Ni
en campaña resulta simpático el periodista Fernando Niembro. Las sombras del pasado no permiten iluminar
su futuro. Tanto hablar de corrupción y pontificar sobre la transparencia
en la gestión y aparece embarrado por el más sucio accionar. Y su jefe
político, el Alcalde porteño, siempre denuncia irregularidades ajenas pero se
lo pasa gambeteando las propias. Consecuencias
de tener el honestismo como único
argumento de campaña. ¿O será que la pertenencia de clase blanquea la podredumbre
de los neo-patricios? ¿O que, de tanta protección mediática y judicial, la obscenidad los desborda? La hipocresía es el vestuario favorito de
la peor derecha, tanto la vernácula como la importada. Si alguien duda esto,
basta echar una mirada a los líderes de Europa, conmovidos por el desbande que
provoca el modelo económico que impulsan
en Medio Oriente y Africa.
Conmovidos
para las cámaras porque, en la intimidad
están espantados. En realidad, se deben sentir tan invadidos como los
ancestros de los migrantes algunos siglos atrás. Claro que los “invasores” de hoy no cruzan las fronteras para saquear riquezas y esclavizar a la
población, sino para resguardar la vida. El presidente francés, François
Hollande, y la mandataria alemana, Ángela Merkel, ante la muerte de miles de
víctimas, manifestaron a coro que “la
Unión Europea debe actuar de manera decisiva y conforme a sus valores” porque
para ellos “ésta es la última esperanza”. Ellos, que apoyan toda guerra y
revuelta sólo para vender su armamento, se
erigen como esperanza de la Humanidad. Pero no les sale, porque juntos
consideraron que aquellos “que
intentan mejorar sus condiciones materiales mediante vías irregulares deben ser acompañados a la frontera de
manera digna". Aquí
van los subtítulos, para entender lo que quieren decir: si vienen mansos como
mascotas para recibir las limosnas imperiales, todo bien pero si quieren vivir como personas, la salida es por allá.
Nuestra región, que
sabe lo que es padecer las injusticias, debe abrir su corazón pero a la vez
reclamar al Imperio que busque otra
manera de entretener a sus tropas. Y a la industria armamentista que lo
gobierna que utilice su ingenio para cosas más productivas, porque ese círculo
de generar guerras, vender armas y emprender la reconstrucción se está volviendo tan vicioso que ya nos
está cansando. El Gran País del Norte se lo pasa buscando enemigos por
todas las latitudes y todavía no
comprende que están dentro de sus fronteras. Tampoco comprende que,
mientras sus ciudadanos son títeres de la paranoia mediática, el resto de los humanos somos víctimas de
la pulsión de un puñado de industriales mezquinos y maniáticos.
Con ustedes, los culpables
Nadie sabe qué carrera están corriendo ni cuál será
el premio, pero todos terminaremos
pisoteados en esta alocada competencia de unos pocos. Como si fuera un
viejo juego de mesa, el objetivo es quedarse con todo. Para eso, cada
participante idea la manera de
multiplicar sus ganancias con el menor esfuerzo posible, aunque eso sólo produzca destrucción. No sólo los
fabricantes de armas practican este morboso juego. Los buitres financieros también forman parte de este grupo de nefastos
jugadores.
En estos días, una foto se convirtió en la punta de un iceberg monstruoso. Si
nos quedamos sólo con el cuerpo de Aylan en la orilla del mar que había robado
su vida, veremos muchas imágenes
similares. El mar no tiene la culpa de nada, en primer lugar; es tan
inocente como Aylan. Y tan víctima,
también, porque la desesperación humana lo convierte en un cementerio inmeso.
Los voraces son los que provocan esta angustiante situación, los que hacen el estropicio y después miran
para otro lado, impunes y satisfechos,
planeado los siguientes pasos para multiplicar su capital.
Aunque sorprenda, algunos gobiernos consideran a estos malos bichos como ilustres ciudadanos,
vitales para el desarrollo de sus países. Tontos,
sumisos o cómplices. Pero ya estamos comprendiendo y de a poco comenzamos a
delinear las herramientas para contenerlos. En breve, la ONU dará un primer paso para protegernos de los
buitres financieros. Desde hace años, este organismo intenta mediar en los
conflictos pero las principales potencias desoyen sus consejos y resoluciones.
Mientras tanto, la población de muchos
países parece descartable, hasta un escollo en los sueños de dominación.
Estas dramáticas imágenes que no siempre conmueven a
todos los humanos tienen el mismo origen: un
manojo de individuos insaciables que no encuentran freno en su afán de
incrementar sus riquezas. La abismal distancia entre pobres y ricos seguirá
acrecentándose si no les ponemos un límite. La vida seguirá siendo descartable si estos deleznables personajes
continúan manejando el mundo. Todo el planeta seguirá estando en peligro si
los industriales del Norte invierten fortunas para mejorar el armamento.
Cualquier bienestar está en riesgo si la
especulación es una espada para extorsionar a los pueblos.
Mientras el inerte cuerpo de Aylan se convierte en emblema y abrimos nuestros
brazos para recibir a los dolientes de todas las latitudes, preparemos
nuestra voz para denunciar a estos
ladinos que, calzados en sus finos trajes, deciden el destino del planeta.
No sólo denunciarlos sino intimarlos para que las fortunas que han amasado a fuerza de saquearnos sirvan para
generar lo único que necesitamos: trabajo
y dignidad en todos los rincones de esta pelota celeste que nos ha tocado como
casa. Si durante siglos han pretendido ser los dueños, ahora deberán convertirse en los encargados de
reparar los estragos. Y gratis, porque ya nos han cobrado con creces y con
demasiada anticipación.
Gracias por excelente artículo
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