Algunos dirigentes opositores mantienen una complicada
relación con la palabra. Como no saben
utilizarla, les molesta que los demás lo hagan con cierta maestría. El caso
más notorio es el del Jefe de Gobierno porteño, aunque no es el único. Tanto él
como sus acólitos no se caracterizan por una verba nutrida: sólo disparan consignas de contenido tan
difuso que casi parece ausente. Macri no fue el primero que utilizó la
frase “que nos dejen trabajar en paz”, sino
la vicejefa, María Eugenia Vidal, en referencia a las críticas recibidas por
las pésimas decisiones tomadas en torno al manejo del subte. Como buenos patricios, no soportan la
palabra del Otro, porque el discurso debe ser patrimonio exclusivo de los que
se creen dueños del país. Por eso, ellos pueden repartir insultos y
chicanas a diestra y siniestra, vociferaciones caceroleras ante el primer micrófono
que les ponen adelante; pueden opinar
sobre las mentiras que inventan algunos medios de comunicación; también
pueden acusar de cualquier cosa sin ningún fundamento; y por último, pueden andar por la vida sin reconocer una
sola de las transformaciones operadas en nuestro país en los últimos diez años.
Eso sí, que nadie pronuncie un solo vocablo sobre las deficiencias de sus
respectivas gestiones porque entran en erupción de la manera más pueril.
Pero volvamos a esa frase: “que nos dejen trabajar en paz”. Quien pronuncia esta frase es
porque se siente interrumpido en una determinada labor, por el teléfono, el
timbre, vecinos ruidosos, los propios chicos alborotados. Pero para pronunciar esta frase hay que estar trabajando. No es lo
que hizo el Gobierno Amarillo con el subte a lo largo del año pasado. Por el
contrario, se escabulló de la peor manera posible para eludir las responsabilidades
que había asumido a través de la firma de un acuerdo. Lo único que decidió Macri sobre el subte fue incrementar la tarifa de
manera bestial. Este año, el trabajo
que tanta paz necesita consistió en cerrar una de las líneas para
incorporar los nuevos coches adquiridos por el Gobierno Nacional, que también
subsidió el servicio durante todo el año pasado. Trabajar en paz es, para los PRO, tomar decisiones arbitrarias y
perjudiciales sin que nadie diga nada. Porque Macri y sus secuaces se
sienten patricios y por tanto, intocables. Porque
quieren trabajar en paz para desatar una guerra, como muchas veces se ha
señalado en este espacio.
Por otro lado, una crítica nunca puede motivar la inacción. Los obstáculos a una gestión son
materiales, no verbales. Durante 2011, el Ejecutivo Nacional tuvo que
trabajar sin presupuesto porque la oposición no aprobó el proyecto presentado. Eso es no dejar trabajar en paz, no una
crítica por un aumento de tarifas. La negativa de Macri a la instalación de
Tecnópolis en la CABA fue un impedimento concreto a una decisión presidencial. No enviar representantes para el Consejo
Federal de la Afsca es una traba a la aplicación de la LSCA. La comparación
que CFK realizó al presentar el nuevo esquema tributario del Impuesto a los
Altos Ingresos puede considerarse un poco provocadora, pero de ninguna manera pensarse como un obstáculo a la gestión porteña.
Un obstáculo en serio es la arbitraria disposición del
gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, de clausurar las antenas de TDA,
lo que impedirá el acceso gratuito a la
TV satelital a un número sustancial de individuos que quieren ser ciudadanos.
Y todo empezó como una declaración de guerra. El 5 de diciembre pasado, el
caudillo mediterráneo decidió cerrar las instalaciones en Río Cuarto un día antes de la inauguración oficial a
cargo de La Presidenta. La Secretaría de Ambiente provincial justificó la
decisión en la ausencia de documentación referida al impacto que provocaría la
nueva antena en el entorno. Sin embargo, en ese mismo sitio, funciona una estructura de 120 metros de
altura con antenas de telefonía celular que jamás recibieron objeciones
motivadas en el daño ambiental.
En las últimas dos semanas, De la Sota ordenó la clausura y
confiscación del material de dos instalaciones más, bajo los mismos argumentos.
Las difusoras de la TDA suman 67 y funcionan
en veinte provincias argentinas, además de Brasil y Japón. Según el
ministro de Planificación, Julio De Vido, "los niveles de emisión de
las antenas de televisión digital son diez
veces menores a las de la radio FM y 50 veces menores que las de la televisión
analógica”. El
titular de la Afsca, Martín Sabbatella, afirmó que “no existen razones ambientales que justifiquen
estos actos de censura del gobernador De la Sota. Se trata de un acto de censura y un ataque
violento a la libertad de expresión”. Además de las tres antenas de Río Cuarto, Leones
y Villa María, en la página web de la gobernación cordobesa se anuncia la
clausura de las torres ubicadas en Villa Dolores y Malagueño. Por si no queda
clara la relación entre el cierre de las antenas y el trabajar en paz, este ignoto profesor de provincias aportará una
síntesis. Estas arbitrarias y
malintencionadas decisiones tomadas por el Ejecutivo cordobés impiden la
difusión gratuita de otros contenidos y favorecen al Grupo Clarín que explota
casi en exclusiva el mercado de la TV por cable. En definitiva, atenta
contra la democratización de la palabra, que es el espíritu de la LSCA aprobada
por mayoría en el Congreso.
Aunque pueda sonar descabellado –a tono con la desolación capilar que
exhibe el cráneo del Autor de estos Apuntes- la oposición ha quedado divorciada de la palabra porque no tiene más
argumentos para oponerse. Y en virtud de eso, la palabra oficial los
enloquece. Por eso quieren silenciarla. Como sea. Las huestes quejicas del PRO,
las clausuras de De la Sota, las autoridades santafesinas y algunos más
perdidos en el vendaval mediático están
suplicando por el silencio del oficialismo. En este año electoral desean
más que nunca una única voz –la propia- para poder posicionarse un poco mejor
en el Congreso, porque de otra manera no podrán hacerlo.
En contraposición, la palabra opositora da bastonazos al azar, a la
espera de un golpe letal. La sopa de
letras del Midachi no fue bien recibida –como no podía ser de otra manera-,
pero las luminarias amarillas se
encargaron de justificarla, con una inexistente cintura política. Claro, el
cómico metió la pata, aunque en realidad, afloró lo más arraigado en su
pensamiento. Casi tanto como cuando dijo que “las pibitas se embarazan por la platita”, en alusión a la AUH para
embarazadas. Otra vez, el blanco de sus
prejuicios fueron las mujeres. Y también los judíos y los homosexuales. Horacio
Rodríguez Larreta trató de salir en defensa de Del Sel con un trabalenguas de
dificultosa digestión: “su
frase la dijo en el contexto de su rol como cómico, lo cual no lo justifica,
pero él es cómico y sigue ganándose la vida así”. Primero, no lo justifica pero termina justificándolo;
segundo, es cómico con aspiraciones a político, lo que implica una mayor
responsabilidad; y por último, un actor callejero, un músico a la gorra, una
estatua viviente se ganan la vida con su trabajo. Del Sel es un empresario angurriento que tiene ya muchas vidas
aseguradas.
Pero, como siempre, la peor frase
fue la emitida por Mauricio Macri, que aprovecha cualquier resquicio para
destilar su veneno. “Miguel Del Sel hizo
un chiste, se equivocó y pidió disculpas –escribió en twitter La Esperanza Amarillenta- Eso muestra que es una persona de bien.
Pienso en cuántos mienten y agreden todos los días a los argentinos y nunca
piden perdón”. Esta frase brinda material para escribir una tesis doctoral
basada en su análisis, pero el breve espacio restante sólo permite algunas
ideas. Para el empresario devenido a político, una persona de bien es
aquélla que dice cualquier barrabasada y después pide disculpas, sin
importar demasiado quiénes se vieron afectados. Y también, lo de las mentiras y agresiones no deben pensarse
como una autocrítica ni cuestionamiento al accionar de sus aliados mediáticos.
No, al contrario. Esta es otra forma de
silenciar cualquier palabra oficial porque de allí vienen las mentiras y
las agresiones, de cualquier cosa que diga o haga La Presidenta y su equipo. El
silencio del Otro es lo único que permitirá que personajes como éstos accedan a
la presidencia. Un silencio que les
dejará -como ya lo han hecho en un pasado no muy lejano- trabajar en paz para
destruir nuestro país.
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