miércoles, 30 de septiembre de 2015

ONU: peleas de culebrón



Imaginar cuántos miembros de la oposición estarán clavando alfileres en miniaturas del ARSAT 2 para alterar su vuelo puede causar algo de dolor. Pero ya estamos acostumbrados. Si el año pasado convirtieron en Voz Suprema al juez Thomas Griesa y si a comienzos de éste se treparon al cadáver de Nisman para voltear a CFK, se puede esperar cualquier cosa de ellos. Cualquier cosa menos que se comprometan con nuestro futuro. Sólo quieren erradicar al kirchnerismo como si fuera una enfermedad infecto-contagiosa. Y vaya si lo es. Hasta el Papa parece afectado,  a pesar de su inmunidad divina. Si alguien tiene dudas sobre esto, basta revisar sus últimas intervenciones para verificar que nada queda del anti K Bergoglio. Al contrario, con sus dichos –descafeinados por los medios hegemónicos locales- condena las propuestas de los principales candidatos de la oposición. En la apertura de la 70ª Asamblea General de la ONU parecía en campaña. Que nadie se sorprenda si debajo de sus extravagantes ropajes lleva puesta una camiseta de La Cámpora.
Si uno elabora una síntesis de todos sus dichos no sólo podrá comprobar esto sino logrará comprender que la solución de todos los conflictos que afectan al planeta está al alcance de la mano. Todo lo malo que ocurre es consecuencia de la ambición de unos pocos, de ese uno por ciento de individuos que compiten entre sí para ubicar sus fortunas en el primer puesto. Lo que Ellos acumulan es lo que nos arrancan a nosotros a fuerza de explotación, guerras y especulación. La pobreza, las migraciones y la contaminación son los tres temas que aborda Francisco cada vez que tiene oportunidad, pero no como un castigo divino impuesto por nuestros cuantiosos pecados sino como consecuencia de un sistema económico asfixiante. Un sistema que tiene al terrorismo y el narcotráfico como enemigos pero, a la vez, como principal herramienta para facilitar la acumulación de riquezas. Mientras los Estados sigan gobernados por el Poder Económico, nada de esto podrá solucionarse.
Aunque esté tan a la vista no es tan fácil solucionar estos temas. El coraje es esencial. Renunciar al consentimiento del poderoso y abrazar la sonrisa de los más humildes, puede ser el primer paso de un mandatario que quiera cambiar en serio estas cosas. Escuchar menos a los financistas y más a los pueblos, debería ser el fundamento. Y estar atentos a la procedencia de los aplausos: si vienen de los palcos VIP es porque se está actuando para el público equivocado.
Un dúo contra la hipocresía
El lunes pasado, La Presidenta brindó su último discurso en la Asamblea de la ONU. A diferencia de los demás mandatarios, su atril estaba despojado de papeles. Y no titubeó ante tantos nombres y detalles ni perdió el orden en su exposición. En los 45 minutos que ocupó no hizo referencia al conflicto con Malvinas, algo que reprocharon los medios que en años anteriores recriminaban que hiciera. Si no abordó el tema fue porque Francisco, el otro argentino que preside un Estado, lo había hecho en su apertura. Y también Raúl Castro, en su primera aparición en ese ámbito, hizo referencia a esa injusticia del colonialismo contemporáneo. Y Cristina lo hace en cada ocasión que se le presenta.
Esta vez, sólo dos temas: los fondos buitre y la investigación por el atentado a la AMIA. En ambos casos, los dardos se dirigieron al mismo lado: el rol que cumple EEUU. En los dos, el país del Norte aparece como cómplice y encubridor. O rehén, si es que el presidente Obama no puede ejercer su voluntad. Que un juez de distrito pisotee la soberanía de un país sin que nada pueda frenarlo es una muestra de notable debilidad. Más aún cuando la mayoría de los países se han manifestado a favor de nuestra posición. El silencio de Obama sobre el tema es la confirmación de todo esto. Un silencio que se extiende a la presencia de Antonio Stiuso en ese país, aunque ya se le haya vencido la visa como turista. Un enredo diplomático cuyos hilos nos pueden conducir a la verdad que muchos quieren esconder.
Claro, Obama no está tan preocupado por estos temas. Entre los pocos éxitos de su gestión está deseoso por incluir el fin del bloqueo a Cuba. O por lo menos, declamarlo. Si bien ya ha tomado algunas medidas para distender las relaciones con el país caribeño, es el Congreso el que debe eliminar para siempre esa atrocidad internacional. A pesar de este escollo, se enorgulleció de esta nueva política y la tomó como un ejemplo de que “la doctrina del diálogo funciona y da sus frutos”.
Pero Raúl Castro no está para sonrisas hipócritas. Si bien se muestra predispuesto al diálogo, sus demandas son muchas. No sólo quiere el fin del bloqueo, sino también una compensación por los daños humanos y económicos ocasionados, la devolución del territorio de Guantánamo y el cese de las transmisiones ilegales desde Miami y los planes desestabilizadores. No es mucho, después de tantos años de agresiones y blasfemias.
Tanto CFK como Raúl Castro abordaron el tema de la hipocresía, algo muy habitual en política internacional. Los que pregonan la paz son los que más desatan conflictos; los que alertan sobre la crisis son los que la generan; los más preocupados por el medio ambiente son los que más contaminan; los que alzan sus armas por los DDHH son los que más los pisotean. Ya no engañan con su pose de jefes civilizados. En sus barbas decimos que son unos salvajes y que si el mundo sigue en sus manos poco futuro tenemos. Después de tantos años, los hemos despojado de sus disfraces y están al desnudo, exponiendo lo peor de su pellejo. O se ponen la camiseta de todos o se quedarán así para siempre, solitarios y serviles, horrendos y bestiales, acorralados por el resto que quiere vivir en paz y con la dignidad que merece.

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