La jugada es tan siniestra como increíble. El discurso oficial y
dominante trata de pegotear al candidato opositor Alberto
Fernández al seguro fracaso de la economía amarilla. El riesgo país aumenta
al ritmo de la inflación y ya supera los 2100 puntos. Sí, se puede. Y por si esto fuera poco, el FMI
introduce en la discusión la idea del vacío
de poder y toma al ganador de las
PASO como si ya fuera presidente electo. Hasta dejaron correr el rumor de
la necesidad de un adelantamiento de las elecciones, mientras un sector de Cambiemos supone que Macri no
llegará a completar su mandato. Tan desesperados están por la posible
derrota electoral, que productores agropecuarios de Tucumán prometen a sus empleados un bono de 5000
pesos si el Buen Mauricio llega al
balotaje. Y para que no queden dudas de que dan manotazos de ahogado, ya están metiendo en la agenda una
transición todavía lejana.
Pero hay más, porque los fanáticos cambiemitas acusan a los
kirchneristas de destituyentes, cuando en realidad es el propio Macri el que hace lo imposible para que todo se derrumbe.
En una estoica aceptación de su futuro, consideró la posibilidad de que a partir del 10 de diciembre sea oposición.
Y como muestra de su incontenible hipocresía, afirmó que en ese caso, "apoyaría todas las cosas en las que
creo", algo tan ambiguo como "mantener lo bueno y cambiar lo malo"
que sostenía en campaña. O como asegurar que "lo más importante para nosotros es salir adelante”, sin aclarar a quiénes incluye ese 'nosotros' y adónde queda 'adelante'.
Ya deberíamos estar acostumbrados a las
generalidades y vacíos conceptuales
que pueblan la verba del empresidente.
Él es el que ganó con la promesa de cambio
y, para nombrar de manera elegante
el saqueo salvaje que estamos padeciendo, se apropió de una expresión como "trabajo en equipo" que nos costará mucho tiempo recuperar. Él
es el que constantemente pregona sobre el diálogo y el consenso para referirse al acatamiento a las órdenes que emanan del
poder fáctico. Y también ensaya una expresión beatífica para pontificar
sobre la verdad, aunque ya sabemos que
es un fabulero de feria.
Antes de las elecciones, había lanzado esa extraña idea de convencer sin argumentos, como si los votantes
fueran autómatas y ahora, en un intento más de engatusar, sale él y su banda con la cantinela de que “aprendieron a escuchar”.
Como si fuera una virtud después de tres años y medio de deteriorar todo sin atender las
advertencias, abrir sus oídos para escuchar
los lamentos de los padecientes. Entonces, como si fuera un relator de la realidad y no su artífice,
simula empatía con un relato jamás
experimentado por él sobre lo que es no llegar a fin de mes y que todo
aumente de manera alocada. Tanto simulacro,
en estos tiempos, ya es insoportable.
Ilimitada paciencia
Tanta farsa es una falta de respeto a la banda presidencial que jamás debió vestir un personaje como él.
En una muestra extrema de enajenación, aseguró estar convencido “de que el 27 de octubre vamos a ratificar
este rumbo. Vamos a convencer a algunos que están con bronca de
que todo lo que hemos conseguido es mucho”. Claro que es mucho todo lo
que consiguieron: se perdonaron sus deudas, blanquearon sus evasiones,
absorbieron todos los negocios, incrementaron
sus ganancias con tarifazos, fugaron todo lo que pidieron prestado y cargaron las facturas sobre nuestras
espaldas. Y por si esto fuera poco, empujaron a muchos ciudadanos a padecer hambre y miseria. Además, incrementaron
la desigualdad, provocaron desempleo, duplicaron
la inflación, potenciaron la concentración, alentaron la especulación y todavía estamos esperando la lluvia de inversiones, el segundo semestre,
los brotes verdes y todas las
pamplinas con que lograron embaucar a muchos que hoy están más que arrepentidos.
No es sólo bronca, sino mucho más
que eso. Hartazgo, furia, indignación. Ganas de que se vayan de una buena
vez antes de que sigan arruinando más
las cosas. La inserción al mundo nos condujo a ser uno de los países más endeudados y con el Riesgo País más alto.
Tanta es la fragilidad en que nos dejan los
cambios estructurales que han realizado que estamos renegociando una deuda que no nos sirvió para nada. Una
forma de default selectivo que, en el
afán de camuflar esta estafa, llaman “reperfilar”,
un novedoso moño para adornar la
Pesada Herencia que nos dejan de verdad.
Pero hay más. Porque lejos de reconocer los errores –dicho con elegancia- que han cometido desde el primer día,
quieren responsabilizar a la oposición
de la situación en que nos metieron. Ahora sí convoca al Congreso para renegociar la deuda, después de haberlo
ninguneado, presionado y denostado. Ahora sí se preocupan por las
instituciones que pisotearon a fuerza de decretos inconstitucionales. Ahora sí nos piden ayuda a todos,
después de habernos humillado con
promesas incumplibles por este camino, de mentirnos en la cara con desparpajo,
de demonizar de todas las maneras
posibles, de culpar a otros por las faltas propias, de justificar muertes injustificables… Ahora que nos estamos
hundiendo por el boquete que practicó El Gran Equipo, nos piden los botes, los salvavidas y los chalecos inflables.
Y la que se viene cuando sean oposición. Desde los medios que serán acólitos del modelo que nos desbarrancó
otra vez, hablarán de impunidad cuando los injustamente encarcelados vean
la luz y de persecución política cuando empiecen los procesos judiciales de estos delincuentes profesionales y confesos.
El coro enloquecedor volverá con los choriplaneros,
los negros que no quieren laburar, el látigo y la chequera, el populismo, la Cadena Nacional y “el
dedito levantado”. Y por qué no remasterizar viejos hits, como el asesinato de Nisman o las pibitas se embarazan por la platita. Otra vez saldrán los caceroleros que defienden la República y la Democracia pero
piden proscripción, a ventilar odio, a ostentar incomprensión; esos que el
24 A salieron a protestar por el
resultado desfavorable de las elecciones, desde el 10 de diciembre, harán
sonar sus cacharros contra todo lo que busque
cierta equidad. Los titulares denunciarán que nos están llevando a ser Venezuela, Cuba o Tombuctú. Los
periodistas seguirán siendo cómplices del Círculo Rojo y construirán con su
falaz opinión el presente de pesadilla que durante
tres años y medio ocultaron. En fin, el mito
del eterno retorno o el País de
Nomeacuerdo. Alguna vez vamos a
salir de este laberinto.
Me temo, Gustavo, que habrá que reperfilar nuestra opinión sobre la porquería desgobernante, a estas alturas es obvio que se confirmaron todas y cada una de las peores expectativas que generaban estos tipos y, casi seguro, nos quedamos cortos, el mejor equipo de malandras funcionó a la perfección, hay una deuda impagable y en default, esa guita la tienen a salvo en sus guaridas, y por acá nadie vió un tornillo, no digamos una gran obra, nada.... deuda fugada.
ResponderBorrarConmovedor el ministro de endeudamiento y chanchullos y realmente somos muy malos al no asumir que es culpa nuestra que ellos, pobres ángeles, celebren su inutilidad corrupta decretando que ellos NO van a pagar nada y que todo queda para los herederos que vienen después se hagan cargo, además es poco problema porque np hay ninguna dificultad, la situación es una maravilla y la población, si se queja, es de llena, ya no hay pobreza, los jubilados son adolescentes tardíos de lo bien que están y,claro, cómo nos vamos a oponer que nuestros abnegados héroes amarillos tengan su bien ganado retiro a Panamá?, seamos buenos y agradecidos.
Ante la eternidad que falta para octubre, ni hablar de diciembre, mi almita desconfiada tiende a sospechar que hay una apuesta a que se pudra todo, que la paciencia agotada de los hambreados los saque a la calle y ellos se vean ”obligados a poner orden” ...está la gran ministra malbec, sus rambos y tooooodos los juguetes que compraron, esperando el gran día y fíjese la casualidad, los ”voceros” son doña colesterol, el alien feriglesias, picheto, en fin, justo los que no podemos definir del todo si son psicópatas, burros provocadores o qué. pero siendo ellos los que ”hablan” y si el ministro de deuda se hace el caperucita, algo huele feo y no precisamente en Dinamarca.
Con el dólar a 62, resulta amargo confirmar que se tenía razón, no?