Excusas y reproches de quien nunca está
Que
el Jefe de Gobierno y el Jefe de Gabinete porteños hayan estado fuera del país es casi anecdótico, teniendo en cuenta
la crónica de los trágicos hechos de la ciudad de Buenos Aires y sus dolorosas
consecuencias. Pueden no estar, si los responsables que quedan se hacen cargo
de una crisis de la manera más eficaz y comprometida posible. Y, sobre todo, si se toman las precauciones
necesarias ante el “cambio climático” que
tantas veces se utiliza como excusa. El distrito con el mayor presupuesto
del país no puede solucionar problemas básicos de toda concentración urbana,
como la limpieza y el mantenimiento de los desagües. Y esto es más una decisión política que una carencia económica. La
insólita cifra acuática podría haber producido un daño menor si se hubieran
realizado los trabajos cotidianos de limpieza. Pero, ni bien bajó del avión que
lo trajo de sus permanentes vacaciones, Mauricio Macri destiló las
excusas de siempre y –como es habitual- derivó
las responsabilidades hacia el Gobierno Nacional por un crédito
internacional que desde hace años está mendigando. Sin embargo, desde que
asumió su primera gestión en 2007, acostumbra sub-ejecutar el presupuesto
destinado a las obras necesarias que tanto había pregonado en su campaña. Con lo que se destinó en un año en
subsidios a la educación privada, se podrían haber hecho dos veces los
entubamientos para que el agua fluya con normalidad. Un modelo de gestión
que, de una o de otra manera, está al borde de la tragedia.
Distinto
el caso de la ciudad de La Plata. En menos de dos horas cayeron entre 200 y 300
milímetros, cantidad suficiente para desbordar cualquier desagüe. El desastre
dejó más de cuarenta muertos, pero pueden ser más. Lejos de cualquier reproche, el gobernador Daniel Scioli declaró
que "es un momento muy grave
que nos tiene que unir a todos en lo más sagrado que es salvar vidas". Y esto
lo dijo después de agradecer la
colaboración de los ministerios nacionales -y hasta de La Presidenta- que integran el Comité
de Emergencias y aseguró que se está "priorizando
la asistencia humanitaria para que no tengamos que lamentar más víctimas
fatales". Y señalado esto con total intención, porque el Alcalde Amarillo en ningún momento agradeció a las fuerzas de
la Policía Federal o Gendarmería, que fueron los primeros en aparecer para
asistir a las víctimas. Por el contrario, lo único que hizo fue excusarse y
echar culpas, como acostumbra a hacer en su perpetua necedad.
Que la refuerza sin reparos. No sólo está ausente la gestión, sino
también la autocrítica. Para que no queden dudas, aseguró que su gobierno “no tiene que hacer ninguna autocrítica
sobre el funcionamiento de los servicios de emergencia, porque dimos el alerta
a las tres de la mañana”, que es la
hora en que comenzó el temporal. Además,
justificó sus vacaciones en Brasil abusando del cinismo y ostentando
protección, al decir: “soy un ser humano,
tengo familia y también necesito descansar”. ¿Más, todavía? Si lo
que ocurrió es consecuencia de su excesivo descanso sobre la espalda de los que
lo protegen. Y el cinismo mayor –o caradurismo, para usar un término más
adecuado-, cuando reflexionó: “en este
tipo de cosas, no se trata de actuar en
emergencias, sino hacer obras”.
Alguno podrá reprochar la impertinencia
de discutir políticamente estos penosos acontecimientos, pero es este nefasto personaje –junto a parte de su equipo- el que provoca tales respuestas.
A los cuatro vientos sigue afirmando que no tiene dinero para avanzar con las
obras y echa culpas al Gobierno Nacional por no autorizar un crédito internacional.
El endeudamiento resulta innecesario,
pero es un mal hábito en alguien como él. Un absurdo endeudarse cuando se
tiene el dinero. En 2011, sólo ejecutó el 73 por ciento de los fondos
destinados a infraestructura de la red pluvial y en los primeros seis meses de
2012, apenas el 2 por ciento del
presupuesto y en los meses restantes, un
9 por ciento más. Entonces, no necesita dinero extra para hacer lo que hace
falta, sino utilizar lo que tiene
asignado. Pero lo más grave es que en el presupuesto de este año, las partidas destinadas a este rubro se han
reducido en un noventa por ciento. Incomprensible el lema que siempre
repite tanto él como la vice-jefa: “que nos
dejen trabajar en paz”. En realidad,
nadie los molesta en su afán destructivo.
Por supuesto que ante una
tragedia que ha dejado muertos y damnificados que no se recuperarán con
facilidad no es políticamente correcto hacer
leña del árbol caído. Pero lo
merecen. Tanto Macri como Vidal compiten en el rubro desagradable y la segunda gana por varios cuerpos, a pesar de su pequeñez todo terreno. En
la primera conferencia de prensa, cuando las imágenes que ofrecían las
pantallas desbordaban de agua, abandono y dolor, la vice-jefa impidió el ingreso de los equipos de CN23, Radio América y
C5N, entre otros medios que tienen la mala
costumbre de hacer preguntas a funcionarios que nunca responden. Entonces, es desde la propia jefatura de
gobierno que se alienta la crítica política ante tanto desconsuelo.
Pero los hechos de la ciudad de
Buenos Aires no fueron sólo producto del azar. Eduardo Epszteyn, de la
Auditoría General porteña, informó el año pasado que tres de las obras más importantes para los barrios Belgrano y Pompeya
estaban paralizadas sin otro motivo más que la desidia. En esta ocasión,
Epszteyn denunció que “la falta de mantenimiento de la red
pluvial es notoria y en esta época en que caen las hojas, hay que
incrementar el barrido de las calles
para que no se tapen los sumideros. Todos sabíamos que había un alerta
meteorológico y la Ciudad cuenta con personal y equipos adecuados para realizar
tareas preventivas, pero no vimos en
estos días ningún tipo de movimiento en ese sentido”. En muchos barrios porteños, las ramas y
hojas producto de una reciente poda descansaron
en veredas y cunetas durante diez días y así las encontró el temporal,
dispuestas para taponar alcantarillas. Para los PRO, que los dejen trabajar en paz significa que
puedan cometer errores sin que nadie los cuestione. La peor combinación: inútiles, desaprensivos y soberbios.
Y quizá ahora venga la parte más
dolorosa, cuando los que perdieron todo vayan a mendigar los exiguos subsidios que seguramente jamás recibirán. Y, vaya
paradoja, para reclamar la suma que no alcanzará para cubrir los daños –el límite
es 15000 pesos- no deben tener deuda
alguna con la administración municipal. Cuánto tendrá que poner la
administración municipal para saldar las cuentas que tiene con los ciudadanos. Y mucho más se acrecentará la deuda, si el
clima sigue mostrando su rigor. ¿Cuánto más tendrán que padecer los
porteños por haberlo votado? ¿Cuánto más tendrán que sufrir antes de romper con
el enamoramiento hacia el ex presidente de Boca? ¿Cuándo más se expondrán los
exponentes de los medios otrora dominantes para blindar la imagen del
empresario devenido a político? Más advertencias aparecen sobre el modelo que
proponen los amarillos. De llegar a la presidencia
un engendro así, más que error será suicidio.
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