Lo
que los protestones no quieren ver
Algunos piensan que es
exagerado hablar de la Década Ganada. Otros, directamente, miran con sorna
cuando aparece esta expresión. Incansables,
despotrican, protestan, blasfeman, injurian, calumnian. En conversaciones
cotidianas, pierden los estribos, niegan realidades, repiten titulares. Pero, sobre todo, se sumergen en la
amnesia, mal endémico que siempre nos ha traído problemas. Con sólo mirar
hacia atrás, los argumentos vienen solos. Pero una mueca de desprecio surge del
cacerolero de turno. Claro, para ellos, sólo alguien muy ingenuo puede creer en el relato K. Ingenuo o comprado.
Los K somos tontos o corruptos, no queda
otra. De acuerdo, uno también sostiene cosas parecidas sobre los anti-K. Dicho
esto apelando al tan mentado beneficio de la duda. Sin embargo, las desmentidas
abundan, aunque ellos no se enteran. Algunas
patrañas con forma de titular caen por su propio peso, pero la voluntad de
creer supera toda coherencia. También, pesan mucho la costumbre de estar en
contra y la tradición de la desconfianza. Y, por supuesto, el enojo permanente
que dibuja un imperturbable fruncimiento del rostro. Algunos, nomás, porque gran parte de la población mantiene desde hace
unos años una amplia sonrisa que no puede borrarse con nada.
Y no es para menos. A pesar de
las crisis que pronostican los agoreros, cada vez estamos más lejos del pantano
de principios de siglo. Y la catástrofe
nunca llega. Mientras en los países del ex Primer Mundo se suceden los
ajustes, La Presidenta anuncia en Cadena Nacional un incremento de todas las asignaciones, que supera los índices de
inflación más alucinados. Gran diferencia: en las últimas décadas del siglo
pasado, los mandatarios usaban la cadena sólo para enviarnos por un tubo a
la cámara séptica. En cambio, ahora nos estamos acostumbrando a que nos den
buenas noticias.
Estamos tan lejos de aquellos
tiempos. Los de expresión estreñida hablarán de la corrupción, pero los que vivimos en los noventa sabemos
muy bien lo que es eso. También recordamos lo que es la impunidad instaurada
desde el propio Estado. Y además, conservamos en la memoria aquella Corte que de suprema no tenía nada. Los ajustes eran una constante y la
política económica dejaba nuestros bolsillos cada vez más flacos. Eso sí,
casi no había inflación. Tampoco crecimiento. O sí, pero lo que crecía era la desocupación y la pobreza. Un poco
más atrás, tuvimos una verdadera dictadura. Así que no nos pueden engañar
tampoco con eso. Menos aún los que
fueron sus instigadores, cómplices y beneficiarios.
Cuando asumió Néstor Kirchner
en 2003, el salario mínimo era de 200 pesos y ahora de 2875. Un 1337
por ciento de aumento. Los negadores dirán que la inflación se comió esas
mejoras. Al contrario, con el actual
salario mínimo se pueden comprar más cosas. En 2003, quien cobraba el
mínimo podía comprar 190 litros de leche La Serenísima. Hoy, puede comprar 435.
Diez años atrás con ese monto se adquirían 60 kilos de arroz Gallo y hoy 171.
Si hablamos de queso cremoso Sancor sólo alcanzaba para 25 kilos y hoy para casi
60. Antes, uno podía obtener 91 docenas de huevos y hoy 169. Y respecto de la carne,
un asalariado de la mínima se arreglaba con 25 kilos de tapa de nalga y hoy da
para 59 kilos. Estos números son más
fáciles de comprender que los casos de corrupción casi novelescos con los que
muchos se apasionan. Encima, casi todos infundados.
Desde las propaladoras de
estiércol ya no saben qué hacer para romper el embrujo K. Como están acostumbrados a digitar el ánimo del público, no entienden
cómo las viejas tretas han dejado de dar resultado. Para fin de mes planean
una nueva catarsis cacerolera –de las espontáneas- y quizá por eso ponen
todo su ingenio en juego para inventar los casos más alocados. Ni siquiera se
preocupan por inventar historias verosímiles. Las bolsas de dinero vuelan descontroladas en una peligrosa coreografía
de corrupción. Las denuncias se convierten en sentencias antes de llegar al
kiosco de Tribunales. El Jurado mediático apuesta al linchamiento porque, en la
vida real, la Justicia es más lenta. Los
cómplices y bufones de esta estrategia destructiva apuran las denuncias ante
cámara porque saben que un Juez no
las tomaría en cuenta, salvo para darles el gusto. O para entrar en el juego.
Los que se abroquelan en la tan
desorientada oposición participan del casting
que propone el establishment para coronar al Elegido, sin sospechar que de esa
manera van camino a la aniquilación. La
agenda mediática es tan antojadiza que es imposible convertirla en política y
los políticos que se zambullen en ese tejido terminan tan enredados que no
saben qué pensar. Ejemplos sobran. Pero el último resulta doloroso. El
gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, quizá conmovido por la reciente
muerte del Dictador o preocupado por el
futuro de los cómplices civiles, realizó una confusa propuesta que después
se esmeró en negar. Tarde, por supuesto. “Argentina
necesita un baño de reconciliación” exclamó, como un iluminado, en el
programa de Alfredo Leuco. Lejos de
reconocer algún mérito al gobierno que eliminó las Leyes del Perdón e impulsó
los juicios por delitos de Lesa Humanidad, trató de ironizar pero quedó en
ridículo. El mediterráneo con aspiraciones al fracaso afirmó que el gobierno
desarrolla “una política del resentimiento; en vez de negociar para conseguir
la información necesaria se dedicó a amenazarlos diciéndoles ‘los vamos a
reventar’”. Inspirado a más no poder, propone una negociación con los
genocidas, “como en otros países: ‘Te
ofrezco reducirte las penas si me decís realmente dónde están los que nos
faltan’”. El repudio no fue escaso
ante semejantes ideas extemporáneas.
Porque para seguir creciendo
hay que avanzar y no retroceder. Para recuperar lo que perdimos en décadas
pasadas, el Estado tiene que ocupar
aquellos espacios que los privados abandonan. El ministro del Interior y
Transporte, Florencio Randazzo, no descartó “estatizar
el sistema ferroviario de pasajeros si las empresas que operan las líneas no
cumplen con su función, que es que los pasajeros viajen todos los días un poco
mejor”. Una diferencia enorme con otros tiempos, cuando lo privado era
garantía de excelencia, pero, en realidad, privaba
a los usuarios hasta del mínimo servicio. Lo único de excelencia era la
cantidad de plata que se llevaban.
Cualquier síntesis que se haga
de estos diez años resultará insuficiente. Los anuncios de La Presidenta
muestran un Estado que garantiza la
distribución del ingreso y reactiva el mercado interno para dinamizar el
crecimiento. Pero además, es capaz de señalar a los responsables de la
inflación, que tanto desespera a los adoradores de la ortodoxia económica. Por
eso, CFK convocó a los militantes con el programa “Mirar para cuidar”, que
recibió las más disparatadas interpretaciones de los disparatados de siempre.
Antes, la observación de los precios estaba en manos de individuos que recorrían
las góndolas para cuidar su propio bolsillo. A partir de ahora, serán grupos de ciudadanos organizados que
destinan su tiempo para resguardar el bolsillo de todos. Las
transformaciones que hemos tenido en estos años son tantas, que no entran en
ningún texto que pretenda ser sintético. Menos aún, en una frase. Pero lo más
significativo de esta década es, sin dudas, la conformación de un colectivo solidario que se vuelve cada vez más
indisoluble.
Buen post! Primera vez que leo tu blog.
ResponderBorrarLo que más duele de lo que falta es el trabajo en negro, porque muchos de los logros del gobierno articulan con estar en blanco (PROCREAR, por ej).
Lo que está claro es que, según ellos, los datos duros de la realidad indican que en cualquier momento el humor social se vuelve en contra de ese gobierno. Y eso indica que no entendieron nada.
En realidad, muchos de los que se oponen entienden muy bien lo que está pasando. Y por eso se oponen con tanto énfasis. El trabajo no registrado es una de las deudas pendientes en gran parte por una cuestión cultural. También de especulación. Muy difícil revertir en diez años un mal que es histórico. Así y todo, como propongo en este texto, con sólo mirar cómo estuvimos, los argumentos sobran. Un abrazo enorme y espero verte seguido por mi blog.
BorrarME GUSTÓ.
ResponderBorrarPROPONGO SEGUIR AGREGANDO RAZONES DE ÍNDOLES VARIADOS.
POR EJEMPLO: HACE 10 AÑOS CON UN SALARO MÍNIMO ALQUILABAS TRES CUARTO DEPTO . HOY CASI DOS. ( SI TE HACÍAS CON EL MENCIONADO SALARIO PUES DURANTE CASI OCHO MESES ALGUNOS NI LOS PERCIBIMOS). MIGUEL PARJOMETZ