De seguir la agenda de los medios,
Apuntes Discontinuos debería abordar el primer aniversario del accidente
ferroviario de Once o los conflictos que habitualmente se generan en todo
inicio del ciclo lectivo. También, la media sanción que obtuvo en el Senado el
acuerdo con Irán para indagar a los sospechados de cometer el atentado a la
sede de la AMIA y las perlitas del debate. Quizá sea atractivo y hasta
divertido hablar de los documentos que revelan los escándalos amatorios que
ocurrían en el Vaticano y que involucran al recién renunciado Papa. Pero este
espacio no es informativo y no corre detrás de una lectura improvisada de los
hechos del día. A veces puede haber coincidencia, pero no es la intención de su
autor. Por eso, los temas abordados, serán otros.
Lincoln, la peli de Spielberg no sólo
contribuye a conciliar el sueño sin demasiado esfuerzo, sino que permitió
descubrir un error administrativo: un
profesor universitario detectó la ausencia de notificación oficial sobre la
abolición de la esclavitud en el estado de Mississipi. El Primer Mundo
también presenta fallas en el sistema que tantos idolatran. En algunos países
europeos, la carne de caballo se filtra
en las góndolas de los supermercados para beneficiar a algunos turistas habituales de los paraísos
fiscales. Mientras tanto, Mariano Rajoy justificó su accionar destructivo con
impudicia y promete estrangular un poco
más a los españoles ante los desconcertados Diputados. Lejos del mundanal
ruido, algunos países latinoamericanos emprenden un camino soberano en pos de
la dignidad de sus pueblos. Rafael Correa, desde Ecuador, tiende su mano a la distancia para transformar en serio el desquicio
heredado, aunque algunos aconsejen tomar un tenebroso atajo hacia el pasado.
En estos días se hizo público un mensaje que sus
propaladores, en vano, trataron de ocultar. Un afiliado al partido Unión por Todos, el abogado Carlos
Maslatón, incluyó en la página oficial un texto en el que aconseja a los productores agropecuarios derrotar a la Dictadura K
apelando a la desobediencia civil. Tal vez el leguleyo no entienda muy bien el nombre de esa agrupación política
o lo que sea que hagan. O quizá lo entienda demasiado bien. El término ‘unión’ sugiere un pegote de
cosas diferentes –y hasta opuestas-, que nunca llegarán a conformarse como un
todo. ‘Unidad’, en cambio es la búsqueda de la totalidad a partir de las
diferencias. En una unidad, no se notan
las partes porque hay armonía entre ellas en pos de objetivos compartidos.
‘Unión por todos’ induce a pensar que hay un amasijo de mentes iluminadas –y resentidas- para beneficio de todos, aunque ese ‘todos’ no abarca a la totalidad
de los ciudadanos.
Lo preocupante del escrito de Maslatón no es sólo la
propuesta de desobediencia a la autoridad por parte de los productores
agropecuarios, sino la categorización
que hace del Gobierno Nacional. Tiranía,
dictadura, régimen, hitleriana, confiscatoria son los términos insultantes y
antidemocráticos que utiliza el abogado para justificar su incitación para
desfinanciar al Estado. “Mensaje para
todos los productores de granos de la República Argentina. Hoy, como nunca
antes en la historia nacional, es legítima la evasión tributaria, aunque el
gobierno la repute como criminal. Cada peso que se le pague a la dictadura kirchnerista será malversado y puesto al servicio de la
consolidación del régimen”. El texto exhorta a contrabandear para no
tributar a la “confiscatoria Aduana
Argentina”, sub-facturar exportaciones, retener las divisas en paraísos
fiscales –fuga y evasión- para esquivar a la “hitleriana AFIP”. Volviendo al nombre de ese grupete, es claro que el ‘Todos’ no es el que todos pensamos, sino un grupo más reducido que no incluye a
la mayoría de los ciudadanos.
Algo parecido al éxito del que se ufana el presidente
español, Mariano Rajoy. Ante el parlamento, defendió con uñas y dientes su
primer año de gestión y afirmó que se evitó “el
naufragio” del país. Eso sí, a costa
de ahogar a los ciudadanos con ajustes, despidos y desahucios. Algo que los
argentinos conocemos muy bien. Con una congoja mal actuada, Rajoy comenzó el
debate con una cifra escalofriante: 5965400
desempleados. “La frialdad de
la cifra no puede ocultarnos el drama que en ella subyace, seres humanos que
sufren”, simuló conmoverse. El diputado socialista, Alfredo
Pérez Rubalcaba, advirtió que la situación de España es actualmente “explosiva”, pues consideró que la gestión de Rajoy trajo recesión, desempleo y
desigualdad. Pero evitó referirse a la herencia
dejada por Rodríguez Zapatero, también socialista, que nada hizo para impedir que la voracidad del mercado arrasara con el
Estado de Bienestar que tanto costó construir.
“La incertidumbre de
entonces es desesperación”, sintetizó Rubalcaba pues, según él, después de quince meses “España está empobrecida, indefensa y
entristecida y el país que saldrá de la
crisis será más injusto, más pobre y más inhumano”. Lo curioso de la
intervención del líder opositor es que, sobre el final, le recrimina que su
actuación fue guiada por “pura ideología”.
Que un socialista acuse a un
neoliberal de algo así, resulta incomprensible. Claro que actúa por pura
ideología, aquélla que sólo busca satisfacer
la infinita avaricia de una minoría insaciable. Y el socialismo, en todo caso,
no supo defender los intereses de la mayoría por abandonar sus principios.
No hay manera de llevar adelante un programa de gobierno por fuera de la
ideología. Quien diga que puede hacerlo,
intenta ocultar sus peores intenciones.
Pero la difícil situación que atraviesa España y otros países
europeos no es producto de un fenómeno meteorológico ni una catástrofe
telúrica. La crisis económica es el
resultado de una ausencia moral por
parte de dirigentes, bancarios y empresarios que han abrazado la más despiadada
acumulación en detrimento del bienestar de los ciudadanos. La venta de
carne de caballo en productos que afirman ser otra cosa llega a relacionarse
con grandes fortunas en paraísos fiscales y hasta blanqueo de fondos ligados al
narcotráfico y la venta ilegal de armas. Desde que las autoridades irlandesas
descubrieron rastros equinos en hamburguesas, los cascos resuenan en toda Europa
y permite vislumbrar una cadena
globalizada de producción de alimentos con muchos intermediarios que comienza
en Rumania. Draap, registrada en un paraíso fiscal de las Islas Vírgenes, admitió
la compra en frigoríficos de Rumania y su director, Jan Fasen, fue condenado el año pasado por vender carne equina de Sudamérica como
carne vacuna alemana y holandesa. Además, esta empresa utiliza la misma red de distribución que el
traficante de armas ruso Víctor Bout. El Primer Mundo se está desmoronando y
hay que protegerse de sus fragmentos. Tan
serios que parecen sus dirigentes, con sus expresiones estreñidas y los ostentosos
trajes.
“¿Estoy bien sin corbata?”, preguntó
el presidente re-electo Rafael Correa, antes de comenzar una entrevista. Por
supuesto, que esto fue una broma, porque
la corbata ya no debe ser vista como un símbolo de seriedad. Casi todo lo
contrario. En muchos, parece la máscara
que oculta sus más pestilentes intenciones. Los tratados bilaterales de
inversión fueron vendidos por
crápulas trajeados y resultaron muy perjudiciales para los países más
vulnerables. Estos tratados “fueron una
entrega total de nuestros países en manos de las transnacionales. ¿Ahora las
transnacionales tienen más derechos que los seres humanos?”, se preguntó
Correa. Eso es lo que la región intenta
revertir, la supremacía del mercado sobre la vida de los ciudadanos. Y
parece que tenemos mucho a nuestro favor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario