miércoles, 29 de mayo de 2013

Los senderos hacia el fracaso



Una camisa de fuerza para la agenda mediática
El extravío opositor llega a niveles tan absurdos que convierte en sencilla la carrera electoral para el oficialismo. Como muchas veces se anticipó en estos apuntes, andar detrás de la agenda planteada por los medios con hegemonía en franco retroceso impide la elaboración de plataformas atractivas para los votantes. Las víctimas de ese proceder no son sólo los exponentes de los diferentes partidos anti-K, sino también los dispersos individuos que no encuentran nombres que representen su disconformidad. No es para menos: el contenido que difunden no es más que una alocada paleta de desinformación, prejuicios, improperios que no puede conducir a otra cosa más que a la disolución de la sociedad. El editorial que la otrora Tribuna de Doctrina publicó el lunes bajo el título “1933” es otra muestra de su intención manipuladora, destinada a profundizar el estreñido gesto de sus lectores. El texto está atravesado por una grosera comparación embrutecedora, con el agregado de la negación comparativa que ellos mismos plantean. El recurso tan gastado de “salvando las distancias” es la confirmación de que esas distancias no pueden ser salvadas. A pesar de los esfuerzos del autor de ese panfleto, no hay manera de encontrar similitudes entre el surgimiento del nazismo y el momento que vive nuestro país. El todo vale para desgastar al Proyecto K hace aguas desde la primera frase hasta la última.
Por eso, no resulta llamativo que hasta los mismos trabajadores del diario La Nación hayan manifestado sus críticas hacia la posición que se expresa en ese editorial. La Asamblea de Trabajadores de Prensa del matutino mitrista exteriorizó su "más enérgico rechazo a este tipo de comparaciones impropias que no hacen más que exacerbar el odio". La DAIA, entidad que representa políticamente a la comunidad judía, también pronunció su malestar ante ese texto, que advierte que “los argentinos deberíamos reparar en los rasgos autoritarios que, cada vez con mayor frecuencia, pone de manifiesto el Gobierno”. Para la DAIA, la aclaración con que comienza y finaliza el libelo del diario –“salvando las enormes distancias”- no logra evitar la equiparación entre dos hechos que son absolutamente distintos.
El editorialista hace una reconstrucción del ascenso de Hitler y su nefasto proyecto político para trazar caprichosos paralelismos temáticos con algunas decisiones tomadas durante estos diez años de gobierno kirchnerista. Con despreciables intenciones, omite procedimientos y metas, además de las millones de víctimas que todavía horrorizan al mundo. No sólo es un producto textual que merece un rotundo repudio por su finalidad destituyente sino también por su pobreza intelectual y analítica. En fin, un ejemplo más del desconcierto en que se encuentran ciertas plumas que no saben cómo interrumpir este camino de transformación que los desespera.
Las víctimas de esta locura opinativa no están entre los lectores, solamente. La mayoría de los exponentes de los partidos opositores también se trepan a este tren desaforado, abandonando cualquier intención crítica. Y todavía no advierten que están a punto de colisionar con el más estrepitoso fracaso electoral. Pero no sólo en estas tierras se advierte semejante extravío. El Foro de San Pablo, que agrupa a organizaciones políticas progresistas y de izquierda de América Latina, acaba de expulsar al Partido Socialista que lidera Hermes Binner. No es para menos. Las declaraciones del ex anestesista sobre el chavismo y su apoyo al candidato opositor de la derecha venezolana no hablan muy bien de su espíritu progresista. Menos aún, cuando responsabilizó a “los gobiernos populistas de la región” por los muertos que se produjeron después de las últimas elecciones en la República Bolivariana. Bien merecido lo tiene por decir cualquier cosa para congraciarse con los dueños del Poder Fáctico. Por unos minutos de cámara y una caricia en el lomo es capaz de vomitar consignas de notoria inconsistencia ideológica.
Y eso que los del Foro de San Pablo no escucharon las críticas que el gobernador de Santa Fe, Antonio Bonfatti, realizó sobre la campaña “Mirar para cuidar”. Después de manifestar su desconfianza sobre los resultados del control de los militantes al acuerdo de precios, afirmó que el mercado tiene sus propias leyes. Una afirmación que proviene del lugar común que durante los años del neoliberalismo se grabó a fuego en la mente de los colonizados. Si con las leyes del mercado nos fue como nos fue, es evidente que esas leyes no sirven. Esta consigna tan fácil de repetir debe ser erradicada del discurso dominante para que las transformaciones se conviertan en realidad. Precisamente, es el Estado, el poder político, quien debe señalar los pasos a todos los integrantes de la sociedad. De lo contrario, la angurria mercantil destruye cualquier fin colectivo.
Pero hay más desorientados en la escena política vernácula. La Mesa de Enlace, en su afán opositor, aportó argumentos al oficialismo nacional. Por supuesto, sin quererlo. En un mero afán protestón y para garantizar un lugar en la tapa de los medios, montaron un mini mercado vegetal en el centro porteño para denunciar “la distorsión de precios entre lo que reciben los productores y lo que se paga en góndolas”. Los transeúntes observaban sorprendidos el precio de frutas y hortalizas que ni en sus más placidos sueños habían visto. Tomates a 1,5 pesos el kilo, peras, manzanas y bananas a 80 centavos y papas a 1,10. La presencia del Jefe de Gobierno porteño le puso el moño a semejante acto opositor. Aunque argumentó –sin argumentos, claro está- que el incremento de los precios se debe a un Estado poco austero, la movida estanciera confirma la postura del kirchnerismo: que es en la cadena de comercialización donde se producen los abusivos precios que deben pagar los consumidores.
En esa pintoresca y colorida protesta vegetariana, el presidente de Federación Agraria, Eduardo Buzzi, se fue para el lado de los tomates con sus contradictorias declaraciones. “Estamos intentando hacer una puesta en escena de la dificultad de miles de productores del interior por la suba de los costos y pérdida de competitividad por el tipo de cambio retrasado”, explicó Buzzi para dar contenido a lo que no lo tenía. Quizá un poco avergonzado ante la posibilidad de quedar adherido a los especuladores financieros, aseguró que “nunca nos van a encontrar militando en las filas devaluacionistas”. Un mentís para la historia: protesta contra el tipo de cambio retrasado pero afirma no ser devaluacionista. Tal vez, codo a codo con Macri y los estancieros, cuestione el acuerdo de precios, el control de los militantes y todo lo que proponga el Gobierno Nacional, de manera tal que los desorientados pobladores están a merced de desorientados dirigentes, que a su vez, son víctimas de las desorientadoras consignas mediáticas.
Más allá de todos estos intentos carroñeros, todavía pervive en el corazón de los ciudadanos el entusiasmo manifestado durante la fiesta del 25. La Plaza de Mayo se vio desbordada por más de 700 mil voluntades que celebraron todo lo conquistado en estos diez años de proyecto K. El Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, afirmó que “los profetas del desánimo están molestos porque lo que ocurrió, ocurrió, y lo vieron todos los argentinos, sin insultos, sin agravios, para festejar todo lo que se había logrado”. Toda la monserga de los medios, periodistas y políticos opositores referida al rechazo al kirchnerismo por parte de todos los argentinos quedó desdibujada por la contundencia de los números. El fin de ciclo que tanto anuncian no es más que el augurio de su propio fracaso. La masiva fiesta del sábado no sólo expresa la pasión que despierta La Presidenta y la felicidad por los logros. También confirma el compromiso para continuar por este camino ascendente hacia el país equitativo con el que muchos hemos soñado tantas veces.

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