La telenovela del fraude en Tucumán promete ser tan larga y absurda como el romance de ciertos medios con el inexplicable
gigoló. Pero mucho más perniciosa, porque entra en juego la voluntad de la
ciudadanía que, no sólo está pisoteada
sino sometida a una insólita malversación informativa. Que a esta altura de
los hechos Clarín y sus candidatos sigan omitiendo quiénes fueron los autores de la quema de urnas es un indicio de
eso. Sobre todo porque toman esos incidentes como principal sostén de sus intentos de deslegitimación de las
autoridades elegidas. Mientras estas ladinas operetas pretenden malograr el
festejo de los triunfadores, las buenas
nuevas se filtran para mostrar un horizonte auspicioso que está a disposición
de todos los que quieran contemplarlo.
Como
si los dioses hubieran levantado el
maleficio que nos acosaba, en estos días una serie de números y sentencias
confirman que transitamos por el camino
más adecuado para construir un país desarrollado y justo. El fallo del
Tribunal de Apelaciones de Nueva York que limita las decisiones a la carta del juez Thomas Griesa debería dibujar una sonrisa en el rostro de
todos. Esto no significa que el conflicto con los buitres haya finalizado,
pero es una señal de que ya no tienen
tan buena prensa. Salvo en algunos caranchos locales, como el economista asesor del PRO, José Luis
Espert, que lamentó este triunfo del populismo.
Un dato más para guardar en el
cajoncito de nuestra memoria reciente. Sin dudas, este personaje con un
cargo en un posible gobierno de Macri no
será más que un traidor a los intereses de todos. Y esta tendencia debe
contagiar, seguramente, a todo el espectro del equipo amarillo.
Y
para inflamar el hígado de éste y todos los agoreros, la Organización Mundial
de Comercio reclamó a Estados Unidos que levante
la prohibición al ingreso de carne argentina. El conflicto comenzó en 2001,
cuando el gobierno de la Alianza ocultó la existencia de aftosa en el país, lo
que nos trajo inconvenientes, como la
suspensión del comercio cárnico con el Imperio. Aunque en 2007 la OMC
declaró que Argentina está libre de aftosa, Estados Unidos no cambió el estatus
sanitario y esto sirvió como inspiración
para que las plumas opositoras delinearan sus mejores páginas. Ahora, que
no existen esas barreras que nos perjudicaron en unos 1600 millones de dólares,
probablemente, guardarán un prudente
silencio.
Pero
ya estamos acostumbrados a eso. Las
buenas nuevas no tienen cabida en ciertos medios. Que la desocupación está
en sus niveles más bajos, que el consumo crece día a día, que la recaudación
bate records, que la actividad industrial continúa sumando actores, que la
construcción es incontenible, que el turismo se ha convertido en un disfrute
habitual y muchas cosas más no aparecen
en titulares destacados. Y si aparecen, siempre es con una retorcida
lectura maliciosa. La impronta machacona
y en cadena sólo es recomendada para aquellas novedades que salpiquen barro
hacia el gobierno K. Eso se nota tanto
que mirar para otro lado requiere un descomunal esfuerzo.
“Ni un tantico así”
Por eso el resto debe mirar hacia el lado que
corresponda, para no extraviarnos en el
camino. Ya sabemos que no son sólo adversarios los que asechan desde los
rincones más oscuros, sino verdaderos
enemigos que nos quieren retrotraer a nuestros peores momentos. Cínicos, se
presentan como salvadores pero sus aviesas miradas revelan los planes más
perversos, esos que nos sumergieron en la desocupación y la pobreza, los que distribuyeron la miseria y se
quedaron con el oro.
Todavía estamos pagando sus festicholas y hacen lo imposible para incrementar la
deuda que nos legaron. Desaforados, quieren apropiarse de nuestros dólares
para fugarlos a algún paraíso lejano. Testarudos, desean restaurar el país desigual
de la agro-exportación. Nostálgicos, buscan
rescatar del pasado la patria financiera que nos condujo a la ruina. Esto
es lo que exigen los economistas del establishment cuando claman por el cepo, lloran por las retenciones o
denuncian que estamos aislados del mundo. Tanto
los conocemos que no necesitamos subtítulos para comprender sus parlamentos.
Entonces, no hay que ceder. Mientras más se enojen, mejor nos irá. Mentira que quieren el
diálogo: sólo pretenden obediencia.
Ellos hablan de autoritarismo porque ya no pueden mandar y es mejor que así sea. Cuando el Poder Económico tome el timón, sin
dudas, nos conducirá hacia el iceberg.
La crisis que están atravesando los países del otrora Primer Mundo es una muestra
de ello, una postal que debemos evitar. Y la experiencia de Grecia es la consecuencia de ceder a las presiones de
los poderosos. Ni hablar de Brasil: Dilma intentó una aproximación que fue
tomada como debilidad y ahora le quieren pasar por encima. No, no hay que
ceder, no hay que concederles una sola
de sus demandas. Una sola sonrisa que les destinemos y se sentirán tentados
de dar rienda suelta a sus angurrias. Una
advertencia, nada más.
Con el Círculo Rojo no tenemos nada que ver. Ni con
sus sirvientes, que nos dicen a toda hora que son el pilar de nuestra economía.
Mentira: no son las grandes empresas las
que contribuyen a nuestro desarrollo. Casi lo contrario. Daniel Scioli parece
que lo ha comprendido. Aunque muchos no lo crean, no es el mismo de unos meses
atrás. La búsqueda del consenso con
estos personajes no es una buena estrategia para continuar con este proyecto.
Cuando reconoce que las pequeñas y medianas empresas “generaron el 70 por ciento de
los puestos de trabajo” es porque las considera dentro de la “gran agenda del desarrollo argentino y son la garantía de sustentabilidad del mercado
interno”. Pero lo más importante de sus conceptos es “que no hay desarrollo sin industria, ni industria sin Estado”.
Un poco más claro: la especulación financiera, la avaricia
terrateniente y la exportación desaforada no contribuyen al desarrollo ni a la
distribución del ingreso sino al
incremento de los privilegios de unos cuantos individuos. El bienestar
compartido se construye entre los medianos y los pequeños. Los Grandotes, sólo conspiran para quedarse con todo.
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