La adecuación a regañadientes
del Grupo parece descolocar a los obsecuentes habituales. Claro, con tantos cambios en los planes, no saben para dónde ladrar.
Menos mal que los creativos de Clarín elaboraron un documento que inspirará los
editoriales de los próximos días. Casi
una declaración de principios, que anticipa su final. Al menos como
monstruoso monopolio. En breve serán muchos, pero más chiquitos. Eso sí, igual
de mal intencionados y mentirosos. Porque, contra todo lo que se ha dicho
durante estos cuatro años, la LSCA no se mete con los contenidos. Todo lo que
aún se sigue vociferando, no tiene sentido. Lo más absurdo es lo del monopolio estatal, que se confunde con la
orientación ideológica de los posibles licenciatarios. ¿O acaso un
kirchnerista no puede adquirir un medio de comunicación? En esto está la clave:
lo que ellos presentan como libertad de
expresión es el silencio de las
voces que se oponen a ese sentido común embrutecedor que han construido a lo largo de su historia. La libertad de expresión sólo estaría
garantizada si son ellos los únicos habilitados para hablar.
En pos de eso, periodistas y
políticos opositores consustanciados con esa extraña manera de concebir los
derechos, recorren todos los territorios
posibles para militar la sinrazón. En la CIDH de la OEA, Magdalena y
Joaquín posaron para el ridículo. Algo parecido pasó con los cancerberos del
PRO, que presentaron un escrito que fue calificado como “inadmisible, impresentable” por los miembros de la Corte Suprema.
Con apenas unos reglones desbarataron un titular. Los amarillos se jugaron por la corporación mediática apelando a un
absurdo jurídico que, según fuentes de esa fuerza no-política, fue
aconsejado por el propio Lorenzetti. “Tienen
todo por hacer”, dicen que les dijo el Presidente Supremo. Si los PRO toman
al pie de la letra un enunciado tan amplio, tendremos que prepararnos para las
acciones más disparatadas. O peligrosas.
Paradoja: los macristas afirman
sin pudor que tienen contacto y reciben consejos del magistrado y nadie se alborota.
La mentira del semanario Perfil se
transformó en escandaloso titular en los medios carroñeros porque si Lorenzetti habla con Zanini o cualquier
funcionario del gobierno vulnera la independencia
de los poderes. Ahora, si los dirigentes del PRO –muchos de ellos
diputados- reciben recomendaciones del juez, no pasa nada. ¿No es muy obsceno?
¿O lo que quieren es dibujar la necesidad de un juicio político a algunos
Supremos?
Pero siempre flota una palabra
que nadie se atreve a definir. La independencia para algunos parece ser
una garantía de excelencia. Para esta
concepción mediocre de las cosas, quien sea independiente
tiene el sendero libre hacia la divinidad. Por supuesto, la
independencia en la que piensan está teñida por unas cuantas dosis de cinismo.
Para ellos -periodistas y dirigentes alineados con el Grupo- la independencia es
sinónimo de pertenencia. Para ser
independientes, hay que pensar como ellos. La opción sarmientina civilización o barbarie se transforma,
gracias a la magia de los manipuladores en independientes
o K.
Documentos
inoportunos
Junto con los planes de
adecuación -que esperan la revisión del AFSCA- los directivos del Grupo
presentaron un escrito. En el texto, por una inexistente diferencia con los
plazos, los hipócritas se exhibieron
como víctimas de la discriminación. El absurdo que plantean: aunque merezcan más tiempo, se someten a la arbitrariedad K. Ellos, que frenaron tanto
tiempo una ley pensada durante 30 años de democracia y votada por amplia
mayoría en el Congreso, quieren
mostrarse como inocentes vestales violadas por una pandilla de sátiros. Pero,
a pesar de que sus libertades y derechos sean
mancillados por los pendencieros y autoritarios K, bajan su mirada, agachan
la cabeza y obedecen como un tierno cachorrito ante la furia de su amo. Quien crea esta patraña no se enoje si lo
consideramos un imbécil o un cómplice de la peor especie.
Pero lo más grave de la carta,
en la que denuncia que el AFSCA “inició
un procedimiento de oficio al margen de la ley” para “apoderarse de sus activos, en una lisa y llana confiscación”, es
que utiliza algunos términos que pueden
considerarse como un insulto a las instituciones. Además de tildar como
ilegal el ingreso de Martín Sabbatella a las oficinas del Monopolio para “quitar compulsivamente” sus medios
audiovisuales, lo calificó como de facto.
Ya habían jugado antes con el término desparecer,
de doloroso significado para nuestra memoria. Lo siguen haciendo, sólo para provocar más dolor. Pero, para
reforzar la idea del gobierno autoritario e ilegítimo, lo condenan a ser,
además, de facto.
Justo esta semana vienen a
utilizar esta expresión. Como en una grotesca tragicomedia, el Grupo accedió a cumplir con la ley –eso
sí, en disconformidad- el mismo día que Agustín Rossi decidió dar a conocer el azaroso hallazgo de los archivos de la
dictadura. Un paréntesis: además de crueles, despiadados, asesinos,
morbosos, criminales y ladrones, los militares golpistas eran un poco bobos. ¿Cómo van a dejar intactos durante treinta
años tantos documentos en los que relataban sus atrocidades? Porque no es
una carpetita que se puede traspapelar entre otras. No. Lo que encontraron esos
operarios en un subsuelo del edificio Cóndor son unos 1500 biblioratos con las actas originales de los encuentros de los
miembros de la Junta Militar, fundamentos ideológicos de ese accionar perverso
y muchos registros de los pedidos de familiares de desaparecidos, entre otros
elementos más.
Seis meses demandará ordenar
todo esto. Pero vale la pena esperar, si
el premio es verificar muchas de las cosas que se sospechan sobre el fuerte
lazo que unió a civiles y militares para llevar a cabo ese siniestro plan fundacional. Muchos estarán temblando en serio,
no porque un gobierno autoritario de mentira los persiga, sino por la verdad
que surja de esos viejos papeles. Los que tenían más motivos para temblar eran
los artistas, periodistas y pensadores que figuraban en las listas negras de la
dictadura, bajo la clasificación F4, el
mayor de los niveles de peligrosidad. “Cuando
me enteré de las listas reviví todos esos años, que fueron angustiantes y
difíciles”, cuenta Víctor Heredia. Difícil imaginar el horror que debe
despertar la lectura de esos 300 nombres escritos por una tenebrosa garra para
fines destructivos.
Por más que digan lo que digan,
nada de eso pasa en estos días. Este hallazgo sirve para mostrar lo que es una
verdadera dictadura y despabilar a los
alienados que afirman que estos tiempos se parecen bastante. La directora de
Asuntos Jurídicos del ministerio de Defensa, Graciana Peñafort, consideró que “estamos tratando
con documentación original que en los juicios en los que se discute la política
económica de la dictadura, por ejemplo, servirán para dar cuenta de un plan económico y sistemático hecho en
violación a la Constitución y a los derechos humanos de quienes eran
accionistas de las sociedades”. Y acá entra la
adquisición de la empresa Papel Prensa por parte de los dueños de Clarín, La
Nación y La Razón, con delitos de Lesa
Humanidad y precio vil. Quizá por eso, en el texto que acompaña su plan de
adecuación, declaran que “no implica, ni
remotamente, la resignación de nuestros principios ni la claudicación de
nuestros derechos, que serán defendidos hasta las últimas instancias”. Claro, como se la ven venir, amenazan.
Y hay muchos candidatos dispuestos a convertirse en instrumento de su revancha
por unas cuantas caricias en el lomo.
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