El desencuentro entre tapa y
realidad
Un
tradicional ejercicio en las escuelas de periodismo es la comparación de la
tapa de los diarios. En otros tiempos, esta experiencia permitía verificar el punto de vista de cada medio ante un mismo hecho
destacado de la agenda. Hoy sólo sirve para demostrar la existencia de una
disputa por esa agenda: unos medios focalizan los logros de un gobierno en
beneficio de la mayoría y otros tratan de encontrar lo malo en todo lo bueno
que se hace y, cuando no lo encuentran,
lo inventan; y si no les da el cuero para tanta imaginación, se enojan con una realidad que no se amolda
a sus nefastos intereses. Siempre resulta pertinente esbozar alguna
reflexión en torno al Día del Periodista, que en Argentina es el 7 de junio en
conmemoración del primer número de La Gaceta de Buenos Aires, un periódico oficial para difundir las
ideas de la Primera Junta de Gobierno. Nada
de objetividad ni independencia: convencer a los ciudadanos de la
importancia de romper las cadenas con la Corona Española era su principal fin.
¡Vaya paradoja! Muchos de los que el domingo alzaron sus copas para auto homenajearse forman parte de una
comparsa que día a día opera para
favorecer a un establishment internacional que no busca nuestra felicidad,
precisamente. Menos aún, nuestra independencia, sino todo lo contrario.
Toda
deliberación comienza con una pregunta básica: ¿qué es el objeto que se piensa?
En este caso, ¿qué es el periodismo, relato
o interpretación de la realidad? ¿Reconstrucción? ¿O creación ex nihilo, esto es, de la nada? ¿Un ordenamiento de
hechos fraguados para forzar los deseos de una minoría? O tal vez no haya una
sola forma de pensar esta profesión y es
tan maleable que puede ser cualquier cosa. Si el siglo XIX permitió
diferenciar el periodismo blanco del amarillo, hoy la paleta muestra tantos colores que es imposible elaborar un
catálogo.
En
estos días, la prensa hegemónica descubre que Cristina es imbatible, en palabras de un derrotado antes de competir: Francisco
de Narváez; no de un ultra kirchnerista
sino de un archi opositor; el creador del alica alicate que pareció revolucionar
la política vernácula en 2009 y que, como tantos engendros mediáticos, se
desinfló apenas despegar. Este descubrimiento indica el extremo de la impotencia,
porque son derrotados por alguien que no
puede participar de la contienda. “Cristina
es imbatible” no sólo es un reconocimiento a los méritos de La Presidenta, sino la resignación ante la contundencia
del proyecto que lidera. Esta sentencia no es una valoración de los logros,
sino la claudicación ante ellos.
Porque
Cristina es imbatible se enojan con el Papa porque la recibe
y buscan en los intersticios del hecho algo para opacar el encuentro, que no es
más ni menos que un diálogo de dos horas entre dos jefes de Estado. Y también se enojan con la FAO, porque reconoce
el trabajo que se ha realizado en estos años para reducir el hambre y premia al
país por el esfuerzo. Encima, esta organización permite que Cristina se explaye
en los principios del kirchnerismo ante los ojos del mundo. Y en octubre, se enojarán con los votantes que le darán
la victoria al candidato K.
Cristina
es imbatible porque tenía razón en la negativa a aceptar la presión de los
buitres, porque sabía que detrás de Paul Singer vendrían muchos más a picotear,
algo que verdaderamente ocurrió. Y Cristina es imbatible porque la realidad que los medios hegemónicos
difunden no coincide con lo que vive la mayoría de los argentinos. A pesar
de las bombas de estiércol que lanzan a diario, de los muertos que arrojan
sobre su escritorio, de los sabotajes que pergeñan los sindicalistas cómplices,
de los precios que enloquecen en las góndolas, de los pronósticos agoreros que
nadie cree, Cristina es imbatible. ¿Será
que, por primera vez en mucho tiempo, estamos en el camino correcto?
Gracias Gustavo Rosa.
ResponderBorrarMuy bueno!
ResponderBorrarGracias por los elogios. Abrazotes
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