miércoles, 5 de febrero de 2014

Las dos caras del futuro


Cada vez que se anuncia un discurso de La Presidenta, los carroñeros de siempre se ilusionan en vano. Los que esperaban que los aprietes pergeñados desde las oficinas de las grandes empresas conviertan en realidad el tan añorado ajuste se quedaron con las ganas. Por el contrario, CFK incrementó la inversión del Estado para fortalecer la inclusión social y dinamizar al mercado interno. Ante el aumento del precio de los artículos de consumo, ella habló de otros aumentos que le dan sentido a esta década ganada. Y, para señalar un contraste que enloquece, hizo referencia a la fuga de capitales que se ha producido en estos años, que supera los 140 mil millones de dólares. Si esa descomunal cifra hubiera quedado en el país, los números de la economía serían mucho mejores. En cierta forma, esa fortuna fue generada por todos y es injusto que la disfruten unos pocos, un disfrute que sólo pasa por la acumulación y la mera contemplación avarienta. Pero ya lo sabemos: el capital no se lleva bien con la democracia, porque tiende a quedar en pocas manos. Entonces, el desafío que se viene para consolidar el camino hacia un país más inclusivo será la democratización del capital.
Para eso es necesaria la presencia de un Estado comprometido con los que menos tienen. Para los confundidos, no existe el Estado ausente, como muchas veces se dice por ahí. Parafraseando una vieja canción, aunque no lo veamos, el Estado siempre está. La diferencia está en la manera en que esa institución manifiesta su presencia. Con el retorno a la democracia, Alfonsín empeñó sus esfuerzos al fortalecimiento de las instituciones, desafiando a la corporación militar y sus cómplices. En aquellos tiempos, poco se hablaba de los beneficiarios económicos de la dictadura y por eso, pudieron extorsionar a su antojo a las autoridades legitimadas por el voto popular. En los noventa, el Estado se convirtió en cómplice de la economía global concentrada y nuestro país se integró al mundo para desintegrar su soberanía y aniquilar el ya magullado bienestar. No sólo cómplice, sino también cínico, hipócrita y algunas esdrújulas más. Después llegó el anestesiado y servil Estado de la Alianza, que nos dejó al borde de la extinción.
Y aquí estamos, transitando el onceno año del Estado kirchnerista, que ostenta más aciertos que ningún otro gobierno desde el retorno a la democracia y, a pesar de eso, tiene que refundar su razón de ser a cada paso. Los pocos errores que pueden contarse, pasan por no haber atacado el hueso del poder en su debido momento, por haber confiado más en la persuasión que en la coerción, por haber creído que el sueño del país más inclusivo era compartido por todos. Errores que desatan el asqueroso regodeo de los periodistas del establishment, la sonrisa torcida con forma de burla, el acento triunfante en cada palabra. Errores corregibles que son presentados con excesivo fatalismo por las usinas de estiércol y replicados en la vida cotidiana por prejuiciosos, confundidos y desmemoriados transeúntes.
Un cuadro explicativo para todos… y todas
En estos días, algunos medios capitalinos no encontraron la manera de responsabilizar al Gobierno Nacional por la crisis educativa en el Principado Amarillo. Entonces, apelan al silencio o, con un poco más de esfuerzo, al simulacro. En la CABA, hay un 25 por ciento de chicos en edad escolar que están fuera del sistema educativo público. Los gremios docentes y los legisladores de la oposición vienen denunciando desde algunos años atrás la decisión de la gerencia del PRO de desinvertir en la escuela pública. Mientras disminuyó el presupuesto para el sector público, se incrementó el del sector privado. A esto se suma el nuevo sistema de inscripción on line que sembró el desconcierto en muchos padres desde mediados de diciembre. En síntesis, a pocas semanas del comienzo de las clases, más de 17 mil chicos no tienen lugar en la educación estatal y no por falta de recursos, sino por una artera decisión política.
El Alcalde Amarillo, Macri, no deja de prometer exquisiteces y de ufanarse por el éxito de su gestión. Todo es un éxito aunque casi todo sea un desmadre. Claro, en los medios que lo entrevistan, los periodistas evitan rozar las llagas de su gobierno, una tentación para dedos comprometidos con la información. El sistema on line ha sido un éxito, aunque ha provocado más de un dolor de cabeza a los padres. Sin profundizar demasiado, un éxito es un triunfo, cuando todo sale bien, no cuando provoca angustia en una parte de la población, salvo que ése sea el objetivo. Entonces sí puede hablarse de éxito. Desde la lógica empresarial del ingeniero, si logra que una parte de los desplazados se vuelque al sistema privado, su movida podrá considerarse exitosa. Porque el Estado, en la concepción PRO de la vida, sólo debe garantizar las ganancias empresariales y un tenue goteo para los ciudadanos, que no siempre son bienvenidos. No hay que perder de vista a este siniestro personaje que los porteños nos regalaron como amenaza para el futuro.
Porque el PRO promete el Estado cómplice de los noventa, pero recargado, recrudecido, enceguecido en su brutalidad destructiva. Sin exagerar, todo lo contrario de lo que intenta el kirchnerismo. Quien duda que entre Macri y Cristina existe un abismo insalvable no entiende nada o se hace el distraído. Quien piense que pueden sentarse a dialogar con calma y alcanzar algunos acuerdos tiene trastocada su percepción. En nada pueden coincidir, porque Macri es apologista del ajuste y de la desigualdad, mientras Cristina sólo piensa en garantizar la equidad. Macri es creador de privilegios, mientras que Cristina sólo quiere ampliar derechos para los que nunca han gozado de nada parecido.
Pero un objetivo tan imprescindible no es nada fácil cuando hay tanto angurriento desenfrenado. La inflación no es un castigo divino ni un fenómeno climático, sino el accionar destructivo de los que se quieren apropiar del excedente para el consumo. Cuando el Estado destina recursos para los que ascienden de a poco por la escalera del bienestar, estos depredadores afilan sus colmillos para destinar eficaces dentelladas. Entonces, La Presidenta pidió a los empresarios que “dejen de fugar y reinviertan en el país, para apostar a lo que nunca hubo en la Argentina, una burguesía con conciencia nacional”.  Porque lo que ellos llaman gasto público, en realidad es una inversión para el mejor funcionamiento del mercado interno. El círculo virtuoso que muchas veces menciona CFK, a diferencia del círculo rojo que exhala su fétido aliento.
Por si alguno no ha entendido, la economía no es una ciencia exacta, sino pura acción política. Y el Estado –en todas sus versiones imaginables- nunca está ajeno a su funcionamiento. Para Cristina, el Estado es una construcción política institucional que no dejará a los argentinos al arbitrio de las leyes del mercado. Un mercado despiadado, impiadoso, desaforado y sobre todo, antidemocrático.

4 comentarios:

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    1. Gracia. Y eso que lo leí muchas veces antes y después de publicarlo

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  3. Excelente!!! Te felicito Gustavo, un análisis super certero y concreto....

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