El dolor por la pérdida de un familiar parece conducir a
laberintos inextricables: se puede rechazar un abrazo solidario y, a la vez,
aceptar un monumento oportunista. Sólo la justicia podrá establecer las
responsabilidades y las penas correspondientes. Pero la política será la encargada de transformar el escenario para que
catástrofes así no vuelvan a ocurrir. El año pasado, a pocos días del
accidente de Once, Apuntes Discontinuos
publicó:
“El problema del servicio de los trenes suburbanos tiene una resolución
posible en tres etapas. Un primer paso es estrictamente político y es el cambio
de titularidad de la concesión. La
empresa debe perder el derecho concedido sin indemnización alguna, pues
bastante se han enriquecido en estos veinte años sin poner casi nada, sino todo
lo contrario. Un segundo paso es el judicial, que tal vez lleve más tiempo,
pero debe impulsar una investigación profunda de las causas del accidente, del
mantenimiento de las vías, del destino de los fondos aportados en forma de
subsidios por el Estado, de los sobreprecios en compras y el cumplimiento del
contrato. Posterior castigo a los (i) responsables sería muy conveniente. Un
tercer paso, mucho más profundo y a largo plazo, es la desconcentración urbana
y laboral. Que el conurbano en pleno se
traslade a CABA todos los días produce amontonamiento y seguros inconvenientes.
Desarrollar la oferta laboral en el Gran Buenos Aires y demás localidades
bonaerenses va a disminuir la superpoblación de los trenes”.
Algunos de los pasos que se
proponen en ese párrafo ya se han dado. Otros están por darse. Y en el resto,
todavía no se piensa. Eso sí: nada ha quedado ni quedará igual desde aquel 22
de febrero. Permanecen sólo los que
aprovechan el dolor para treparse a un podio que cada vez se hace más
inaccesible. Para ellos, por supuesto. Y recurren a lo único que saben, que
es mordisquear los talones de las autoridades democráticamente elegidas, no ya
para desgastar su legitimidad, sino para
quedar primeros en el casting organizado por aquellos medios que se encuentran
en el ocaso de su hegemonía. La dramática foto de aquel 22F no es
representación de una tragedia, que es, ni más ni menos, el padecimiento de los
mortales producto de una decisión caprichosa de dioses inexistentes. No hay tragedia sino drama, que es el
resultado de acciones humanas. Errores, omisiones, transas y otras
variantes que se enlazan en el abarcador término ‘corrupción’. Treinta años de deterioro aportan lo suyo,
aunque no pueda esgrimirse como excusa. Tampoco debe tenerse en cuenta la
idea de que nada devolverá la vida de las víctimas como pretexto para no hacer nada. Sin embargo, aunque a destiempo,
algo se ha hecho.
II
Casi treinta sospechosos –ex funcionarios
incluidos- se sentarán en el banquillo y la
Justicia deberá decidir qué responsabilidad han tenido y qué condena recibirán
por eso. El juez federal Claudio Bonadío resolvió cerrar la investigación
que condujo el fiscal Federico Delgado y el proceso está en etapa de juicio
oral en el Tribunal N°1, en plazos
sorprendentes. Además, el Estado, a través del Ministerio del Interior y
Transporte resolvió quitar la concesión
al Grupo Cirigliano, que la explotaba
con impunidad desde 1994. Que el usufructo haya sido generosamente regalado
por la Ley 23696 de Reforma del Estado sancionada en 1989, a poco de asumir el
Infame Riojano, no disculpa el
descontrol ni el deterioro. Como muchas veces ha ocurrido, un hecho atroz
se convierte en un punto de inflexión. Eso sí, a costa de lo irreparable. Pero no hay indiferencia posible, sólo
transformación.
III
“No hay palabras para alguien que perdió a un hijo, un padre o alguien que
quería”, advirtió el ministro Florencio Randazzo. Este hecho “enlutó a todo el pueblo argentino”, recordó
el funcionario y aseguró que en los últimos siete meses se hizo “muchísimo”, aunque reconoció que “falta mucho camino por recorrer”. Y
consideró que es imposible, en seis o
siete meses “resolver lo que no se
resolvió en los últimos cincuenta años”. Sin embargo, respecto al ferrocarril Sarmiento, “podemos ver hoy que las vías han sido
cambiadas en su totalidad en el tramo de Moreno a Once. Hemos tenido un proceso
de recuperación de formaciones realmente muy importante, poniendo en marcha la industria ferroviaria con más de 1270
trabajadores”, explicó
Randazzo. Además, el Ministro detalló que el plan de inversiones contempla
mejoras operativas de corto plazo, como la renovación y reacondicionamiento de
material rodante, cambios de vías, recuperación de talleres y depósitos,
reparación de pasos a nivel, modernización de los sistemas de señalización y
mejoras en las estaciones. Nada de esto
devolverá las vidas, aunque hay que reconocer que la respuesta no se limitó al abrazo simbólico que La Presidenta
destinó desde Tecnópolis.
También en otras áreas del
transporte ferroviario el Gobierno Nacional está posando su mirada. El Estado recuperó el Belgrano Cargas,
gestionado hasta hace poco por la empresa Shima, integrada por el Grupo Macri y
Sanhe Hopefull Grain & Oil, ampuloso
nombre de imperial estirpe. “Lo que
pasó en el transporte es consecuencia de más de 30 años de historia donde se destruyó el sistema productivo del
país, se cerró la industria naval, al igual que las siderúrgicas que
contribuían al sistema de transportes”, explicó el secretario del área,
Alejandro Ramos. “Ahora estamos tratando de reconstruir lo que se destruyó”,
agregó. Pero no sólo estos cambios pasarán por un mayor control o recuperación
de empresas: el trabajo de fondo incluirá la formación de profesionales
idóneos. “El transporte ferroviario requiere
cierta demanda de proveedores locales –explicó el funcionario- por eso es bueno trabajar con las
universidades para formar esos recursos humanos que necesitamos. Así como orientaremos a algunas industrias
para que se metan en el sector, debemos incentivar las carreras universitarias
que nos permitan formar profesionales para recuperar el sistema ferroviario”.
IV
Nada devolverá Todo lo que se perdió. Pero no
debemos congelarnos en eso. Para andar hacia el futuro hay que superar los
obstáculos y evitar en lo posible las pérdidas. En un momento inoportuno, el entonces secretario de Transporte,
Juan Pablo Schiavi, mencionó la cantidad de pasajeros. Un dato que no hay que
omitir. Por supuesto que los trenes –como todo medio de transporte- deben ser
seguros tanto para diez como para mil, pero
el amontonamiento y la incomodidad potencia los accidentes. La cantidad de
gente que se traslada desde el conurbano hacia Capital ya es en sí un problema.
Que miles de personas desperdicien
tanto tiempo en viajar hacia puestos de trabajo mal remunerados debe concluir en profundas medidas, como
impulsar el desarrollo en el lugar de origen para evitar semejante número de
pasajeros. Pero eso es más lento y requiere esfuerzos conjuntos. Nada
devolverá las vidas, pero nada seguirá igual. Una dolorosa lección nos golpeó sorpresivamente. A unos más que a
otros. La recuperación del transporte ferroviario se debe convertir en una
prioridad del Estado, no sólo en el conurbano sino en todo el país. Y deben tomarse todos los recaudos
institucionales posibles para que no vuelva a perderse. Porque los que hoy
prometen monumentos son los que, sin dudas, pondrían bandera de remate a todos los bienes del país.
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