Ahora, el tema es el debate presidencial. Los predicadores adictos al telepronter y a
las frases vacías están ansiosos por exponer lo que siempre se han preocupado
por ocultar. Uno busca en esa instancia una oportuna alfombra para esconder
la basura; otro, un escenario para enfatizar sus propuestas punitivas y
militaristas; y los restantes, un ring para disputar el último puesto. Después
de la decisión de Daniel Scioli de no asistir a ese encuentro de candidatos, los demás están tan alborotados como si los
hubieran abandonado ante el altar. Todos saben que los debates
presidenciales son escenografías amables para recitar versitos. También saben
que ese tipo de programas no tiene demasiado rating ni inciden
significativamente en la voluntad del electorado. Pero, a la hora de hacer
tiempo hasta que llegue la hora, siempre es bienvenido un tema para generar titulares y airadas declaraciones.
¿Para qué quiere Macri participar del debate? ¿Para
demostrar su desconocimiento o cinismo
en todos los temas que aborda? ¿Para escapar por la tangente de los asuntos
comprometedores? ¿Querrá explicar por qué compró coches usados de subte a precio de 0km y encima gastó una fortuna
para modificar los túneles? ¿O estará ansioso por fundamentar la abstención de los diputados de su
partido al proyecto de ley para investigar a los privados cómplices de la
dictadura? ¿O por enumerar las cifras por pautas publicitarias en medios
del interior que no llegaron a destino? ¿O desplegar sus barbaridades sobre los
invasores del interior en los
hospitales públicos porteños?
¿Por qué Massa necesita imperiosamente un debate con
Scioli? ¿Para explicar cómo bajar la
inseguridad con militares en la calle? ¿Para exponer sus soluciones
represivas a un problema mucho más complejo? ¿Para dejar claro que será un mayordomo de intereses nocivos para la
mayoría? ¿Para especificar qué impuestos va a eliminar y quiénes serán los ricachones beneficiados?
¿O para disculparse por la apropiación del Delta en su distrito para negociados
suculentos que afectan al medio ambiente?
Y los demás, Stolbizer, del Caño y Rodríguez Saa,
¿por qué quieren tanto que Scioli esté en el debate? ¿Será porque saben que ésa
es la única manera de que alguien los
escuche? ¿Para consolidarse como minorías invotables? ¿Para criticar todo y
proponer la revolución con la tranquilidad
de que nunca llegarán a ocupar la presidencia?
Los argumentos oficiales no son muy claros. La “ausencia
de garantías” no explica nada porque, en realidad, las reglas de juego
se negocian con anterioridad y no hay muchas posibilidades de sorpresas o
zancadillas malsanas. La negativa de
asistir al circo mediático de TN -una
cena donde Scioli será el plato principal- resulta comprensible. Pero el
proyecto de Argentina Debate, en la
UBA, con periodistas de distintos canales y ensayos previos, no parece tan
desdeñable. Tal vez sea un gesto histérico del ex motonauta, muy adecuado en los inicios de la primavera.
Lenguas en la ‘previa’
Por supuesto, lo más divertido de este episodio
electoral es la reacción de los
desdeñados candidatos. Un poco aburridos de declamar frases de póster, la prioridad
de la contienda verbal les permite
cambiar el canal del telepronter. Con la sagacidad de un detective de
comedia, Macri se preguntó “¿por qué
Scioli no quiere explicarle a la gente sus propuestas?”. Si no estuviera
tan enganchado con TN y Disney Channel, si
dirigiera su mirada más allá de los globos, si en lugar de hacer berrinches ante los discursos de Cristina, si
pispeara cada tanto los actos del gobernador, advertiría que las propuestas están a la vista desde siempre. Y, en
un extremo de distracción, pidió que Scioli explicite “lo que tiene realmente para ofrecerles a los argentinos a partir del 10
de diciembre”. En comprensible castellano, lo que ofrece es la continuidad y es por eso que le lleva más de diez
puntos en las encuestas.
En cambio, como una vecina consumidora de
telenovelas, Sergio Massa intentó
colarse en la alcoba del FPV. Con su eterna pose de galán soñador –y no más
que eso-, el tigrense consideró que Scioli “tendría
que decir que le gustaría debatir, pero que Cristina no lo deja”. Un
análisis de esta frase podría sugerir poco
rigor político y puede ser que nos conduzca por tortuosos senderos
psicológicos hasta desembocar en un complejo de Edipo no resuelto. ¿Qué tipo de
público puede ver a Cristina como una
madre tirana y el gobernador bonaerense, como un niño sumiso y obediente?
Apelando al purismo
republicano con que ornamenta su vacío, Margarita Stolbizer sentenció que
Daniel Scioli no asistirá al debate por “mera
especulación, cobardía o desprecio por las instituciones”. Más factible lo
primero que lo segundo, de acuerdo a la
intención de votos que ostenta. En realidad, es una falta de respeto que
ella hable del ‘desprecio por las
instituciones’ después de haberse sumado a la pantomima destituyente en Tucumán, después de posar en la foto junto a los que quemaron urnas y
trataron de anular las elecciones. Además, ¿qué
instituciones está despreciando por no asistir a un debate organizado por una
ONG? La inasible progresista merece mucho menos que el cuatro por ciento
que le atribuyen las encuestadoras.
Pero el mejor chiste lo ofreció la diputada del PRO,
Laura Alonso, que promete ser la sucesora de Elisa Carrió cuando se jubile. Con la hipocresía habitual del partido al
que pertenece, analizó que “no es
necesario que haya una ley para que haya debate, lo que se necesita es un
compromiso con la democracia y Scioli no lo tiene”. Sin embargo, el
gobernador no pertenece a una ONG
financiada por Paul Singer, ni aprovechó el suicidio de un corrupto fiscal
para acusar de asesinato a La Presidenta
ni se subió al carro de los
deslegitimadores tucumanos. Y para demostrar que su incontinencia verbal es inversamente proporcional con su capacidad
intelectual, concluyó que “si no
debate, no puede ser presidente”. Y después quiere dar lecciones de
democracia, cuando valora más una puesta
en escena que la voz del pueblo en las urnas.
Después de este desconcertante recorrido, cabe
destacar que sería importante que el
debate presidencial se convierta en una instancia legal previa a las elecciones.
El Congreso podría dar forma a un nuevo espacio
para que los votantes tengan más información antes de entrar al cuarto
oscuro. Como se insiste en el asunto, no
sería conveniente dejarlo en manos de los medios hegemónicos ni organizaciones
de indefinible procedencia. Tal vez Scioli cambie de opinión y asista a la
UBA. O quizá mantenga su negativa. No
será eso lo que garantice la continuidad de este camino que, como nunca, ha
revitalizado nuestros sueños.
Mortaaaal, mortalazo! Qué descripción del panorama! Lectura diaria obligatoria, gracias Gustavo!
ResponderBorrarPablo López
Gracias a vos por los elogios y por visitar el blog. Abrazo enorme
BorrarAplaudo tus reflexiones, Gustavo! Exquisitas, cómo siempre!!!!
ResponderBorrarGracias. Abrazo enorme
BorrarMugrizzio se adelanto al debate; hoy vi afiches de propaganda en los que se compromete a implementar algo llamado Asignación Universal por Hijo, un millón de créditos hipotecarios por año y otras maravillas mas.
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