Aunque sea difícil de comprender, todavía hay muchos
individuos que siguen convencidos de que La Presidenta quiere que le tengan
miedo. Una de las manipulaciones
mediáticas más efectivas del año pasado, aunque, con sólo recurrir al
discurso original pronunciado el 6 de septiembre, se advierte que nada de eso
ocurrió. Y otros individuos –o los mismos, si se quiere- que afirman que en
este país no se puede pensar distinto, que se persigue a los opositores, que
hay censura, que todo es peor o igual que en los noventa, que es el gobierno más
corrupto de la historia, que es una dictadura. Y muchas más cosas dichas con carácter
de certezas, producto de una sesuda
búsqueda informativa, con la seguridad
de que es un pensamiento propio y no el resultado de una machacona construcción
mediática. Acostumbrados a una lógica arraigada en lo más profundo de la
mente, creen ser críticos, aunque en realidad son criticones; aseguran consumir
información cuando degluten chimentos; se vanaglorian de tener la posta, pero sólo pueden exhibir carne podrida. Y todo esto atravesado por la sólida convicción de que todo gobierno –y
sobre todo éste- es el principal enemigo de los gobernados. Por eso es
importante que los titulares cuenten que todo está absolutamente mal, como
manera de condicionar la gestión, tomando al público para engrosar sus huestes.
Público que, entre otras cosas, insiste
en alimentar sus prejuicios con esos contenidos difícilmente creíbles y hartamente
desmentidos.
El aluvión mediático es inagotable y constante, a pesar de
que ya ha quedado demostrado que no es tan eficaz como antaño. Sus generadores no tienen patria, sino
intereses. Y de los más destructivos. No dudan en aplaudir a los buitres en
su embestida carroñera ni vivar con entusiasmo las arremetidas de los que
quieren vulnerar nuestra soberanía. Tampoco tienen reparos en exagerar las
especulaciones del dólar ilegal para forzar una grosera devaluación de nuestra
moneda ni de construir un inexistente clima híper inflacionario para sugerir
ajustes ortodoxos. Para eso, mienten a
cuatro manos y reciclan noticias casi apolilladas en el arcón de su maldad.
El blanco de sus bombardeos es, claro está, un auditorio que, de tan
subestimado parece compuesto por lactantes, que siempre claman por más
chimentos de los que mamar.
Ni hablar de la
excitación incontrolable que provocó la moción de censura impuesta a nuestro
país por el muy cuestionado FMI. Claro, en cierta forma, el Organismo de Destrucción Económica Masiva les da la razón en el
obsesivo tema del INDEC. Este instituto elabora mensualmente un número abstracto
que incide en variables macroeconómicas que, en algún momento, beneficia o perjudica a los miembros del
establishment. El IPC –índice de precios al consumidor- no tiene como
objetivo explicarle al consumidor cuánto aumentó el yogurt o la yerba. Pero,
como una salmodia, los comentaristas económicos y periodistas de peso arremeten
contra el INDEC para dibujar un desmadre
de la economía por una inflación galopante que el gobierno pretende ocultar.
Y encima lo muestran como si fuera algo novedoso, cuando en realidad, siempre han
cuestionado los números oficiales. Porque
lo importante es sembrar la desconfianza en cualquier área que sea.
Ahora, el FMI mostró los dientes y los cipayos se
envalentonan; sueñan con una Argentina nuevamente castigada por el organismo
pensado para salvar a las economías arrasadas por las crisis, aunque ahora es
el que las provoca. Los carroñeros se
regodean porque una institución en decadencia levantó su dedo acusador y
esperan la llegada de medidas más enérgicas. “Este es el mismo Fondo que se muestra complaciente con declaraciones
inexactas de datos y con fallidas políticas que condujeron a la crisis global –señalaron
desde el Ministerio de Economía, a través de un comunicado- La lógica es evidente: el
desendeudamiento de la Argentina ha sido y es un ‘mal ejemplo’ para el sistema
financiero y tiene que ser corregido”.
Y los agoreros alientan la llegada del merecido castigo para un gobierno que se niega a endeudar el país y someterlo a la rapiña del sistema
financiero internacional. Pero no hay que alarmarse. Los castigos que
pueden blandir en nuestra contra parecen más una salvación que otra cosa. Si el
Gobierno Nacional no modifica la forma de calcular los índices, a partir de
2015 no tendremos más créditos con ellos. No pasa nada. Desde 2005 hemos roto nuestra dependencia con el Fondo y, si las cosas
siguen así, no necesitaremos más sus destructivas “ayudas”. Salvo que
llegue a la presidencia un endeudador
serial que re-edite nuestras peores tragedias. Pero no podemos tropezar una vez más con la misma piedra con la que ya nos
hemos topado tantas veces.
Hay otros dos conflictos internacionales que tomarán mayor
fuerza en los días por venir: uno es el acoso de los fondos buitre y el otro es
el debate por la soberanía en Malvinas. En
ambos casos, no se puede dudar de qué lado se ponen los agoreros y los recursos
a los que apelan para producir el estiércol con que elaboran sus titulares.
Sus expresiones de deseo aparecen con formato periodístico y no se avergüenzan
de ello. Con empeño, buscan convencer a
sus lectores de que nuestro país es el peor y merece ser pisoteado por el resto
del mundo.
A fin de mes se conocerá el fallo de la Cámara de Apelaciones
de Nueva York en referencia al reclamo de los buitres y la connivencia despiadada del juez Thomas Griesa. Nuestro país cuenta con el acompañamiento
del Bank of New York, asociaciones internacionales de bancos y tenedores de
bonos reestructurados. El Departamento del Tesoro y la Reserva Federal de
Estados Unidos apoyan la posición argentina de no atender los reclamos de los
que no aceptaron la reformulación de la deuda. Si los buitres ganan, quedará desautorizada cualquier negociación
futura sobre deuda soberana. Además, los bonistas que sí aceptaron la
propuesta argentina, tendrán todo el derecho a reclamar la diferencia, que puede alcanzar los 20 mil millones de
dólares.
El otro tema es más doloroso. Los medios con hegemonía en decadencia
toman partido por el Reino Unido y consideran
más importante la opinión de los malvinenses que la soberanía sobre las islas.
El canciller Héctor Timerman viajó al Imperio
para mantener reuniones con congresistas ingleses, brindar conferencias y concretar
encuentros con organizaciones de 18 países europeos que apoyan una negociación
por el futuro de las islas. En todas
estas instancias, la Cancillería argentina manifestará la necesidad de acatar
las resoluciones de la ONU para solucionar el conflicto por la vía diplomática.
Eso sí, sin condiciones. La negociación debe ser bilateral entre dos países y los
malvinenses no tienen voz ni voto en todo esto, porque no constituyen una nación reconocida sino que son población
implantada. Por lo que el referéndum que se realizará en marzo no tendrá
ninguna validez legal en la mesa de diálogo.
En esa estamos: mientras
el colectivo intenta construir soberanía, un manojo de individuos angurrientos
trata de arrastrarnos al peor pasado. Pero, como estamos escribiendo un
nuevo capítulo de nuestra historia, a medida que el colectivo crece, el manojo
se reduce hasta parecer insignificante. Ya nada será igual en el país que
estamos esculpiendo. Paciencia, porque
el trayecto no es corto, pero el paisaje es encantador.
Para mí, cualquier gobierno que reemplace al actual va a volver a endeudarse. Tomar deuda a lo pavote durante 4 años dejaría a ese gobernante como un héroe nacional, más o menos. No pagaría él las consecuencias. Demasiado tentador.
ResponderBorrarNota al margen: usted escribe muy bien. ¿Por qué deja discontinuos con acento?
Porque quedó así escrito y me da pereza cambiarlo. A eso apunta este texto, a mostrar que cualquier otro gobierno posible será endeudador, por convicción o por presión. El cambio cultural que estamos atravesando requiere mucha discusión y asumir que las cosas deben cambiar de nombre para cambiar las cosas. O algo así. Discutir con quien sea para convencer de que éste es el camino más certero que tenemos, a falta de otro. Porque el que está sugerido por los opositores ya es conocido por todos. Abrazo
ResponderBorrarY sin embargo, lo cambió :-)
ResponderBorrarRespecto del tema del endeudamiento, además de la convicción o la presión, está la facilidad. Si uno se endeuda para abaratar la entrada de mercadería importada o para financiar la salida de divisas en lugar de optar por otras vías más dolorosas (aumento de impuestos, postergación de satisfacción de algunas necesidades) va a recibir todo tipo de alabanzas. No es fácil negarse a la plata dulce, lamentablemente.
Sigo siempre con atención sus escritos. Saludos.