Desde que Bartolomé Mitre habló de la “dictadura de los votos” en una entrevista a la revista brasilera Veja, a muchos se les ha dado por eso de
teorizar sobre la calidad del voto
popular y hasta, en casos extremos, se
llegó a sugerir la necesidad del voto calificado. La ex diva de los
almuerzos afirmó que los pobres volverían a votar por Cristina y en los
cacerolazos de este año, muchos manifestaron la idea de que los números obtenidos
en las últimas elecciones estaban motivados por las dádivas que el oficialismo distribuía a mansalva. El oficialismo
–según estos voceros de la incomprensión- sólo gana gracias al clientelismo. El ex candidato presidencial Hermes Binner, con el afán de
recuperar algunos de los porotos perdidos, plantea la alternancia no como una
posibilidad política, si no como una nueva
obligación para el votante. Algo así
como el pueblo nunca se equivoca, siempre
y cuando nos vote a nosotros. Mientras
los buitres externos sobrevuelan la región a la espera de una agonía que no
llega –y que nunca va a llegar- los buitres vernáculos picotean nuestras carnes
para debilitarnos. La fiereza del monopolio para desviar la atención del 7D
tuvo este fin de semana su episodio más absurdo: una denuncia penal hacia tres periodistas por incitación a la
violencia. Tan desesperados están que ya resultan ridículos.
En el marco de la presentación
del plan "20 ideas para los próximos 20 años" –una versión siglo XXI
del “treinta chicas bonitas treinta”- Hermes Binner hizo de las suyas, como
siempre que abre la boca. "Creemos que hay que sacar la droga del
negocio –declaró en
Vorterix- que es lo que va a bajar el
nivel de criminalidad y el nivel de delito". Su propuesta va en
sintonía con los cambios de concepción que se están produciendo en Uruguay, no
sólo con la despenalización del consumo de marihuana, sino también con la
comercialización. Pero después de declarar algo inteligente –aunque copiado-
insiste con las torpezas. Con el incontrolable temor de quedar fuera de
carrera para 2015, persiste en la idea de frenar una reforma constitucional que
nadie ha propuesto. "En democracia es necesaria la
renovación –fundamentó,
el ex anestesista- más que modificar la
Constitución queremos que se cumpla: el respeto a la independencia de los tres
poderes y respetar el artículo 14 bis, que contempla derechos de segunda
generación. El kirchnerismo ha cumplido un ciclo y es necesaria la
renovación".
Esta palabrería que destiló Binner merece ser analizada en
profundidad para descubrir las tonterías
peligrosas que contiene. En primer lugar, la renovación no es inherente a la democracia. La renovación puede ser una necesidad coyuntural, pero no la esencia
del sistema democrático. En cambio, en toda democracia, sí es necesario el respeto por la voluntad
de la mayoría, algo que nunca menciona el ex gobernador de Santa Fe, porque
no le conviene. Después, habla del cumplimiento de la constitución en dos
aspectos: el artículo 14 bis y la independencia de los poderes. Si uno se toma
el trabajo de leer ese texto encontrará que casi la totalidad de lo que
dispone, se cumple, salvo la
participación en las ganancias de las empresas y alguna cosa más. Hace más
de un año que el segundo lejos acusa
al Gobierno Nacional de no cumplir con la Constitución, pero ni una letra sale de su boca sobre la resistencia a la ley –con la
aprobación del coctel político que lidera- por parte del conglomerado de medios
más importante del país.
El otro punto es más complejo. Desde que comenzó el escándalo
por la elección de jueces naturales en el Concejo de la Magistratura, quedaron
al descubierto las innumerables maniobras del Grupo para conseguir tribunales
aliados. Mientras el oficialismo actúa de acuerdo a la normativa vigente, los compinches de Clarín han recurrido a
las tropelías más absurdas para alterar la transparencia del organismo. Que
Binner denuncie el incumplimiento de la independencia de poderes y no pronuncie
una sola letra sobre las presiones y sobornos del monopolio, hace dudar del compromiso con la República que siempre declama. Y
sobre el reciente tarascón de la bestia indomable, esa repudiable denuncia
penal hacia tres periodistas, nada dirá el
que acumula muchos ex, pero carece de futuro.
Y respecto a la última afirmación -“el kirchnerismo ha cumplido un ciclo y es necesaria la
renovación"- basta mirar los números para descubrir que, por el
contrario, el universo K está en pañales
y recién empieza a gatear. Una recorrida por los informes de algunos
organismos internacionales confirma que, durante estos últimos nueve años,
nuestro país ha tenido una transformación altamente positiva. Y esto se puede
comprobar en las calles. No en las calles caceroleras, que potencian el veneno
de los que están en retirada, sino en las otras, las auténticas. De acuerdo a
una encuesta realizada por Equis, si las elecciones fuesen hoy, Cristina
mantendría el mismo porcentaje de votos pero con una diferencia mayor sobre el
segundo. Binner, que por hablar tanto de
la decadencia del kirchnerismo, descuida
la propia, obtendría apenas el 11 por ciento de aceptación. Y en
contradicción con aquella lectura del 8N orientada a teorizar sobre los
desencantados con el modelo, del 32,3% de las personas que adhiere a esa
protesta -aunque no haya participado- sólo el 1,6% votó por CFK.
Un cacho de cultura
Mientras los exponentes de la
oposición no hagan política en serio, pocas posibilidades tendrán de repetir el
escenario de frágil victoria de 2009. El
oficialismo ha consolidado su aceptación porque ha aprendido a transmitir su
esencia transformadora. “El
kirchnerismo puso a la Argentina de pie: consiguió la soberanía económica, no
sometiéndose a los fondos buitre. Y la soberanía cultural, no sometiéndose a
los medios buitre”, afirmó, emocionado, el titular de la Afsca, Martín
Sabbatella, en la inauguración del II Encuentro de Comunicación Audiovisual de
Mar del Plata. Porque aunque lo nieguen, el cambio más importante que ha tenido
nuestro país, después del económico, ha sido la comprensión del poder de
manipulación de los medios sobre las personas. Al entender que los medios no
son neutrales ni objetivos, muchos
individuos han dejado de ser televidentes para convertirse en ciudadanos.
Así es que ya son pocos los que
creen en muchas de las versiones –dicho con elegancia- que difunden los
exponentes de ciertos medios. Las declaraciones de Bartolomé Mitre, director de
La Nación, a la revista brasilera Veja, además
de tener poco sustento, carece de un público receptor abundante. “Argentina no es más un país culto –pontificó
el patricio- Nada se ha hecho por la
educación últimamente. Siempre fue del gusto de los dictadores alejar a las
personas del acceso a la información y el espíritu crítico. Con eso, ellos
ganan más votos y se perpetúan en el poder”. Por supuesto que especula con un público que desconoce la realidad del
país o que la analiza desde el prejuicio. Y por eso miente descaradamente.
Que el Gobierno Nacional no ha hecho nada por la educación se desmorona con el
aumento del presupuesto destinado a ese rubro, con la cantidad de escuelas
inauguradas desde 2003 -que supera las mil- con la inclusión que significa la
AUH y la distribución de netbooks. Pero después, profundiza sus ideas. “Hay una élite de este país que piensa de
una manera y una clase baja que no se
informa, no escucha, no toma conciencia y sigue a la Presidenta. Cuanto menos
cultura hay, Cristina obtiene más votos”. Un guión que parece dictado por su ancestro desde el más allá.
Desde esta perspectiva, su protegido político, el empresario devenido a Jefe de
Gobierno, está haciendo todo lo posible
para sumar votos a favor de Cristina. Su política educativa dejará fuera
del sistema público a más de seis mil chicos, que, de acuerdo a la visión
mitrista, se transformarán en votantes de un candidato defensor de un modelo de
inclusión. Con su gestión presente, Macri muestra el futuro que promete: una educación al estilo chileno, con un servicio
público desmantelado y una oferta privada altamente financiada.
Si sólo los pobres hubiesen votado
por Cristina, la victoria sería de otro.
Los argumentos de Mitre –que no son tales- se desmoronan por su inconsistencia.
Inconsistencia que se nota también en la denuncia presentada por el Grupo
Clarín contra Roberto Caballero, Sandra Russo y Javier Vicente por incitación a
la violencia. En realidad, están desesperados. Desde hace tres años, los carroñeros mediáticos han tratado de
violentar de mil maneras el escenario político y no han cosechado una sola
agresión efectiva por parte del oficialismo. Ni siquiera una piedrita que
amenace un solo vidrio del edificio donde se cocinan las patrañas disfrazadas
de noticias. El nuevo país ya es
inevitable. En catorce días comienza un nuevo tramo de esta saga épica. “¡Adelante, a no aflojar! –alentó Cristina en Mar del Plata- Que si no aflojan ustedes, yo tampoco voy a aflojar”. Nadie piensa
en eso, por supuesto, ni de un lado ni del otro. Aunque de éste somos más y eso nadie puede ponerlo en duda.
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