Las fieras ya están celebrando, se agitan
exultantes, frotan sus garras, afilan
sus colmillos. La proximidad de Macri a La Rosada remueve todas sus células,
revuelve sus glándulas, incrementa su saliva. Las señales son más que claras: en el cierre del coloquio de IDEA,
el Alcalde porteño prometió a los empresarios que pondría todo su gabinete a disposición de sus angurrias; la recién
electa gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, anunció que un ex gerente de Monsanto, Leonardo
Sarquís, será ministro de Asuntos Agrarios. El establishment parece corear la
versión siglo XXI de una vieja frase setentista: Macri al gobierno, las
corporaciones al poder. ¡Qué
ladino el guionista que nos puso en esta encrucijada! ¡Cuánto deberán
esforzarse los analistas del futuro para comprender estos tiempos! Nadie se
acerca a un enorme cocodrilo para hacerle mimitos en su hocico, salvo los
argentinos, que somos expertos en
desafiar a las bestias más despiadadas, los pajarracos más hambrientos y
las más torrentosas aguas. De puro guapos, nomás. De suicidas, esta vez.
En la calle alternan caritas felices y carotas
largas, pero uno no puede atribuir esas expresiones cotidianas al resultado de
las elecciones. Con cierta timidez, en una charla ocasional, el tema se cuela: algunos dicen que ni locos votarían por
Macri; pero otros callan o asienten con una sonrisa. Al menos, por estas
latitudes, pocos aceptan con orgullo haber elegido a Cambiemos. Algo de eso sugieren los responsables de las consultoras
que tanto han errado en sus hipótesis. Tanto en las encuestas como en las bocas
de urna, barajan la posibilidad de la
mentira en las respuestas. ¿Un complot? Imposible. Si así fuese, deberíamos
aplaudirlos de pie y dar por ganada la jugada.
Los memoriosos recordarán que nadie admitía haber
votado por Menem en la reelección cuando su escenografía económica comenzaba a
desmoronarse. El “Yo no lo voté” circulaba como chiste en los encuentros diarios.
Al final de su mandato, pocos eran sus apologistas, aunque un par de años
después salió primero en las elecciones presidenciales. Y nos salvamos de él porque se bajó del balotaje, un poco por el
repudio mediático y social hacia su figura y otro poco para provocar la fragilidad de quien terminaría
como presidente electo, Néstor Kirchner. De puro malo, nomás. En aquellos tiempos, ante la posibilidad del
balotaje entre Menem y Kirchner, la eterna diputada Elisa Carrió, había
anticipado su voto por Kirchner porque
el riojano representaba el mal absoluto. Hoy, la misma persona es otro personaje y llama
a votar por Mauricio Macri, que promete retornar a aquellos tiempos de
desocupación, desindustrialización, des-patriación
y muchos ‘des’ más adornados con globitos, conocidos en aquellos tiempos como “pizza con champagne”. El voto a Menem avergonzaba: ¿ocurrirá lo
mismo con el votante de Macri?
Las viejas novedades
Difícil que avergüence porque Cambiemos se presenta como
lo nuevo y abrazar la novedad actualiza a la persona. Estrenar, cada tanto,
rejuvenece. Zapatillas, remera, camisa, presidente. Sin embargo, Cambiemos es una novedad integrada, no
por simpáticos extraterrestres recién bajados de la nave madre, sino por personajes que hace más de veinte años operan
en nuestra vida política. Y con un saldo
bastante negativo, vale recordar. Pero, como ahora se presentan festivos,
coloridos, agraciados, saltando como adolescentes de medio siglo, se vuelven atractivos para los que no
entienden qué se esconde detrás de tanto jolgorio. Algunos lo saben y por eso
los votan. Muchos no, y no sospechan cuánto
harán sufrir a muchos argentinos con tan liviana decisión. Y hasta a ellos
mismos, cuando sea muy tarde.
¿O no se dan cuenta que cuando Macri asegura que va
a continuar con la asistencia a los más vulnerables, con la inversión en
ciencia y educación, con las jubilaciones, YPF y Aerolíneas en manos del Estado
no está siendo sincero? Si se opuso enérgicamente a estas medidas
hasta no hace mucho tiempo. ¿O se dan cuenta y no les importa? ¿No
advierten que cuando Macri promete negociar duramente con los buitres se está mostrando como un hipócrita? ¿Cómo
vamos a poner como presidente a alguien que consideraría un gasto asumir la administración de las Islas Malvinas?
¿O no les importa que la soberanía se evalúe en términos de mercado? Tal vez
los votantes de Macri sepan esto y mucho más; si a pesar de eso, lo votan, claro que deberían avergonzarse.
Vergüenza debería despertar que la candidata a
vicepresidenta por el PRO, Gabriela Michetti, se arrepienta por no haber apoyado la ley de Matrimonio Igualitario.
¿No se advierte el cinismo? Una fuerza política que ha estado de espaldas a las
grandes transformaciones que se han producido en estos años y ahora sus integrantes se convierten en sus más fervientes
apologistas. Como señaló La Presidenta en su primera aparición después de
las elecciones: “le debemos a la
ciudadanía no solamente palabras en un debate, sino sinceridad y transparencia y que nadie se disfrace de lo que no es”. De las 867 leyes que
se han tratado desde 2003, “no nos han
votado ninguna” agregó Cristina. Todos estamos expuestos a modificar
nuestras consideraciones sobre ciertas cosas a lo largo del tiempo, pero no sobre todo en pocos días. Eso
sería una mutación perniciosa desde el punto de vista sanitario. En términos
políticos, una estafa inadmisible para
los votantes.
Si es por eso que Vidal logró conquistar la
gobernación de Buenos Aires, con su
angelical rostro de peronismo fingido. Todavía no asumió y ya está
pergeñando recortes en la administración pública para poder bajar el gasto, no por ahorrativos, sino para beneficiar a los más ricos con una
reducción impositiva. Y los que confiaron en ella tal vez sean las primeras víctimas del ajuste que
durante la campaña no mencionó. Cuando vean reducidos sus ingresos o pierdan
sus trabajos, no llenarán la despensa
con el arrepentimiento.
Que un candidato se preocupe por nuestra felicidad puede ser encantador, aunque no nos diga cómo concretará esa meta.
Pero si detrás de él se agazapan las más
ávidas bestias, da para desconfiar. Si algunos se engancharon con lo de no
usar tanto la Cadena, que traten de recordar cómo nos iba cuando los presidentes la usaban de vez en cuando. Las
cadenas de Cristina tienen como función unir
y consolidar un discurso ante tanto desconcierto generado por las letrinas mediáticas. Estas cadenas son
preferibles a las que padecíamos antaño, cuando
la opresión se materializaba en eslabones de miseria y exclusión. Un
fallido de la gobernadora a estrenar: “cambiemos
futuro por pasado”. Pura nostalgia
exudan los del PRO. En los baños de antes, para eliminar los detritos, se tiraba la cadena. Sin dudas, es
preferible que una presidenta hable mucho, a
que se usen las cadenas para flagelar a un pueblo o para desecharlo.
Peligroso es caer en la trampa de Cambiemos. Peligroso que lo hagan la reciente ascendida clase media ¿y porque no la clase media olvidadiza?. Después vienen las decepciones de quienes lo votaron y las negaciones. Peligroso para la democracia. Peligroso es que la clase politica por políticos mentirosos como Macri que intentan mal camuflarse de peronista llegue a gobernar. Lejos está Macri de López Murphi que por lo menos no mentía ni se camuflaba y hasta último momento hablaba de ajuste, achicar el estado, distinto a la nueva gobernadora que dió a conocer su plan después de electa. Impecable Gustavo Rosa.
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