En los últimos tiempos, las propaladoras de estiércol se
lamentan por la profunda división que
reina en nuestro país. Periodistas,
columnistas, diputados y demás plañideros culpan al Gobierno Nacional por las
discusiones en la vida cotidiana de los argentinos. Que si unos amigos han
dejado de verse porque no tienen la misma visión sobre la realidad del país; que
si una familia no puede compartir un momento de televisión porque los programas
preferidos son opuestos; que si dos hermanos se pelearon dos días antes de las
elecciones… Insignificancias cotidianas
que no pueden transformarse en plataforma política. Además, no debe ser la
única sociedad del mundo que presenta fracturas por diferencias ideológicas.
Claro, en otros lados hay bombardeos por esos motivos. Acá, cuanto mucho,
algunos insultos y, quizá, empujones. Como
si la historia no fuese una sucesión de constantes cambios, que producen en su
transcurrir divisiones y enfrentamientos. Que un periodista afirme que el
odio reina como nunca antes en Argentina es, si no mentiroso, al menos
exagerado. El odio, en otros tiempos, ha
provocado fusilamientos y desapariciones. El odio y la división provienen
de los defensores de un modelo en extinción y ese fingido lamento es una
muestra más del resentimiento ante la disminución de cuantiosos privilegios de
los que goza una minoría patricia. Disminución mínima, vale aclarar. Pérdida de privilegios que no atraviesa
esencialmente lo económico, sino el codiciable universo de lo simbólico.
El privilegio de gobernar
sin someterse a elecciones es lo que defienden, con todo lo que eso puede
significar. El privilegio de convertir el territorio nacional en un coto de
caza para satisfacer sus angurrias, a costa del sometimiento de las mayorías. El
privilegio de amoldar las instituciones al patrón de sus apetencias. Y por supuesto, el privilegio de convertir
su discurso en dominante para poder justificar sus atrocidades. Lo que ellos
llaman división, en realidad es resistencia. El odio que ellos denuncian no
es otra cosa que la disminución de su poder de daño a través de los límites que
disponen las instituciones democráticas. Cuando ellos se definen como medios
independientes del Gobierno, en realidad
están exigiendo el retorno de los gobiernos dependientes de los medios, que
no son otra cosa más que la vidriera de las grandes corporaciones. Claro que hay
división en nuestro país: entre los que
quieren un país gobernado por las ambiciones predatorias del Poder Económico y
los que desean un país conducido por un Estado que contenga a todos sus
ciudadanos.
Y como falta un año para las próximas elecciones, el
escenario elegido para esa disputa es la calle principal de cualquier ciudad
del país. Además del escenario, cuenta con una fecha épica conocida como 8N. Lo que sobran son los motivos, o mejor
dicho, las excusas. Porque muchos de los que se manifestarán ese día
ignoran las razones reales de esa expresión callejera. Otros –un poco menos, seguramente-
sí conocen esos motivos, pero los ocultan, los disfrazan, los adornan. Los que comandan esta rebelión mimetizan la
defensa de las corporaciones con ornamentos republicanos y llaman a defender
las libertades, lo que equivale a decir ‘sus privilegios’.
Para eso han elaborado
una trama de consignas de tan diversa especie que parece destinada a todos los
habitantes del país, incluidas mascotas y aves de corral. Algunas de ellas, de tan
abstractas, son difíciles de transformar en acción, como “basta de sembrar odio”, “basta de dividir a la sociedad”, “basta de
impunidad”, “basta de patoterismo”. La más curiosa es, sin dudas, “basta de violencia verbal”. No resulta
fácil imaginar un proyecto de ley que prohíba los insultos en una cancha de
fútbol, en un embotellamiento a la hora pico o en cualquier discusión entre
vecinos. Otras consignas reclaman por más inclusión, como “basta de desnutrición infantil”, “basta de villas sin urbanizar”,
“basta de barrios sin agua, cloacas ni electricidad”. Ideas que no tienen
nada de malo sino proviniesen de quien provienen. Hasta los más empachados se lamentan por el hambre y la pobreza,
siempre y cuando solucionar esos problemas no implique tomar una sola de las
migajas de su perpetuo y suculento banquete. Otras consignas de inclusión
no comienzan con ‘basta’, aunque suenan
como si ese deverbal estuviera presente, como “educación sexual para los más jóvenes” y “más empleos dignos y menos planes”.
También están las consabidas “basta de inseguridad”, “basta
de corrupción”, “basta de impunidad”, que son amplias, a la vez de
oportunistas. O las que están basadas en simples ficciones en la percepción,
como “basta de autoritarismo”, “basta de
liberar asesinos para hacer política” o “basta
de adoctrinar políticamente en las escuelas”. Este último es curioso porque permite otros adoctrinamientos, como el
religioso, por ejemplo. Entre este listado de ‘bastas’, se colaron
pretensiones de los que llevan adelante esta movida. Estos constituyen el leit
motiv del 8N: “basta de trabas a las
importaciones y exportaciones”, “basta de perseguir con la AFIP al que piensa
distinto” y “basta de estigmatizar
gente por Cadena Nacional”. Lo que
significa, lisa y llanamente, que el Estado permita que hagan lo que se les dé
la gana en beneficio de sus mezquinos intereses aunque perjudiquen a los demás.
Para evitar las ridiculeces y exabruptos del 13S, no incluyeron en este
antojadizo listado nada referido a la compra de divisas o los viajes al
exterior. Los organizadores de este
piquete paquete y espontáneo quieren
evitar que esa consigna –la esencial- se destaque entre las otras. Como
buenos defensores de la libertad de expresión, dictaron a los manifestantes
–esbirros a conciencia o no- lo que tienen que manifestar, además de las
recomendaciones para la vestimenta y la difusión on line de las pancartas que
deben exhibirse, listas para imprimir.
Este abanico multicolor
de consignas opositoras –muchas de las cuales no tienen sustento en la
realidad- no busca siquiera la solución de esas demandas. Los diseñadores de este colorido
acto y algunos de los asistentes sólo quieren terminar con este modelo que amenaza con limar un poco sus
privilegios y los deja descolocados. Pero como son tan pocos que no alcanzarían
a cubrir las veredas de una plazoleta, quieren disfrazarse de mayoría y por eso
convocan con consignas tan variadas y confusas. Hasta desquiciadas.
Desquiciadas y peligrosas, como la última puesta de escena de
la diputada Elisa Carrió. Hablar de su
estado psiquiátrico minimiza sus intenciones. El loco puede no tener plena
conciencia de lo que dice o su discurso ser tan luminoso que no puede
entenderse. El loco es inimputable. Pero
Carrió, no. En su aparición de temporada, pidió a los jueces “que recuerden otra Argentina” y
denunció que La Presidenta “da asco
institucional”. ¿Qué otra Argentina deben recordar los jueces, la
oligárquica, la dictatorial, la fusiladora, la saqueadora o la que estaba
permanentemente de remate? El asco institucional, ¿tendrá que ver con quiénes
son los principales beneficiados de este modelo? Pero lo más sospechoso de este
reciente show de Carrió es la conmovedora
invitación al 8N, día en que no estará presente. Pidió a la ciudadanía que no
tenga miedo de manifestarse porque no va a pasar nada. Y si pasa algo será
culpa de Cristina, como siempre. Cuando uno aconseja a alguien que no tenga
miedo de algo es porque ese algo puede despertar temores. No sea cosa que en
esa puesta en escena esté la confesión encubierta de que se está preparando
algo que rompa con la tranquilidad con que se desarrolló el 13S. Un grupo de sicarios con remeras de La Cámpora
y sumamente agresivos con los manifestantes caceroleros, por ejemplo.
Confusiones que se producen cuando las cacerolas no se usan
para cocinar, porque el propósito de su sonido es errático. Como señala una
humorada que circula por las redes: una cacerola
no entra en la urna. Tampoco se
pueden sembrar, porque de ellas no brota nada. No hay futuro en un cacharro
ruidoso, sino pasado. Un pasado de corporaciones que ordenan y presidentes
que obedecen. Porque el 8N quiere frenar el 7D. Y ésa es la división de la que
tanto se lamentan. Para alcanzar el país
con el que muchos soñamos el 7D debe convertirse en la despedida al modelo
predatorio y excluyente. El 7D comienza una siembra y después que florezcan mil
flores. O más.
Gustavo, como siempre un gran análisis, Quisiera que me mandes un correo tuyo para cada tanto enviarte documental de militancia que podría servir te y para difundirla. Cuando puedas, pasate por Doc, que quisiera ver tu opinión de un nuevo Apunte que trata de sumar
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