Una
oposición que no sabe construir termina destruyendo
No fue un exabrupto ni un gesto de desesperación. Un
poco sí, pero no tanto. Por encima de todo esto, lo que declaró Chiche Duhalde
en estos días significa una mueca de sinceridad, de la honestidad más
brutal. “Podemos dejar nuestras ideas
por un rato”, concluyó, como una síntesis de lo que promete: un proyecto
sin ideas. Un no-proyecto. La expresión cacerolera de alguien que ha vivido
siempre de la política. O la expresión política de alguien que ha sido
siempre cacerolera. Si las ideas no se matan, tampoco deben abandonarse, ni
tan sólo por un rato. Quizá esto en otros tiempos hubiera resultado atractivo
para un electorado iracundo. Pero ya no o no tanto. Sin ideas no puede haber
política. Y eso se nota en todos los que, exasperados, tratan de encontrar
la vuelta en estos momentos en que la política –y, por tanto, las ideas- tiene
suma importancia. Lo que reclama Chiche no es una alianza, sino un pegote. Lo que busca Chiche no es un
proyecto de país diferente al que plantea el kirchnerismo, sino un nombre de
fantasía que logre detener este período de transformaciones insólitas. Un
revoltijo de nombres que no tenga identidad pero logre, al menos, sumar en lo
numérico.
Tanta sinceridad, abruma. “Me gustaría que la oposición deje de mirarse el ombligo; si creen que
sacarse una foto los desprestigia, les comunico que ya están todos
desprestigiados. Es momento de tragarse un sapo pensando en grande”. ‘Ombligo’,
‘foto’ y ‘sapo’, son las palabras que pueden destacarse de esta especie de
invitación que destiló la esposa del ex presidente de prepo. Una invitación no
a ninguna fiesta descontrolada, sino a una alquimia electoral que junte a
todos –“hasta Mauricio Macri”, aclaró-
“como única manera de vencer al
kirchnerismo”. Llama la
atención la idea del desprestigio. ¿Será un desprestigio posar junto a ella o
su esposo, apelar a ese cóctel indigesto o sentirse derrotados desde el vamos?
¿O todo eso junto? ¿O el desprestigio deviene de no poder con el kirchnerismo? Lo
llamativo del caso es que la dirigente considera esta propuesta pegoteadora
como “un gesto patriótico”. Una
patria construida por desprestigiados. Cuesta imaginar cuánto de grande será
la patria que piensa concretar con el abandono de toda idea política. Un
poco de patetismo nunca está de más para adornar un año electoral, mientras
no tenga eco en las urnas.
Porque no es la única que piensa en ese sentido. Las
idas y venidas de dirigentes, los dichos y contradichos, los creativos y
desconcertantes nombres con que bautizan a sus engendros, los montajes
fotográficos con que se presentan en sociedad… Todo en una coreografía
desacoplada sin un fin que justifique semejantes medios. Y los medios con
hegemonía menguante que hacen un casting antojadizo para posicionar alguna
figura que resulte atractiva y logre engatusar a un votante arrebatado. Una
figura que, aunque no tenga ideas, sepa recitar de un tirón los parlamentos que
alguien escribe desde las sombras. O que declame con histrionismo algunos
titulares en las sesiones del Congreso. De ésos, abundan. Pero ninguno cala
hondo en el sentir cacerolero. Claro, como vomitan incoherencias, como
deambulan entre contradicciones, como se niegan a señalar un rumbo alternativo,
como destilan el mismo veneno que los medios que los cobijan, el público al
que se dirigen es un hervidero de individuos imposible de cohesionar detrás de
alguna idea. Salvo, por supuesto, borrar de la escena política al
kirchnerismo.
Si algo está cada vez más claro es que la orden sugerida por Chiche Duhalde es lo
que piensan casi todos los que se encuadran en la llamada oposición. Algunos,
sin vergüenza, estrechan manos que antes hubieran escupido. Y uno dice
‘algunos’ para ser benévolos. Los candidatos van de un lado al otro como en un
bolillero enloquecido, con la esperanza de que el mero azar los convierta en
ganadores. ¿Para qué? Todavía no lo han pensado. También, con tantas
vueltas no se puede pensar. Por eso dicen lo que dicen y hacen lo que hacen. Porque
no pueden detenerse a pensar, de tan obsesionados que están con la pesadilla kirchnerista.
En realidad, lo que pide Chiche es un sinsentido, porque
hace tiempo que han abandonado las ideas. Un caso reciente puede confirmar
esta afirmación que parece tan alocada. La semana pasada el equipo económico
del Gobierno Nacional presentó en sociedad el proyecto conocido como blanqueo
de divisas no declaradas. Por supuesto, los opositores pusieron el grito en el
cielo. Pero, mientras denostaron la iniciativa, clamaban por una mega
devaluación, basados no en duros datos de la macroeconomía internacional,
sino en los deseos de los especuladores financieros, esa minoría que no tiene
patria pero sí enormes bolsillos. Un mercado ilegal que opera en oscuras
cuevas con individuos que no pueden actuar a plena luz del día. Mucho
esfuerzo literario para describir a los que pagan el dólar a cualquier precio
porque se mueven en la más abyecta ilegalidad. Entonces, los políticos de
la oposición denigran el proyecto de exteriorización de divisas no declaradas
cuando, a la vez, pretenden legitimar a los ilegales que juegan a la
ruleta con el blue. Y también piden a los gritos cárcel para Lázaro Báez y
todos los involucrados en esa opereta mientras guardan un sospechoso
silencio ante las denuncias de Hernán Arbizu que involucran al Grupo Clarín.
Claro, actúan así porque no tienen idea de dónde están parados. O sí, pero
tratan de disimularlo.
Uno no elabora estas críticas porque sí. Uno espera
que la oposición proponga un camino alternativo para arribar al mismo fin: un
país para todos. Espera infructuosa, porque propuestas, ni por
aproximación. Ante un cuadro de situación como el de la fuga de divisas y la
falta de inversión, tienen que formular algo diferente al achicamiento del Estado
o la entrega generosa de los bienes a las garras del capital internacional.
O por lo menos, invitar a los fugadores para que apuesten al país. Porque la
sangría ha sido garrafal en las últimas décadas. En el período que va de
1978 a 1982, cuando Martínez de Hoz comandaba la economía, la fuga rondó los 24
mil millones de dólares. Como resultado de la convertibilidad, hubo una fuga
superior a los 41 mil millones de la moneda verde. Y con la crisis de 2001
nuestro país volcó a los paraísos
fiscales algo más de 28 mil millones de la adictiva divisa norteamericana. En
esos tres momentos de nuestra historia reciente, el país perdió casi 93 mil
millones de dólares como resultado del accionar perverso de los que toman al
país como una ubre permanente. Pero hay mucho más que está dando vueltas,
aunque es muy difícil de cuantificar.
De alguna manera, hay que recuperarlos. Al menos una
parte. Y eso es lo que propone este proyecto de ley que se está debatiendo en
las comisiones correspondientes del Senado. Una idea. Tal vez no la mejor,
pero sí la más adecuada para tentar a algunos de los fugadores. En todo
caso, para invitarlos a retractarse de un accionar que resulta muy destructivo
para el país. Un convite para que un manojo de individuos intente viajar en
colectivo. Una posibilidad más para que apuesten al desarrollo con los
bienes que todos, en algún momento del pasado, permitimos que se lleven.
Si hay alguna idea mejor para recuperar esas fortunas sería interesante que la
vuelquen en la mesa de discusión. Como no la hay, ni en este tema ni en
ninguno, deberemos soportar hasta octubre los aullidos disonantes de los
que no saben construir ni una montañita de arena, pero pretenden
convertirse en alternativa de gobierno. Soportar, aunque también divertirnos
con sus tropiezos aliancistas, sus gritos desesperados, sus rostros
desencajados. Divertido y a la vez, lamentable. Sobre todo, un poco
triste.
las ideas estimado, se contraponen con el sentimiento gorila que ve en las mismas peligrosidad
ResponderBorrarPor supuesto, no tienen más idea que el propio gorilismo. Por eso actúan como actúan. Con las ideas y los logros vamos a salir adelante, aunque con esfuerzo y paciencia, por supuesto
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