Aunque no haya una suculenta
bibliografía al respecto, la palabra ‘diálogo’ parece portar una fortaleza
que la torna casi mágica. Todos la utilizan como si su sola pronunciación
transformara visiblemente nuestro mundo. Hasta los más negados de la oralidad la
tienen pegoteada en sus labios. Eso sí: el significado subyacente es distinto
de acuerdo al actor que la usa. Para
algunos es un encuentro entre iguales; para otros el espacio ideal para dictar
órdenes. En estos días, el Jefe de Gabinete Jorge Capitanich convocó al
gobernador de Santa Fe y al Alcalde de la CABA para, ni más ni menos, dialogar
sobre algunos asuntos cruciales. Y ambos reaccionaron de manera diferente: uno
en un sentido y el otro, en otro. No es para desesperarse. Ya estamos acostumbrados a ciertas posturas malintencionadas
disfrazadas de incomprensión. Lo importante para algunos es reforzar la sensación
de que todo se hace mal, aunque la realidad demuestre todo lo contrario. Y de este lado, el compromiso de
contrarrestar tanto desánimo malsano recibe como retribución una lastimosa
mirada de condescendencia. Tarea difícil destronar el sentido común
hegemónico. Pero vale la pena, a pesar de esas miradas.
Una de las primeras frases de
Capitanich pareció iluminar algunos rostros, aunque la aclaración trajo algunas
decepciones. “Con la oposición vamos a
tener todo el diálogo que sea necesario”, aseguró el ex gobernador
chaqueño, pero “el debate público que quiera dar la oposición lo vamos a dar en el
Congreso, como corresponde”. Imprescindible
realizar alguna que otra precisión: el diálogo aceptable necesita tener buenas
intenciones e información no manipulada para llevarlo adelante. Algunos
exponentes de la oposición han dado muestras de ser más vulnerables que el
público, al engancharse en las
operaciones des-informativas más absurdas. También, con la sola finalidad
de desgastar al Gobierno Nacional y apuntarse algunos porotos en la embestida
deslegitimadora. Aunque pueda sonar un poco sectario, debe convocarse al diálogo sólo a aquellos que merecen ser convocados.
¿Qué se puede hablar con Carrió, Bullrich o Pinedo, que demuestran no tener
idea de lo que dicen? Pronto, el santafesino Miguel del Sel se sumará a este
escueto listado, que sólo busca citar algunos ejemplos y no agotar el universo
de los individuos que aportarían casi nada en cualquier conversación.
En esta ocasión, los
principales convidados han sido Antonio Bonfatti y Mauricio Macri, aunque han
tenido reacciones diferentes. El gobernador de Santa Fe aceptó gustoso el
convite, aunque con el tono cauto que lo caracteriza. El Alcalde porteño, portador de una impostura que le queda
grande, aceptó pero con los tacones de punta. Con el desprecio que lo
desborda cuando se refiere a todo lo K, agregó
que "Capitanich
debe recordar que con todos los Jefes de Gabinete que tuvo el kirchnerismo
arrancamos igual". Con sólo ojear las crónicas de esos encuentros, se podrá advertir que la pretensión del Líder Amarillo era casi
que gobernaran por él, que pusieran parches en sus desaciertos, que arreglaran
sus abandonos. En definitiva, que el Estado Nacional componga lo que la
Intendencia rompa. Y como si asistiera a un juego de azar o a algún certamen de
belleza, Macri afirmó: "vamos a ir
con la ilusión, pero uno va siempre pensando que esta es la vez que se va a
dar". No pasa por ahí, Ingeniero, sino
por comprender que las autoridades nacionales no están al servicio de su
desidia. Lo que Macri entiende como diálogo, en realidad es dictado de órdenes. Como buen patrón, habla de
consenso cuando exige obediencia. Con él nada funciona, salvo la sumisión a sus
caprichos.
Esto
es dialogar
Cuando el año pasado el
Gobierno decidió expropiar el 51 por ciento de las acciones de Repsol en YPF,
muchos creímos estar soñando. Entonces, los
eternos dialoguistas defensores del republicanismo, saltaron para proteger los
intereses de la empresa española que había saqueado los recursos energéticos,
estafando a todos los argentinos. La expropiación ocurrió después de muchos
años de advertencias hacia una
distribuidora de combustibles que creció gracias a nuestra paciencia hasta
convertirse en una multinacional de peso. Desde su aparición en los noventa,
Argentina fue perdiendo su soberanía energética y necesitó recurrir cada vez
más a la importación. Y de reinversión, ni hablar. El abandono los pozos y la ausencia de exploración hizo decrecer la
influencia de YPF en la economía doméstica, además del daño ambiental del que
todavía no se ha hablado demasiado.
El Estado argentino expropió la
mitad de las acciones de Repsol en la empresa nacional, aunque debería haber confiscado la totalidad sin compensación alguna.
Después surgió el reclamo de la petrolera por más de diez mil millones de
dólares ante el CIADI y la contradenuncia argentina por vaciamiento y algo más.
Entre la expropiación y el pre acuerdo surgido de las autoridades de los dos
países, está el crecimiento de YPF con
su nueva conformación, cuyas ganancias permitirían adquirir una compañía similar.
Y también está la exploración y explotación del yacimiento de Vaca Muerta, uno
de los más importantes del mundo. Por último, también está la recuperación de la producción, un paso más hacia la
soberanía energética. Después de todo esto, el acuerdo extrajudicial que
deberá aprobar el Consejo de Administración de la ya no tan española Repsol
apenas supera la mitad de lo que exigían.
El
Estado recupera potestad ante la multinacional en poco más de un año. Del
diálogo desigual que pretendía el Poder Económico se pasó a una relación de
iguales entre las dos naciones y la
empresa sometiéndose a las decisiones del Poder Político. Un cambio de
paradigma digno de destacarse. Un nuevo paso hacia el destierro del neoliberalismo
que tanto daño ha hecho en estas tierras. Una
importante señal hacia una parte del mundo para comenzar a abandonarlo.
Y para terminar, una mala
concepción de diálogo. Con la asunción de Carlos Casamiquela como ministro de
Agricultura, los estancieros intentan una nueva arremetida. Para el vicepresidente
de la FAA, Julio Curras, “el diálogo sería que nos escuchen en los
reclamos que tenemos, donde hablamos de un sector que aportó mucho y hoy no
puede más, ya que por cada 100 pesos que producimos, un total de 87 son
impuestos y gastos de comercialización”. Esto no es
diálogo, porque, de entrada, exige un monólogo: quiere ser escuchado. Y después miente
–o al menos, exagera- al decir que hoy no pueden más. ¿Qué no pueden más? La
Asociación de Fábricas Argentinas de Tractores indicó que en los primeros nueves meses de este año superaron el nivel de ventas
de todo el 2012, lo que sugiere un incremento de más del 70 por ciento.
¿Quién compra estos equipos si no son los empresarios agrícolas y para qué las
compran si les va mal? A partir de la
mentira, no hay diálogo posible.
La magia de ese vocablo se
choca con la realidad. El diálogo no es un sacramento, sino un compromiso, el
de encontrar una salida para los temas sobre los que se va a dialogar. Quien
quiera sacar ventajas, llevar como brújula sus mezquinos intereses, imponer su
criterio para someter el de otros no está aportando nada bueno para solucionar
asunto alguno. En estos casos, el
diálogo no más que una burda hipocresía. Y son hipócritas los que lo llevan
como bandera.
Totalmente de acuerdo Gustavo !! Como siempre,muy interesante leerte y agrego ; Sin un verdadero "Diálogo" no hay "Comunicación" posible y mucho menos un "Acuerdo" satisfactorio en pos del beneficio para el País de los 40 millones ...
ResponderBorrarY es importante destacar que Comunicación proviene de 'común' y de allí derivan términos como 'comunidad', por ejemplo. Mirá todo lo que ponemos en riesgo cuando no hay ´diálogo
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