En todo el mundo se cuecen habas, dice un conocido refrán. Con cualquier
otra hortaliza también funciona. Porque lo importante no es lo que se cueza, sino que se cueza. Y uno piensa que ciertas
cosas pasan sólo acá, pero después se entera de que en otras latitudes pasan
cosas parecidas. Entonces, aquellos que
crean que las oposiciones apátridas y
destituyentes son un invento argentino, le erraron fiero. El dulce de
leche, puede ser, pero la oposición que hace cualquier cosa con tal de oponerse
parece la constante en muchos parlamentos. El presidente de EEUU, Barack Obama,
confesó, exasperado que "desde que los republicanos son mayoría en
la Cámara, hay una crisis así cada 3 meses. Sé que ustedes están cansados
de esto. Yo también". Este hecho rememora aquel 2010 en que el
Gobierno Nacional quedó sin presupuesto por primera vez en la historia porque
el pegote de los adversarios -una
mayoría circunstancial y polimorfa- quería debilitar la gobernabilidad. Una
mayoría opositora no significa el equilibrio del poder, sino todo lo contrario.
Más aún cuando las cosas funcionan bien
y sólo hace falta alguna que otra corrección.
En
el Imperio parece haber una extorsión: los republicanos y su ala derecha –más,
todavía- el tea party quieren boicotear el nuevo sistema de salud
propuesto por los demócratas. Una oposición que se niega a distribuir.
Porque los que menos tienen, en el país
de las maravillas, pueden morir de
una gripe por no acceder a la mínima atención sin desembolsar fortunas. Desigualdad
en su nivel más extremo. Y no digamos que Obama quiere romper las normas del
capitalismo salvaje, sino apenas suavizarlo. Ni eso puede. Algunas ciudades
importantes se han declarado en default y están al borde de convertirse en pueblos fantasma. "Ustedes escogieron a sus
representantes para que les hagan la vida más sencilla, no más dura", se lamentó Obama ante las cámaras. Y
pronunció una advertencia con forma de amenaza: "si Washington cae en default, todo el mundo va a tener
problemas". A no asustarse: no va a bombardear el resto del mundo por
puro resentimiento, sino que, en cierta forma, si caen ellos, caemos todos. Eso sí, cuando los demás caen, a ellos no
les pasa nada.
A
pesar de esto, no piensan abandonar sus planes conquistadores. El despliegue militar que ocupa gran parte
del mundo no se verá afectado por la movida opositora. Con la mitad de lo
que gastan en sus bravatas, los ciudadanos norteamericanos vivirían en el
paraíso. Y el resto del mundo también, porque no tendría la amenaza constante
de este país tan belicoso. A riesgo de no ser preciso, la crisis del país del
Norte es una consecuencia del
incumplimiento de sus promesas de campaña. A poco de asumir, destinó fondos
públicos para auxiliar a las entidades financieras en crisis, algo que prometió no hacer. Pero lo hizo y
esa fortuna fue repartida entre los directores de las compañías destinatarias y
continuaron en rojo. Tampoco cerró Guantánamo y, a pesar de haber ganado el
Premio Nobel de la Paz, siguió desatando
conflictos y haciendo justicia a lo cowboy. Y la economía doméstica está
cada vez más complicada. No sólo como consecuencia de la mayoría republicana,
sino porque la imagen que vende al mundo tiene poco que ver con lo que puertas
adentro ocurre.
Quedará
para otro apunte desentrañar esos
misterios. Por ahora, quedémonos con la idea de la oposición como mayoría. Allá
vota poca gente porque las elecciones se efectúan en día laborable y no
cualquier ciudadano está dispuesto a sacrificar la paga para ejercer sus
derechos. Entonces, sólo votan los
acomodados y los que pueden ostentar una tibia conciencia cívica. En
cambio, en nuestro país, votan casi todos, incluso los ciudadanitos de 16 que se incorporan por primera vez a la fiesta de
la democracia. Allá predominan dos partidos políticos –republicanos y
demócratas- que no tienen demasiadas diferencias ideológicas, salvo algunos
matices. En Argentina, por más que se hable de bipartidismo, hay una amplia
gama que se ofrece al votante, desde
partidos centenarios que se adaptan a los nuevos tiempos hasta movimientos que
aglutinan fuerzas de todas las especies. Allá la industria bélica en todas
sus variantes es la base de la economía y la posesión de armas es casi una
obligación. Acá, por suerte, eso es muy
mal visto. Allá, por muchos motivos, están con el agua al cuello. En Argentina, por primera vez en mucho
tiempo, navegamos cómodos sobre la línea de flotación.
Y
no porque los mares estén calmos, precisamente. Los malos vientos amenazan desde todos los rincones y no ven la hora de
convertirse en tormenta. Un tibio capitán ya estaría conduciendo este barco
de acuerdo a los vericuetos de los insaciables o hubiera entregado el timón al
mejor postor. Las metáforas marinas suelen producir mareos, pero resultan muy
ilustrativas. Sobre todo cuando el rumbo
es firme y en el horizonte se dibuja el luminoso destino.
Cuando
las estrellas no nos pueden orientar, fabricamos
nuestros propios satélites para facilitar la comunicación. Como el
crecimiento de estos años necesita más energía, apostamos al autoabastecimiento aprovechando nuestro potencial y extendemos las redes eléctricas y gasíferas
para garantizar el suministro. Como este Estado ofrece algo más que esponja y
detergente, retornaron mil científicos
para destinar sus conocimientos al desarrollo nacional. Como este proyecto
busca incluir a todos, redistribuye a través del trabajo, la educación, la
vivienda y la salud. Como necesitamos construir un imaginario colectivo, la producción televisiva y cinematográfica
ha crecido como nunca con contenidos más federales y creativos. Como
continuar con esta enumeración puede resultar agotador, tanto para el lector
como el autor, sólo resta apelar a la síntesis. A pesar del riesgoso efecto que
están produciendo las tretas agoreras, estos diez años han sido insólitos. En un sentido más que bueno, por supuesto.
“Esta fue la década del crecimiento –explicó CFK, después de inaugurar nuevas
obras y entregar 500 viviendas en San Juan-
Ahora tiene que venir la década del
desarrollo”. Fiel a su estilo, dictó una frase para un póster con su
foto como fondo: “hoy tenemos futuro
porque hemos construido durante la última década este presente”. Y no es para
menos: el último reporte económico del Banco de Desarrollo para América Latina
(CAF) indica que Argentina lidera el
promedio de generación de empleo en la región. Lo más importante es que
casi el 70 por ciento de los ocupados trabajan en emprendimientos con menos de
nueve empleados. Esto significa que las grandes empresas y los oligopolios
alimenticios no sólo ocupan poca mano de
obra sino que producen distorsiones en los precios para incrementar sus
ganancias. Un nuevo escollo para salvar.
De acuerdo a este informe, en nuestro país, “se
destinan recursos relevantes a programas dirigidos a formar redes y facilitar
el encuentro entre individuos con distintas destrezas”, lo que incentiva
nuevos emprendimientos.
Un
Estado presente para conquistar la equidad tantas veces prometida, aunque para eso deba domesticar a los grandotes que quieren quedarse con todo.
Lograr ese objetivo necesita fortaleza y mucho compromiso, tanto en el timonel
como en los tripulantes. Y todo seguirá
muy bien, salvo que los pasajeros enloquezcan y empiecen a saltar en la
cubierta. Un peligro, no sólo por los mareos, sino por el riesgo de dañar
el casco.
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