Proyectos
que enloquecen a los que no saben qué defender
Ya no quedan dudas: la única manera que tienen de llegar a algo
es apostando al fracaso. Por eso dicen lo que dicen y proponen lo que
proponen. Si eso puede considerarse proponer, por supuesto. En realidad, más
que propuestas, revolean absurdos, sin temor al ridículo. Sin pensar, siquiera, en las consecuencias
que pueden tener las estrategias poco políticas a las que apelan para atraer
las siniestras simpatías del establishment. De no ser una situación cercana
al drama, parecería que estamos presenciando un apasionante partido de tenis.
Los carroñeros tiran bolas explosivas y el Gobierno Nacional las rechaza con
gracia y elegancia. La metáfora podría resultar risueña, pero la historia nos enseña que, ante ciertos riesgos, el humor no es
la mejor opción. Nadie puede considerar como una travesura que algunos
presionen para conseguir una mega devaluación que llene un poco más bolsillos
ya saturados. Nadie puede apreciar el chiste
del senador Morales, obsesionado hasta el absurdo con la “parábola de los ladrillos”, mientras se
trataba en comisiones el proyecto de exteriorización de divisas no declaradas. Nadie
puede tomar a la ligera las intenciones destructivas de algunos personajes, mientras la mayoría –que ya padeció otrora
las acciones destructivas de esos mismos personajes- apuesta a un proyecto que
promete la construcción de un país en serio.
Aún no convencidos de la
ineficacia de las consignas que esgrimen, tratan
de ganar protagonismo mediático con la insípida esperanza de conquistar
voluntades electorales. Para eso insisten con dibujar escenarios
catastróficos ante cada paso que da el Gobierno Nacional. Emperrados en su
fracaso, no atinan a proponer una alternativa creíble para disputar
gobernabilidad al kirchnerismo. Como
malísimos opositores, sólo saben oponerse a todo, ante la duda. No sea cosa
que los personeros del Poder Fáctico les echen una mala mirada y los borren de
la escena. Por eso los argumentos que creen irrebatibles, resultan absurdos
hasta para una marmota. Hace semanas que vienen alimentando la hoguera del
dólar, con la malsana intención de
trastocar la economía doméstica. Si ya todos sabemos que cuando el dólar
aumenta se desbarata todo. ¿A quién se le puede ocurrir que una devaluación de
la moneda va a frenar la inflación? Vamos, que no nacimos ayer. Al contrario,
la inflación se va a disparar al infinito. Y
entonces sí van a tener excusas para sostener sus desconcertantes y
desorientadas campañas. “Nos preocupa
que el Senado ponga el foco en un mercado ilegal insignificante, que ni
siquiera podemos medir”, expresó Mercedes Marcó del Pont en pleno debate del
proyecto.
Como autómatas impresentables,
sólo brindan la repetición de lemas cuyos autores nunca dan la cara. Los temas
son los mismos de siempre: la inflación y el tipo de cambio. Las excusas,
también: la libertad, el republicanismo y la independencia de los poderes. Pero las intenciones están ocultas, aunque
son por todos conocidas: retomar el control de la economía para saturar sus
arcas a costa de la miseria de la mayoría. Que los especuladores de siempre
jueguen a la rayuela con el dólar
ilegal no es representativo de lo que vive nuestro país. Sin embargo, tratan de
amplificar ese accionar destructivo como si fuera usual en todos los
habitantes. Mentira: sólo unos 200 mil
individuos se entretienen en las cuevas. Eso sí, el dólar sigue siendo el
vicio adictivo de un número más importante, aunque tampoco para alarmarse. Pero
todos los que aprietan para que la moneda verde suba, saben que “una devaluación impactaría en el PBI,
habría una menor capacidad de importación –explicó el viceministro Axel
Kicillof- Aquellos que están preocupados
por ese verso de la estanflación, ¿qué piden? Directamente una devaluación. Esta no es la solución de nada”. Y
ya lo aclaró La Presidenta: no habrá devaluación porque significaría una
transferencia de recursos de los sectores mayoritarios hacia una minoría
angurrienta e insaciable.
En sintonía con esto –o tal vez
no tanto- el Equipo Económico propuso esta semana un proyecto de ley para
atraer divisas en moneda extranjera sin declarar. Muchos rasgaron sus trajes cotidianos y se calzaron el sayo de la
moralidad. Primero, empezaron a instalar la idea de que esta medida es la
antesala de una precipitosa caída. Como si la estrategia del dólar ilegal
hubiera vaciado las reservas del Banco Central, algo muy lejos de la realidad. Otra de esas oscuras ideas apunta a
afirmar que como no somos un país confiable y estamos aislados del mundo, nadie
nos presta un centavo. En realidad, nadie
nos presta porque no pedimos. Este proyecto de exteriorización de divisas
tiene como objetivo recuperar sumas que estaban ociosas, fuera del sistema. Nadie lo va a aplaudir gustoso, pero
tampoco es para denostarlo. Si no es la primera vez que se hace ni será la
última. Tampoco da para que la senadora Laura Montero, del peronismo disidente,
afirme que “esta es la ley del perdón y
el premio para los evasores: es gravísimo”. Como si ella junto sus pares denunciara a los cuatro vientos a todos
los evasores del país.
Además, el proyecto expresa
claramente que quedará excluido todo el que pretenda “despenalizar sumas de dinero
producto de lavado de activos y financiamiento del terrorismo, querellados o
imputados por lavado, trata de personas o narcotráfico; los que se encuentran
en proceso de quiebra; los funcionarios públicos de todos los estamentos y
poderes y sus familiares”. Quizá sea demasiado ingenuo pensar que
los beneficiarios serán quienes hayan cometido una pequeña picardía, pero
tampoco pretende perdonar a grandes delincuentes. Eso sí, puede tener tan auspiciosos resultados como el blanqueo
realizado en 2009, que conquistó a más de 32 mil voluntades que volcaron al
sistema más de 4000 millones de dólares. Para el diputado nacional Roberto Feletti,
esta ley permitirá atraer más de 5000 millones para financiar proyectos
inmobiliarios y energéticos. Además, explicó que esta norma está destinada
a evitar que “al que no apostó a la
Argentina le vaya bien sobre la base de quebrar el país” y agregó que ésta
es una “batalla histórica por impedir
un golpe de mercado a partir de una debilidad del sector externo”.
Pero
hay otro proyecto de ley que va a invitar a las debilitadas fuerzas opositoras a
que desplieguen toda su capacidad histriónica. Un grupo de diputados del Frente
para la Victoria, con Carlos Kunkel a la cabeza, presentó una iniciativa para “declarar de utilidad pública y expropiar el
24 por ciento del patrimonio de la empresa mixta Papel Prensa”. Si esta
propuesta se convierte en ley, el Estado Nacional pasará a controlar la
principal papelera del país con un 52 por ciento de las acciones. Antes de
que los opositores pongan el grito en el cielo en pos de defender la libertad
de expresión y otras estupideces por el estilo, los accionistas mayoritarios,
los propietarios de Clarín y La Nación, son los autores de un vaciamiento de
la empresa y venden a los demás diarios el papel a un precio mayor al que corresponde.
Además, hay delitos de lesa humanidad de por medio al apropiarse de la fábrica
en complicidad con la dictadura en 1977. Para ser sinceros, merecen esto y
mucho más. Pero la protección judicial que obtienen niega la independencia
de poderes que algunos opositores declaman.
Este
partido continúa y es apasionante. Aunque el premio no es una copa, sino un
país que debe ser para todos y no para una minoría que siempre ha querido
dominarlo para satisfacer sus más mezquinos intereses.
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