En una semana poblada por el retorno de La
Presidenta, la ausencia de delito en la
no-causa de la ex Ciccone pasó a un plano secundario, aunque es saludable
destacar su trascendencia. Esta operación que duró casi dos años, sembrando desconfianza
sobre el vice-presidente Amado Boudou, degradando su figura pública y
agraviando su persona, no merece sólo
una vuelta de página para elegir una nueva víctima. Periodistas, políticos
y muchos caceroleros saturaron el espacio con insultos y enojos basados en
prejuicios mediáticos y alentados por algunos cómplices judiciales. Nuestro
país atravesó las elecciones legislativas y la enfermedad de Cristina con
Boudou ejerciendo la presidencia y soportando las injurias más exasperadas. “Impresentable” es lo más liviano que
dijeron de él y no puede existir la
convivencia democrática con gritones tan equivocados. Mientras esperamos
las disculpas correspondientes, el nuevo equipo gubernamental se prepara para
realizar importantes transformaciones. Por
lo que parece, lo que viene no será un maquillaje.
La investigación en contra de Boudou debe
cerrarse porque no hay definición sobre cuál es el delito que se está indagando.
Esta es la idea que el fiscal Javier de Luca presentó ante la Cámara de Casación,
que “falta
la acción penal”. Desde el
principio, como muchas veces se ha señalado en estos Apuntes, no se sabía cuál
era el dolo cometido por el autor de la recuperación de los fondos de pensión.
Acusaciones disparadas hacia múltiples blancos, el testimonio de una mujer
despechada, allanamientos e indefiniciones contribuyeron
al accionar destituyente. Y los exponentes de la oposición, que siempre se
llenan la boca hablando del respeto a las instituciones, pisotearon el principio de presunción de inocencia de nuestro
sistema judicial. ¿Cuántos de estos personajes deberían llamarse a silencio
durante un tiempo, no por censura, sino
por vergüenza? Pero no conviene abrigar esperanzas al respecto.
Y no son las
únicas acciones opositoras que pisotean las instituciones. Las ausencias
prolongadas de algunos diputados, por ejemplo, deberían ser tomadas como
abandono del puesto de trabajo, como ocurre con cualquier empleado. O al menos,
evitar la postulación de un
representante que decide no representar a nadie. Otro asunto un poco más
complejo es la mudanza de camisetas.
En estos días se conoció la novedad de que Facundo Moyano, que conquistó su banca por el FPV, ahora decide pasar a las filas
del massismo. ¿De quién es la banca, del partido o del individuo? ¿No debería renunciar, para no traicionar
los votos que lo coronaron como diputado? ¿Cómo sabe que sus votantes
quieren que se mude a Tigre? ¿Quién es
él para obligar a sus representados a congeniar con el candidato del
establishment?
Otro asunto para considerar: durante un tiempo
la discusión pasó por evitar que La Presidenta acceda a un tercer mandato, algo
no permitido por la Constitución. Sin embargo, diputados y senadores no tienen ningún tipo de limitaciones y podemos
verificar la presencia de muchos atornillados
que no aportan nada y sin embargo están siempre habilitados para vivir a
costa del Estado. Pensar en estas cosas convertiría la representación
parlamentaria en un trabajo más cercano al Congreso que a los estudios
televisivos.
Lo que
vendrá
Los cambios en el gabinete no significan un barajar y dar de nuevo. Los nuevos
funcionarios están comprometidos a profundizar este recorrido con tácticas
distintas. Quienes menearon el rabo
pensando que la ortodoxia económica podría inyectar algunas dosis de sus
destructivas recetas, quedaron defraudados a los pocos minutos. Como pocas veces en nuestra historia, los
funcionarios salientes se fueron por la puerta grande. Hasta el licenciado
Guillermo Moreno ha sido merecedor de elogiosas despedidas, en proporción con
la pueril demonización de los medios hegemónicos. Considerar que este cambio es
un triunfo del Poder Fáctico destructivo es encerrarse en la pequeñez de la
mirada carroñera. Un buen estratega sabe disimular una debilidad para engañar
al adversario. Moreno ya cumplió con su
objetivo: poner en evidencia que con ciertos tipos no hay diálogo posible.
Los que le atribuyen malos modales son los que no están habituados a que pongan
al descubierto su miserable angurria. De a poco, se tendrán que acostumbrar.
Mientras Hermes Binner y Sergio Massa, como
adolescentes decimonónicos, deambulan
por la vieja y explosiva Europa para exhibirse como presidenciables, el
kirchnerismo trata de recuperar el terreno perdido. Y también, la iniciativa.
Desde el lunes, el Gobierno Nacional tiene la agenda en sus manos y el nuevo
Jefe de Gabinete no va a permitir que se la arrebaten. Todos los días,
Capitanich expone ante la prensa los pasos que decide dar el oficialismo, pero
los periodistas que hasta hace un tiempo estaban ansiosos por preguntar, ahora
no saben cómo hacerlo. En el diccionario K no hay lugar para palabras como ‘ajuste’, ‘derrame’ o ‘reducción del gasto’. No están entre las opciones los preceptos
ortodoxos que nos llevaron al desastre. El flamante ministro de Economía -nuevo
demonio del establishment- lo ha dicho de múltiples formas: el crecimiento se produce de abajo hacia
arriba y no a la inversa. Y estos diez años lo demuestran. A pesar de
algunos períodos de baja performance, el promedio superior al siete por ciento
debería convencer a los nostálgicos del neoliberalismo. Pero son brutos o
testarudos. O las dos cosas y algo más. La
pretensión de aplicar el recetario que no sólo fracasó sino que nos hundió como
nunca no habla muy bien de sus apologistas.
Jorge Capitanich ha sido por demás de claro. Si
la inflación es un problema, no se
solucionará bajando el gasto público, ajustando a los trabajadores, reduciendo
la emisión monetaria ni aplicando una brusca devaluación. Esta salmodia
convencional perjudica a los muchos para beneficiar a unos pocos. La inflación
forma parte de la puja redistributiva y no
es un problema estructural, sino moral. Lo que viene es un control en la
cadena de comercialización para descubrir quiénes se quedan con la mayor
tajada. Poner un límite al porcentaje de ganancia de productores e
intermediarios sería una medida
razonable para evitar el saqueo que hacen sobre los salarios. Pero no
bastan los acuerdos de precios que resultan difíciles de controlar. El
consumidor no sólo necesita saber el número acordado sino cuánto cuesta
producir determinado producto, más allá de las marcas y las variantes. Que se
difunda el costo, no el precio arbitrario con que llega a las góndolas. Así sabremos de una vez por todas con qué
parte de nuestros salarios se quieren apropiar.
El otro paso interesante que ha dado el nuevo
equipo es el proyecto para elevar la carga impositiva sobre bienes suntuarios. El que quiera hacer ostentación de riqueza deberá
pagar mucho más. Una manera de desalentar las importaciones innecesarias
para cuidar nuestras divisas. “Es mucho
más importante tener insumos esenciales para la cadena productiva que para
comprar un auto lujoso que sólo satisface a una persona”, aclaró Capitanich.
Vale insistir con esta idea: el interés
público debe ser más importante que el capricho particular. El año pasado,
el antojo de los que más tienen permitió la fuga de más de 700 millones de
dólares. No es mucho, pero suma. También habría que pensar en una carga
impositiva para quienes viajan con frecuencia al extranjero como si salieran a
dar una vuelta.
Algunos
individuos pensarán que cada uno hace lo que quiere con su dinero. Sí, siempre
y cuando los demás no paguemos las consecuencias de sus privilegios. Además, habría que considerar si eso que a unos
pocos les sobra no nos pertenece a todos. Pero no debemos apresurarnos.
Tenemos tiempo de sobra para diseñar otras transformaciones.
Profesor: que la inflación es un problema moral es un concepto -por decir lo menos- novedoso: hurgo en el diccionario de la RAE y no veo que ninguna de sus ocho acepciones pueda ser de aplicación al caso. También me resulta algo extraño, el negarle entidad de estructural a la inflación ( infiero ,por su escrito, que no pertenece usted a la escuela que adopta está postura : el monetarismo - indisolublemente asociado al neoliberalismo). Me gustaría que aclarase , extendiéndose, este intríngulis.
ResponderBorrarEspeculativo y no productivo
BorrarLa inflación es inmoral cuando su origen no es la carencia del producto sino la especulación
BorrarEn ese caso, la inmoralidad estará en el comportamiento de los agentes económicos( los especuladores) no en un hecho que - como tal - es axiológicamente neutro.Ahora bien, que entiende usted por escasez es la pregunta que sigue , como la noche al dí?(diría Polonio). Si ésta es una provisión inferior de bienes y servicios que aquéllos que la población demanda , la definición se confunde con la condición de posibilidad de la elección económicamente significativa( entre bienes escasos y fines múltiples) por lo que es absolutamente trivial. Si, en cambio, usted profesor, entiende como escasez alguna suerte de carencia producto de una colusión ( de la que ya nos prevenía Adam Smith) entre los productores ,ésta sería ilegal- pero no necesariamente inmoral- si ( y sólo sí) este tipo de conducta estuviera sancionada negativamente por las reglas de juego económico de la sociedad en cuestión.El problema es que una de las condiciones del capitalismo, o de la economía de mercado ( de la cuál este gobierno-por lo menos de la boca para afuera- hace profesión de fe) es la soberanía de los agentes: cada uno- consumidor ,productor- toma sus decisiones individualmente según su conveniencia y su leal saber y entender( Como ,genialmente, lo expresó Anatole France : los ricos y los pobres tiene derecho a morirse de hambre bajo los puentes del Sena) por lo que este comportamiento tampoco podría considerarse inmoral salvo que se negase explícitamente la validez de esas reglas de juego y se postulase una alternativa ( vbg. Stalin , en la década del 30, negó el derecho a los campesinos ucranianos de disponer de parte de su cosecha para alimentarse y se las confiscó.La hambruna subsiguiente costó millones de vidas y se la conoce como el Holocausto oculto u Holodomor) .Es obvio que entre el individualismo extremo y el totalitarismo soviético existen muchas posiciones intermedias pero - y he aquí mi punto- su justificación en términos morales debería ser realizada un poco más cuidadosamente ( sobre todo por alguien que es "casi fillósofo" y que habrá rendido alguna materia con Carpio).
BorrarNo contesto subestimaciones. Jamás rendiría asignaturas con tan pobre material. Las reglas de juego no son vacas sagradas, sino acuerdos colectivos. La escasez puede ser contingente o provocada. La provocada -acaparamiento, especulación desinversión- es inmoral. Lo de los derechos es relativo. Mucha mescolanza detractora hay en tu comentario. Considero que la tendencia debe ser el bien público, el de la mayoría. Si algunos individuos deciden atentar contra ese fin, debería ponérselos en vereda. Es todo.
BorrarOtra duda que me surge es respecto al cartabón que usted usa para calificar- indirectamente - la gestión de Moreno. Lo cito("Moreno ya cumplió con su objetivo: poner en evidencia que con ciertos tipos no hay diálogo posible.") y ,me pregunto, si el dejar claro esta contradicción- para usted principal- fue la función del ex secretario de Comercio Interior , para qué hizo todo lo que hizo . Era necesario hacer caer el stock ganadero en diez millones de cabezas para mostrar cuan mala es la oligarquía?Había que destinar ingentes fondos para demostrar que la " autogestión" en Massuh fue un desastre? Era imprescindible mostrar urbi et orbi el fracaso del blanqueo para dejar en claro que los capitalistas - de aquí, de allá y de acullá- no confían ( porque son mala gente, egoístas y desmedidamente ambiciosos ) en los el "modelo de desarrollo con inclusión social" ? Y - last but not at all least- la destrucción de toda vestigio de estadística nacional creíble ( con la pública boutade- bah. payasada- de afirmar que la inflación era la que marcaba el Indec)era también funcional para la identificación del enemigo con el que no se puede hablar ?( pero , parece, con quienes ahora el Coqui lo va a empezar a hacer)
ResponderBorrarEsto es demasiado y hay demasiada información confusa para poder responder en pocas líneas. Las estadísticas no son verdaderas o falsas. Pueden ser correctas o incorrectas desde su metodología. Las estadísticas son abstracciones que no cuentan una realidad. El IPC influye sobre los bonos de la deuda y por eso debe tender a la baja. Los que protestan por el INDEC son los que tienen intereses financieros con esos bonos.
Borrarla estadística - definida como la tecnología del método científico- cuantifica variables y , en este sentido , sus resultados se pueden considerar- forzando un tanto la definición- abstracciones de la realidad. Si estas mediciones logran captar cuantitativamente el fenómeno que intentan describir su resultado es verdadero( correcto o incorrecto sería el diseño conceptual de la medición). Vayamos a los bifes: si tomamos un conjunto de mediciones de variaciones de precios y la dividimos por dos o por tres ( porque a Itzcovich o a Edwin así se lo ordenaron) estas mediciones no son verdaderas, cualesquiera que hayan sido las razones que determinaron esta decisión( como la "patriótica" que la propia Edwin esgrime en sus charlas privadas : disminuir el costo de los pagos a los tenedores de bonos ajustados por CER- que son , en su mayoría, víctimas de la pesificación asimétrica del 2002).
ResponderBorrarTodo bien De La Percha.... Aunque no te entiendo la mitad de lo que decís, capto el sentido de tu idea... Viste como somos los "negros", no nos complacen los rodeos y vueltas dialécticas. Y cuando una idea económica es expresada en forma tan complicada, con tanto rebusque, desconfiamos un poco de las intenciones del dicente. Son los años, y la sabiduría que trae aparejada la experiencia, el motivo de esa desconfianza hacia los adoradores del libre mercado, del cual infiero, vos sos un ferviente admirador. Como seguramente sabés, los "negros" odiamos como se debe a la oligarquía, y a todos sus voceros.
BorrarGracias, Wolf. Había algo en los comentarios de Elena que me incomodaba. Y claro... es la ausencia de sencillez, la abundancia de confusión y la tendencia a abrazarse a conceptos herméticos. Pensé que era un problema mío, que no comprendía lo que quería decir. Pero, Wolf, tu comentario me deja más tranquilo. Abrazo
BorrarWolf: no conozco cuál es su nivel de estudios y - por lo tanto- su posibilidad de aprehender algunos conceptos abstractos - aunque elementales- de economía. De todas maneras no era usted a quién escribía sino a Gustavo ( se autodefine como "casi filósofo" - entiendo que el adverbio se refiere a no haber completado la Licenciatura en filosofía ,por lo que yo yo suponía a priori , que tenía el suficiente manejo teórico como para entenderlos) . Daba por hecho que habría leído algunos capítulos de "El Capital" - el desarrollo del concepto de fetichismo de la mercancía no es precisamente una obviedad- de "Ser y tiempo", el "Tractaus" , a Sartre, a Fanon, a Arghiri Emmanuel y no solamente a Scalabrini Ortiz, Jauretche y "La comunidad organizada",por ello me parecía factible - e interesante- plantear algún tipo de polémica de cierto vuelo. Creo que la pifié fulero!l Le pido disculpas, don Gustavo: siga nomás desplegando su saber simple, inmediato, y vocinglero que intenta ser la voz del inefable ser nacional ( y popular) .
ResponderBorrarEstá claro que este es un blog periodístico, no filosófico. Y si bien tiene algunos toques de interactividad, el autor soy yo. Puedo agradecer algunas sugerencias o correcciones, pero no aceptar que me saquen de mi eje temático y estilístico. Tómalo o déjalo. Las subestimaciones no las contesto, pero no me gustan. Por eso no las hago. Gracias por tu visita.
BorrarSu actitud,Gustavo, es clásica y definitivamente kirchnerista: a la argumentación oponerle - y suprimirla con - la fuerza("tómalo o déjalo") Ese es el tipo de actitud que hoy predomina( también en la oposición , debo admitirlo) . Yo no pretendí sacarlo de su"eje temático", antes bien, mi crítica estaba basada en él y ni una sola de mis afirmaciones al respecto fueron rebatidas ni con datos ni con razones.
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