El asteroide DA14 atravesó la órbita geoestacionaria sin
provocar daños en los sistemas comunicacionales que por allí pululan. Del
tamaño de media cancha de fútbol y casi 130 mil toneladas, despertó las más
espeluznantes fantasías apocalípticas. El meteorito que cayó en Cheliabinsk
y dejó unos mil heridos
y muchos daños materiales, parecía el
anticipo de la hecatombe. Por eso, los integrantes de la Mesa de Enlace se
reunieron en Pehuajó, no para conocer el destino de nuestro planeta ni para
homenajear a Manuelita, sino para
ensayar lo que mejor saben: desplegar
dramáticos lloriqueos en pos de defender sus más mezquinos intereses. Y
destilar todo el veneno posible para agitar la escena. Un meteorito en su
contra dicen que lanzó el Líder Amarillo, Mauricio Macri, al anunciar que, de concretarse la leyenda urbana que lo imagina
presidente, eliminaría el Fútbol para Todos. Sus seguidores ya estarán
haciendo las maletas para buscar un mejor futuro en otra agrupación que
garantice, al menos, un puestito en
alguna vecinal. Otros meteoritos, más cotidianos y rutinarios, arrojan algunos
medios desde sus titulares, pero ya con
nulo poder destructivo. Ni el presidente venezolano, Hugo Chávez, acepta
cumplir los agoreros deseos de la derecha recalcitrante y destructiva. Una foto más colorida lo mostró con vigor, encaprichado en seguir con vida.
Nada les sale bien porque son otros tiempos los que estamos viviendo. Los tiempos de la vida y no de la muerte
que siempre prometen. Y vida para todos, por supuesto.
Sin que nadie le susurre al oído, el Jefe de Gobierno porteño
se lanzó a hablar por su cuenta, fuera del márketing no-político en el que
acostumbra moverse. Y cuando aparece crudo, se muestra bestial. De ser
presidente, “eliminaría
Fútbol para Todos, porque el fútbol se organizaba muy bien sin la intervención
ni la manipulación del gobierno nacional”, declaró, sin
pudor, Macri. Frase mentirosa que revela el núcleo de sus ideas, que se centran en el
afán depredador propio de la clase a la que pertenece. Primero, las cosas
no se organizan solas; segundo, no funcionaba muy bien en aquellos tiempos en
que los únicos protagonistas de las
pantallas eran los equipos capitalinos y alguno que otro más; tercero, la corrupción del juego era mayor porque significaba
un negocio en el que unos pocos metían sus mugrientas manos; cuarto, lo que
molesta es, justamente, la intervención del Estado que, para alguien como él, debe ser un esclavo al servicio de las
angurrias privadas; quinto, si hay Fútbol para Todos, es porque todos lo merecen, tanto
los millones que ahora lo disfrutan como los que se perdieron semejante
negocio.
Con algo de memoria y bastante
sinceridad, hay que reconocer que el
fútbol televisado como el que existe hoy es prácticamente un invento de la TV
por cable. En tiempos en que reinaba la televisión abierta, sólo algunos
partidos trascendentes podían verse en la pantalla. Un lugar para la historia,
nada más. Después, borraron la página que habían escrito con todos los codos a
su alcance. La avaricia los cegó y
privatizaron la pasión popular hasta el extremo de pisotear el derecho a la
información. No se conformaron con exhibir los partidos para sus abonados y
crearon canales codificados, al que volcaron todas las transmisiones. Peor aún, anularon toda posible competencia.
Después, recodificaron algunos partidos. Y lo más grave: ningún canal podía
mostrar los goles porque un programa del monopolio, que primero se podía ver en
Canal 13, después pasó al cable y finalmente se codificó, había obtenido una exclusividad
mal habida. Entonces, pocos hablaban de
la libertad de expresión y del derecho a la información. Programas
deportivos que sólo difundían el audio pero no la imagen, monigotes digitales o
una absurda recreación de la jugada. Infame. Por eso merecen que el fútbol sea gratuito, como un acertado castigo a
su egoísmo destructivo.
De cualquier modo, resulta
saludable que estos personajes se muestren al desnudo, por más horroroso que
parezca; que abandonen la hipocresía que
en el pasado confundió a tantos ciudadanos; que declaren que les importa medio soberano pepino la felicidad de la mayoría; que confiesen su desinterés por los pobres, mientras puedan disfrutar
hasta el asco del botín del que se apropian. De manera sorprendente, estos
tiempos no admiten los discursos vacíos y las generalidades. Cada vez están más
solos, con menos público al que representar. Y lo más auspicioso es que están encerrados en una lógica que ya no
pueden camuflar.
En ese enredo se encuentran los
integrantes de la Mesa de Enlace, emblema indiscutible de la oposición al
Gobierno Nacional, que otrora logró
convencer a muchos individuos con sus desconsolados llantos de doncella ultrajada.
Y, aunque el escenario es diferente, continúan con la misma estrategia. En las sombras, evaden, acumulan,
especulan, presionan, pero en público siguen apelando a la victimización para
conquistar la voluntad de los desprevenidos. “Hay una persecución a los productores por parte de la AFIP que está
yendo a los domicilios fiscales y los campos de los productores. Lo tomamos como una presión para
amedrentar, atemorizar a los
productores”, sostuvo Luis Etchevehere, titular de la Sociedad Rural. Que lo tomen como quieran, pero es lo que
corresponde. Ya no debe haber lugar para actitudes mezquinas. Ni para las
mentiras.
Estos cuatro jinetes de cualquier
apocalipsis suelen expresar que “la
situación del campo no da para más” y que “nunca estuvieron tan mal”. Sin embargo, ellos mismos presentaron
un informe a fin de año en el que afirman que las inversiones en el campo se habían incrementado un 27 por ciento. A
pesar de eso, en lo que va del año, sólo comercializaron un 30 por ciento de lo
que tienen producido, con el claro
objetivo de obtener mejores ganancias con una devaluación de la moneda.
Porque ellos –que se sienten dueños del país- acumulan más cuando las cosas van
mal. Pero también están cada vez más
solos, abroquelados, arrinconados en la fiereza de su egoísmo.
Este año electoral promete mucho más que las amenazas
de Macri y los lacrimógenos lamentos de los estancieros. Si el acuerdo de
precios logra resultados favorables y deja
al descubierto la despreciable trama especulativa en la cadena de
comercialización, la inflación sólo será un mal recuerdo. Si el Poder
Político logra que el Poder Judicial contribuya con el impuesto a los altos
ingresos, dejarán sin excusas a los que pretenden reducir el tributo. Si la AFSCA
consigue que el Monopolio se desarme, la
igualdad ante la Ley se habrá anotado un nuevo tanto. Si el modelo K sigue
generando ideas y concretando obras como lo ha estado haciendo hasta ahora, si
la YPF con control estatal continúa creciendo y garantizando el suministro
energético, si los puestos de trabajo registrado combaten al desempleo, si la
economía local funciona como promete y muchos más ‘si’ que se quedan en el
tintero, nada podrá alterar el recorrido
de este colectivo. Y un condicional para el cierre: si los exponentes de la oposición insisten en sacrificar la política
para recitar titulares, el Congreso Nacional tomará casi un único color: el de
la victoria.
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