión respetable debe ser respetuosa. Esa
-como muchas de las que se pudieron escuchar durante el 8N- no lo es. Los
medios de comunicación y los opositores
“han instalado determinadas frases, títulos, que cuando uno le pregunta sobre
el título, no saben explicar y no saben desarrollar –explicó CFK el
viernes- porque solamente está el título
como si fuera una muletilla, no hay argumentación, no hay sustento, no hay
idea, es simplemente repetir lo que lee o lo que alguien le dice desde una
pantalla de televisión”.
Pero Cynthia García no pudo
terminar su trabajo. Los que claman por la “libertad
de expresión” amenazaron la suya y
tuvo que escapar de las hordas caceroleras. No fue el único caso. El video
del golpe recibido por el notero de C5N fue visto por millones de personas. Un
poco menos, tal vez, el de la agresión padecida por el equipo de Duro de Domar. Difícil esquivar las lágrimas ante esas imágenes. Escupidas, agua,
cerveza, empujones, patadas, golpes y hasta gas pimienta. Y, por supuesto, una variedad de insultos extraídos del menú mediático.
Chorros, vagos, vendidos, vendepatrias,
negros de mierda, lacra. Expresiones
de odio imposibles de sortear. Hasta un cronista de Telenoche la ligó, para demostrar la exaltación desorientada
que dominaba el tumulto. Periodistas de Telefé, de América TV y de Radio
Nacional también fueron víctimas de ese enojo irracional. Uno de los agresores
gritó: “éste es un país católico. Viva
Cristo Rey”. En ese contexto,
parecía una amenaza. O una fotografía amarillenta. El que trabaja en los
recitales y no es músico ni telonero siempre dice que “hay que bajar el nivel de agresión”. ¿Estará haciendo referencia a
estos episodios?
Porque los políticos de la
oposición tienen más responsabilidad en todo esto que los sicarios mediáticos.
Como no pueden articular una plataforma alternativa al modelo en curso, sólo
atinan a sacudir el tablero. Ellos son
los que dan legitimidad a las manipulaciones des-informativas. Si un
periodista afirma en su programa que la presidenta da miedo, que se parece a Hitler, está rifando el país o le pega a su criada deberá asumir la
ridiculez de sus palabras. Pero si estas
cosas las repite un político con representación, el asunto es distinto, porque denunciar
estas tonterías profana la
responsabilidad de su cargo. Y esto no puede englobarse en el pensar diferente. No se debe opinar
sobre una realidad inexistente. Pero con esto, cayeron en su propia trampa. El esfuerzo por construir una imagen
monstruosa del Gobierno Nacional y de la situación del país obtuvo como resultado
un amasijo de individuos cargados de ira difícil de representar. Para el
analista Artemio López, “la marcha profundiza la crisis opositora que fue explícitamente ausentada
de la convocatoria de los ciudadanos que se manifestaron contra el gobierno. Le
dieron la espalda a los políticos opositores”. Como diría cualquier abuela, les
salió el tiro por la culata.
Los periodistas insisten
con el armado espurio de la realidad para que los políticos opositores le den
legitimidad.
Entonces, afirman que Cristina no hizo comentario alguno sobre la asonada
cacerolera, que de lo único que habló fue de la elección del nuevo Presidente
chino. CFK sí habló del tema, pero lo
que dijo molestó y resulta muy complejo para transformar en titular carroñero. “Yo lo único
que les pido a cada uno de los argentinos, y fundamentalmente a sus clases
dirigentes, que realmente diga lo que piensa y lo que quiere para el país, con
sinceridad, que nadie se va a ofender, que nadie se va a molestar”. Precisamente, puso el dedo en la pústula. Porque si algunos
periodistas y exponentes de la oposición sostienen consignas deleznables para
socavar la legitimidad del Gobierno Nacional es porque no pueden decir cuál es
su propuesta. Claro que tienen un modelo
alternativo, pero les da vergüenza exhibirlo. El país que quieren es el
infierno del que estamos saliendo.
Otra falsedad que trataron de instalar fue la figura del arrepentido. Muchas veces afirmaron
en off sobre las imágenes que muchos de los protestones perpetuos habían votado
por Cristina. Una afirmación que por intuición puede ser fácilmente descartada.
Si alguien votó a CFK en las elecciones
pasadas, parece insostenible que se haya pasado a la oposición extrema.
Sobre todo porque lo que ha hecho La Presidenta es cumplir con el mandato de
las urnas. Quien la eligió hace poco más
de un año no puede convertirse en un cacerolero. O hay algo que no entiende.
No todos los caceroleros son iguales, pero lo que piden,
es más o menos lo mismo. Un experimento
interesante sería alojarlos a todos en un mismo territorio sometidos al programa
de gobierno que exigen, a ver cómo les va. A los pocos meses terminarán
caceroleando en contra del gobierno por el que antes caceroleaban. Difícil convivir con ellos cuando utilizan
sus cacharros bullangueros fuera de la cocina. Dicen que no son escuchados,
pero ellos son incapaces de escuchar. Afirman no ser respetados cuando se
niegan respetar la voluntad de la mayoría. Sostienen
que son odiados cuando las más despiadadas expresiones de desprecio provienen
de ellos. Eso sí, hay que tener mucha paciencia y compresión. Quedan muchas catarsis callejeras por
delante y el país que soñamos necesita que estemos despiertos. Más que nunca.
Una mujer que se mantenía al márgen de la marcha fue entrevistada por un reportero de no se que medio. Dijo que no participaba porque no compartía, que con Cristina ella había tenido casa y que apoyaba al gobierno. Inmediatamente un grupo de energùmenos la llevó por delante y una gorda señora energúmena le vociferaba "si había trabajado para obtener esa vivienda"... y la mujer le contestaba. Yo le habría dicho que "Que mierda le importaba" y la hubiera mandado a la puta que la pario. Estos "Inquisidores" de baja estofa son los descendientes de quienes descorchaban botellas mientras la "Revolución Libertadora" bombardeaba Plaza De Mayo y arrastraba el féretro de Evita por las calles porteñas. ¡Que se mueran!.
ResponderBorrarSí, esa escena fue recogida por Martín Cicioli. Una de las caceroleras le gritó: "vos me agredís con tu voto". Impresionante.
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