Nada
se terminó, sino todo lo contrario
Que Videla haya dejado este
mundo sin una pizca de arrepentimiento, sin aportar un dato, sin bajar sus
brazos genocidas confirma y refuerza
todas las condenas que recibió y las que estaban en espera. En su caso, más
que muerte, fue una fuga. Por eso, no debemos confiar en la existencia del
infierno. Si hubiera un lugar así, muchos mejorarían su accionar en la Tierra.
Ante la duda, los castigos tienen que ser bien terrenales. Entonces, hay que
apurar los juicios pendientes, tanto de militares como de civiles, para que nadie se escape en complicidad con
la Muerte. Ya lo ha hecho José Alfredo Martínez de Hoz, el padre de la
criatura económica que debió aplicarse a fuerza de sangre. Muchos de los que
llenaron sus arcas con semejante plan de exterminio tienen sus juicios
congelados por jueces temerosos o consustanciados con aquellos años oscuros.
Cómplices, en algunos casos. No es venganza exigir que cuanto antes tengan una
condena. Los años pasan y es necesario garantizar unos años de cárcel para esos
siniestros personajes, antes de que la
Muerte los libere del repudio de casi toda la sociedad.
Aunque cueste entenderlo, hay
un “casi” que resulta doloroso. Esto sin tener en cuenta a los que en las
escenas cotidianas pontifican, como al pasar, “acá tienen que volver los militares para poner orden” o la más
exitosa “con los milicos estábamos
mejor”. De tan inconsistentes,
individualistas y desinformadas, ni merecen respuesta. Otros, en cambio,
intentan ser más sutiles, aunque no lo logran. La diputada del PRO, Laura
Alonso, escribió en su cuenta de twitter: “son
igualmente monstruos los que celebraron la muerte de Kirchner como los que hoy
celebran la de Videla. Representan una Argentina sin valores. Qué decadencia
moral. Cuando nos miremos en unos años, nos espantaremos de nosotros mismos”. No
esperó unos años para mirarse, sino algunos minutos y aclaró, para oscurecer: “Videla fue un dictador genocida y Kirchner
fue un presidente electo democráticamente y
corrupto. No son comparables”. Todo
sirve a estos personajes para alimentar sus infructuosas campañas no-políticas.
Quien ya no contiene su
impudicia opinativa es Jorge Lanata. En su provocativa nota publicada en Clarín
ya desde el título revela sus intenciones: “Videla murió, pero no se acabó la cultura
autoritaria”. Amañando los
hechos, desde un diario que creció gracias a la dictadura, se pregunta: “¿son tan distintos los militares que se
pensaban anteriores a la Nación que el
grupo que sostiene el monopolio de lo nacional y popular?”. Desde la
negación de las diferencias hasta la utilización de ‘monopolio’, esta frase –y
todo el texto- está atravesado por una
intención malsana, sumamente confusa y hasta manipuladora.
Pero quien brinda la
posibilidad de hacer un análisis mucho más profundo es el líder del PRO,
Mauricio Macri. Como siempre,
oportunista y superficial, tiene frases
de pósters para cada ocasión. Dejando en suspenso la hipocresía y el cinismo
que siempre ostenta, el Procesado Alcalde
Amarillo escribió un tuit que significa mucho más de lo que dice. “Videla nos recuerda lo que nunca más
queremos en la Argentina”, difundió, como esperando el aplauso. Si el
genocida nos recuerda eso, entonces, Macri
no debería seguir reivindicando como mejor gestión municipal la que llevó
adelante Osvaldo Cacciatore, militar aeronáutico puesto por la dictadura
entre 1976 y 1982. O al menos, devolver los montos con que se benefició la
empresa familiar que él presidía, gracias
a su amistad con el intendente de facto. En todo caso, especificar qué es
lo que nunca más queremos en nuestro país. Porque Videla es sólo el personaje
emergente de ese período como estereotipo del mal. Pensar a Videla como el
villano absoluto de historieta de superhéroes porta una liviandad peligrosa. Los tiempos de la dictadura no son nefastos
sólo por sus métodos, sino también por sus objetivos. El dictador fue un
instrumento de un plan pergeñado por un sector minoritario.
La dictadura es mucho más que
Videla: la oligarquía terrateniente, el gran capital transnacional y los
especuladores financieros escribieron el
guión y oficiaron de titiriteros para ser los beneficiarios del gran despojo
nacional. Los militares aplicaron su experticia para aniquilar toda
resistencia a ese engendro económico y social que se basaba en la
desindustrialización, la especulación, el endeudamiento externo y fuga de
capitales. Todo para enriquecer a una
minoría patricia que todavía goza de buena salud. Un período económico que
arrancó con devaluación de un 80 por ciento, liberación de los precios,
congelamiento de los salarios, suspensión del derecho a huelga y mucha
represión y muerte. Las consecuencias de un gobierno autoritario en serio: la participación del salario
en el PBI se redujo del 43 al 25 por
ciento y la desocupación galopó hacia cifras siderales. Todo esto condimentado con toneladas de
corrupción. Y como además de saquear, torturar y desaparecer, sabían
multiplicar, la deuda externa se
sextuplicó gracias a la estatización de las obligaciones privadas, que terminó
en las bóvedas de muchos de los
empresarios –y sus mercenarios y siervos- que hoy se esfuerzan en calificar al actual gobierno como una dictadura.
Algunos quieren considerar la
muerte de Videla como el fin de una etapa. Nada más lejos. No estamos siquiera a mitad de camino de esa lucha por la reparación de
tanto daño. Aún queda conocer el destino de gran parte de los ciudadanos
que aún están desaparecidos. También falta recuperar cerca de 400 nietos,
enredados aún en las sombras del Plan Sistemático de Robo de Bebés. Y muchos por condenar, demasiado que
devolver. Así es que, los que se ilusionan que con el genocida fenecido se acaba
el tema, terminarán defraudados.
De acuerdo a un estudio
realizado por el Centro de Estudios de Opinión Pública, CEOP, el 77 por ciento de los encuestados está de
acuerdo con la anulación de los indultos y el juicio a todos los responsables y
beneficiarios de la dictadura. Este trabajo conducido por Roberto Bacman
tuvo como objetivo examinar la mirada que los argentinos tienen sobre estos
diez años de Proyecto K. El muestreo se realizó en la última semana sobre más
de mil casos distribuidos en todo el territorio nacional a través de consultas
telefónicas. Entre los aspectos más valorados por los consultados se encuentran
la reactivación de la economía y el
nuevo papel que cumple el Estado. La AUH, la estatización de más de la
mitad de YPF, la recuperación de los fondos de pensión y de Aerolíneas
Argentinas tienen una aceptación cercana
al 70 por ciento. Y mientras los medios con hegemonía en franca disminución
mascullan su impotencia, las medidas más criticadas son las que más aprobación
encuentran. El Fútbol para Todos cuenta
con un respaldo del 88 por ciento mientras que la LSCA le sigue con el 67 por
ciento.
Más allá de estas conclusiones
numéricas, ésta ha sido verdaderamente
una década ganada. Y si alguien duda, puede prestar atención a este final.
En una de las últimas entrevistas que concedió, Videla realizó una lectura del
actual Gobierno que, como de quién viene, se convierte en una de las más
fuertes ponderaciones: “nuestro peor
momento llegó con los Kirchner”. Y
si éste es el peor momento para Ellos, sin dudas, es el mejor para todos
nosotros.
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