Un
arma secreta para conquistar el futuro
Con una justeza que parece derrota,
Nicolás Maduro, heredero de algunas cosas del líder bolivariano Hugo Chávez, se
impuso por poco margen en las elecciones del domingo. El porqué de tan escasa
diferencia se podrá explicar con el correr de los días. No es muy difícil
comprender que los votos no se legan, aunque el dolor por la reciente pérdida
pueda transformarse en potencia. El nuevo presidente deberá construirse a sí mismo y alcanzar sus propios
logros, poniendo el cuerpo a los problemas que aquejan a los ciudadanos. Y
no asustarse por este traspié. Nada se gana con replegarse. La victoria tampoco
le fue fácil al Padre del proyecto en sus inicios: su carisma ayudó bastante. Maduro no lo tiene, así es que deberá
suplirlo con nuevas conquistas, nuevas transformaciones, nuevos derechos. El
nuevo presidente deberá ir por más
para convertirse en una figura autónoma de su antecesor. Una interesante
lección para nuestro país en medio del año electoral. Si se quiere garantizar
una contundente victoria, la
transformación debe avanzar en su alejamiento del modelo neoliberal que
tanto daño ha causado en la región y que aún continúa al acecho.
El “vamos por más” debe ser mucho más que una frase de campaña. Y, por
ahora, lo es. Tanto, que parece asustar a algunos individuos que deliran con
que los pibes de La Cámpora los
desalojen de sus lujosas propiedades o saqueen sus cajas de seguridad.
Razonable, más aún cuando desde algunos medios con hegemonía en bancarrota, los
dóciles voceros del establishment recitan una salmodia que convierte a los
militantes en guerrilleros pro soviéticos dispuestos a todo con tal de obedecer
a la implacable y terca Jefa. Todo esto condimentado por
algunos políticos con representación parlamentaria que ya se han alejado de cualquier tipo de coherencia programática para
convertirse en defensores de intereses corporativos. La cereza del postre
siempre está a cargo de Elisa Carrió, que denuncia a CFK por corrupción de
menores y habla de armas con absoluta liviandad. Aunque pocos le crean, sus
interlocutores mediáticos dibujan en sus
pétreos rostros expresiones de seria preocupación. En este contexto de
deslegitimación republicana, resulta comprensible que algunos desordenen sus patitos mentales y
cometan exabruptos, como balear a inspectores de la AFIP o pedir la cabeza de las Autoridades Nacionales. Una cajita indigesta que tiene poco de feliz.
Tampoco resulta eficiente, por
más que se muestren entusiasmados con este desprecio a la voluntad popular.
Aunque el 18 de abril -18A para los amigos- junten muchedumbres caceroleras en
algunas plazas del país, en las urnas no
encontrarán resultados numéricos favorables. Aunque logren armar
agregaciones explosivas con nombres rimbombantes y candidatos extraídos de la
escena no-política, aunque adelanten sus campañas hasta la ilegalidad, aunque
protagonicen las más dramáticas telenovelas con formato periodístico, aunque
utilicen toneladas de tinta para difundir sus inconsistencias, nada lograrán si se niegan a construir un
país para todos.
Mientras elaboraban un sesudo y audaz documento de rechazo a
las propuestas del Ejecutivo para democratizar el inmaculado sistema judicial, una
banda de estancieros vociferaba consignas golpistas en una asamblea
institucional, ante la anuencia de sus dirigentes. Anuencia y satisfacción,
porque los dichos de estos productores coincide
con las líneas bajadas muchas veces por los más mediáticos representantes del
sector. La desobediencia fiscal es una consigna que en distintas
oportunidades han pronunciado las autoridades de las instituciones que se
amontonan en la llamada Mesa de Enlace. Por
lo tanto, no se pueden desentender de las tempestades que ahora están
cosechando. Desde estas frases que podrían considerarse como apología del
delito hasta los 23 tiros que destinó el entrerriano Sebastián Fagúndez al
coche en el que viajaban los inspectores de la AFIP en la localidad de Villa
Elisa. Afortunadamente, después de dos semanas de impunidad, un cambio en la
denominación de la carátula –de “abuso de
armas” a “homicidio simple en grado
de tentativa”- condujo a la detención del productor agropecuario, que pretendía evitar a los balazos la
revisión de sus bienes.
En ambos casos, existe un consenso construido desde arriba. Un clima que se alimenta del
desprecio, de los prejuicios, del egoísmo más despiadado. Un discurso opositor
que niega legitimidad a la mayoría, a través de procedimientos perversos que perturban pero no conquistan voluntades.
Negación en muchos sentidos, que necesita de la mentira para fundamentarse. Negación
de los logros, de las necesidades, de las herramientas, pero sobre todo, de las
consecuencias. No se puede transformar el país dejando todo
como está. No se puede garantizar el futuro si todos –tanto ricos como
pobres- quieren ir por más. Alguno
tiene que ceder. Y esta vez, el pueblo está comprometido a no hacerlo. La
mayoría no deseamos hacerlo. El futuro
exige que no lo hagamos.
El resultado de las elecciones
en Venezuela puede convertirse en una interesante lección para el resto de
Latinoamérica. Los enemigos de la
equidad quieren gobernar nuevamente y son capaces de cualquier cosa para
lograrlo. El candidato opositor, Enrique Capriles, en lugar de cabra, se
disfrazó de oveja para mejorar los resultados de las elecciones anteriores y
logró acercarse demasiado. Casi hasta el empate. El majunche edulcoró su discurso pero recrudeció su arsenal nocivo,
quizá confundiendo un poco al electorado, sobre
todo a aquél que oscila sobre la indefinición. Puede que el pajarito de Maduro haya contribuido un
poco al desconcierto, aunque no es para tanto.
Una
lección necesaria en este año electoral. Por lo general, las
elecciones legislativas no han sido consideradas como tan importantes por parte
de los votantes. Algunos las toman como la oportunidad de permitir a los
partidos chicos la conquista de una banca. Otros como castigo para algún
partido determinado. Otros como un juego de azar. Unos pocos ni se acercan a la
urna. No es tiempo de probar ni de
castigar. Tampoco de desviar la mirada. El camino es largo y tortuoso pero
el horizonte resulta prometedor. Y, a
pesar de que falte mucho, estamos un poco más cerca. No es tiempo de
arriesgarnos a retroceder ni un tranco de hormiga.
Menos aún de dudar. Aunque los
ladridos intenten aturdirnos, aunque adornen con borlas los atajos al infierno,
aunque inventen panoramas catastróficos.
No hay que ceder. Para lograr la equidad, algunos tienen que ceder, sobre todo
aquellos que se han enriquecido a costa
del esfuerzo de la mayoría, los que desbordaron sus arcas con nuestras
miserias, los que, lejos de saciarse,
todavía quieren más. Ellos aún se resisten a renunciar a una porción mínima
de sus cuantiosos privilegios y para ello recurren a todas sus tropas con un
arsenal completo.
Con todas estas metáforas
bélicas, parece que se estuviera hablando de una guerra. Y en cierto modo, lo
es. Pero no de las que se ganan con
golpes y balas. En esta historia, son los jóvenes los encargados de dar la
lección del siglo. Muy alejados de la violencia, más de diez mil militantes sociales se volcaron a asistir a las
víctimas de la desidia de los adultos. Una jornada solidaria que suma más
que cualquier mentira que se vomite ante un micrófono. Estos peligrosos purretes ganarán esta
pacífica batalla con lo que les sobra: compromiso,
convicción y, aunque pueda parecer demasiado meloso, mucho amor por el futuro.
Bien,termino de descubrir esta página y a su autor.Coincido con la posición,aunque yo sería (soy) más contundente con estos violadores de todo.(los golpistas y los ideologos del odio.)TINO
ResponderBorrarGracias. Yo también quisiera ser un poco más contundente, pero la profesión pone ciertos límites. De cualquier modo, algunos señalan que soy demasiado vehemente. Como sea, no soy tibio. Abrazo enorme
BorrarCon claridad, debemos empezar a hablar sin eufemismos, sin miedo a decir lo que pensamos...Adhiero plenamente a entrada compartiendo la necesidad de pensarnos en los pasos de Venezuela...El poder está ahí, siempre dispuesto y agazapado y no podemos dejar de iluminar la mente de los idiotas útiles que son muchos, y en parte pueden volcar elecciones cuando son ajustadas...Nosotros tenemos los pibes que no es poco porque ellos, lo que hacen y cómo lo hacen, les demuestra a los padres, muchas veces opositores, el ejemplo de solidaridad, la defensa del colectivo político popular y terminan haciendo una docencia imprescindible porque choca de frente con toda la inmundicia mediática cuyo fin es mantener sus privilegios. UN ABRAZO
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