Esta semana se conoció la confirmación de la condena
al Corriere della Sera por haber
inventado una noticia sobre Cristina. Una compra fastuosa de joyas que nunca
existió, pero sirvió para que muchos espíritus inquietos alimenten sus
prejuicios. Renombrados periodistas, honestas señoras e irritados taxistas
se hicieron eco de la fábula; el ingenio criollo creó los más diversos apodos
para la mandataria que todavía no había cumplido su primer año en el cargo. Una falacia que demoró siete años en confirmarse
como tal. Una sola entre muchas importadas o vernáculas. A pesar de eso, La
Presidenta sigue conservando una imagen positiva creciente, insólita. Si las
mentiras no se hicieran tapa o se sancionaran al instante, nos habríamos ahorrado muchas discusiones insustanciales. Sin
embargo, continúan con las estafas informativas, a tal punto que muchos
candidatos las toman como plataforma para elaborar sus propuestas. Eso es lo
más penoso, porque aportan legitimidad a
lo que debería estar destinado al tacho de los desperdicios.
En uno de los spot del Frente de Izquierda, Nicolás
del Caño habla del fraude en Tucumán,
algo que no existió, de acuerdo al
dictamen de la Corte Suprema de esa provincia. Sin embargo, desde su pequeñez
electoral puede propalar cualquier cosa y hasta sumarse a la cruzada anti democrática de la derecha cuasi golpista.
Total, como dice el dicho, una mano lava
la otra…
El ex árbitro Javier Castrilli, candidato de Cambiemos, aseguró ante el cronista de Duro de Domar que su agrupación “no asesina fiscales”, cuando la mayoría de los peritos se
inclinan por el suicidio de Alberto Nisman. En un caso tan delicado, la
prudencia debería primar. Si eso no es posible, al menos una correcta lectura de los hechos. La jueza Palmaghini y
la Fiscal Fein no son simpatizantes del Gobierno Nacional. Un solo indicio para
pensar en la posibilidad de un homicidio bastaría
para que lo griten a los cuatro vientos porque eso sería funcional a la
derrota del kirchnerismo o, al menos, para horadar la imagen de Cristina. En
cambio, una sentencia de suicidio
favorecería al oficialismo y es por eso que están esperando hasta que pasen las
elecciones. Para que quede claro: si no lo han dicho hasta ahora es porque conviene seguir manteniendo las sospechas
de asesinato, aunque sean infundadas.
Pero en el condenado caso de las joyas, además del
prejuicio, opera la mirada machista que
todavía persiste. Carlos Menem no era austero en su indumentaria. Por el
contrario, acomodaba con ostentación en su cuerpo prendas de las marcas más
cotizadas. Eso era visto por el
establishment como un valor, como una muestra de elegancia. En la misma
sintonía, muchos recordarán cómo el periodista Marcelo Bonelli describía –casi
hasta las babas- las pilchas del
director del FMI, Anoop Singh. Por el contrario, si Cristina viste con trajes y
accesorios costosos, aparecen las
críticas superficiales, casi chismes. Como seres divinos o jueces
implacables, señalan contradicciones. En
la vestimenta de un varón, admiran la distinción; en la de una mujer,
sentencian frivolidad. Pero no hay que ilusionarse: si Cristina pronunciara
sus discursos con batón, pantuflas y ruleros, con vaquero y zapatillas o con
ropa de saldo, también la cuestionarían. Ella
les molesta. Después del 10 de diciembre, cuando se convierta en nostalgia, orfandad, épica o leyenda, les
molestará más.
Cadenas liberadoras
Muchas cosas de Cristina molestan a los miembros de
establishment, pero no las que enumeran
a través de sus voceros mediáticos o políticos, sino las que callan. Lo de
la dictadura, la soberbia, el aislamiento del
mundo, la grieta y la caída de las reservas son sólo etiquetas que disfrazan demandas
inexpresables. El cepo, la competitividad, la desunión son los eufemismos con que esconden sus
mezquindades. Sus servidores hablan una lengua encriptada para cautivar a un público que todavía necesita
subtítulos. En todo lo que dicen hay una intención malsana.
Aunque parece que se preocupan por el interés del
país, en realidad, sólo quieren seguir
llenando sus arcas. La inquietud por el gasto público es envidia hacia los
que reciben esas sumas del Estado, que
estarían mejor en Suiza o cualquier otro paraíso. La libertad que tanto
reclaman es la de los predadores en una jaula de presas. Sus lamentos por la
falta de diálogo no es porque quieran ser escuchados: sólo exigen ser obedecidos.
La semana pasada, cuando La Presidenta anunció el
pago del Boden 2015, en lugar de
manifestar alivio por ese nuevo capítulo del desendeudamiento, los agoreros
comenzaron a refunfuñar por las reservas. Ellos, que han saqueado hasta dejarnos fundidos, que fugan hasta la última
moneda, que nos han puesto de rodillas
ante los peores buitres, ponen el grito en el cielo cuando se usan nuestros fondos para ganar más libertad. La libertad
en serio, no la de Ellos. La libertad de
elegir qué país construimos sin que el Imperio nos diga cómo debemos hacerlo.
Achicar la deuda es un alivio, pero no es motivo para festejo porque esa deuda es una estafa. Esa
deuda que pagamos entre todos no sirvió para mejorar nuestra vida, sino todo lo
contrario. Sólo sirvió para
enriquecerlos a Ellos, los que ahora no quieren ser investigados por el
Congreso, los que siguen clamando para que volvamos a endeudarnos, los que quieren un dólar libre para
continuar estafándonos.
Ellos son los que cuentan los minutos que ha ocupado
CFK con la Cadena Nacional, que se ha convertido en un sello de su gobierno. Ahí dejan en evidencia su debilidad ante la
palabra que cuestiona, informa y alienta. Jorge Lanata denuncia –tan indignado
como siempre- que Cristina ocupó tres días y medio en siete años y simula
desesperación. Unos cálculos simples dejan en evidencia lo exagerado del enojo:
siete años son 2555 días para colmar al
público de entusiasmo odiador, pero tres días y medio los descoloca.
Entonces pontifican sobre la libertad de expresión y se erigen como defensores
de las leyes que pisotean a cada paso. Absurdos, protestan contra el discurso
único, Ellos que tienen en sus garras
cientos de medios para manipular al público a su antojo.
Si están tan descolocados es porque se saben perdidos. Si denuestan las
Cadenas es porque reconocen que, sin ellas, someternos sería más fácil. Las Cadenas de Cristina se han convertido en una institución, en un
encuentro esperado, en una celebración de la palabra. Cada una de ellas se convierte en un clásico. Una de las muchas
cosas que vamos a extrañar de estos años, ese
lento caer de máscaras que deja al desnudo el verdadero rostro del enemigo.
Lo que no han logrado a fuerza de titulares engañosos, rostros ceñudos y
cacerolas estridentes lo ha logrado Ella
con la Cadena. No podrán conquistar nuestra voluntad inaugurando estatuas
ni recitando frases que no comprenden porque
Cristina ha conquistado nuestro corazón y sin exagerar, ha abierto nuestro entender hacia el país que desde
siempre nos está esperando.
Las mentiras de los medios internacionales contra Cristina financiados por la oposición. Las mismas mentiras contra La Campora y el famoso velero que la organización desmintió, y mienten mienten. ¿La Grieta? LLaman grieta a la diversidad de pensamiento. La oposición no admite nuestro pensamiento, quiere aplastar nuestros cerebros, quieren un pensamiento único. La grieta la abrieron ellos.
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