Mientras la Presidenta visita los túneles de Cu Chi, Macri planea convertir el subte en un tren
fantasma. Los primeros conformaban una estrategia vietnamita para
defenderse de la ocupación francesa y norteamericana. Los otros túneles, después
del paso de la gestión PRO, quedarán sólo para visitas turísticas… Y un poco
más terroríficos. Otra guerra es la que emprende el Jefe de Gobierno porteño y
su equipo, no contra invasores
extranjeros, sino contra sus propios representados. Y todo para echar un
poco de oscuridad en el escenario, para victimizarse y destinar culpas a otros,
como siempre. “Lo que más me queda de
esto es el amor a la paz y la inutilidad de la guerra, porque quienes entonces combatieron
hoy son países amigos, con relaciones entre ambos”, expresó CFK después de
la recorrida. Y la vice Jefa, María Eugenia Vidal, también habló de paz, pero
en un sentido diferente: pidió a la
Nación que los “deje trabajar en paz, sin
hacerles perder tiempo”. No
hubo una guerra entre la CABA y el Gobierno Nacional, pero se le parece
bastante. Sobre todo por las actitudes
belicosas de la Administración Amarilla que, en lugar de solucionar los problemas de la gente, los profundiza.
A riesgo de ser insistentes con una idea ya expresada en
estos Apuntes, el Pro quiere amarillar el país y todo lo que hace en la fortaleza capitalina está dirigido a ese
objetivo, aunque parezca increíble. Lo
que ocurre en la ciudad con más presupuesto es el futuro que promete. Quienes
visitan habitualmente la Metrópolis, la encuentran cada vez un poco más
deteriorada, apagada, deslucida. Difícil
de entender, pero parece que el empresario devenido a político utiliza como
brújula de su gestión lo que la periodista canadiense Naomí Klein llamó la doctrina del shock. Milton Friedman, Premio Nobel de Economía
en los setenta y padre del neoliberalismo, elaboró un plan que tuvo un
fructífero resultado en los países en donde posó su planta. Fructífero para los que lo aplicaron, vale
aclarar, pues es una siniestra combinación entre el electroshock y los peores fenómenos meteorológicos que
puedan imaginarse.
El primer país que se hizo merecedor de semejante experimento
fue Chile. Antes de la sangrienta destitución de Salvador Allende –con su
asesinato incluido, aunque sugiera la forma de un suicidio-, los depredadores
económicos del establishment habían generado groseras crisis con el incremento
exagerado de precios, el desabastecimiento y los despidos masivos. La idea es que el ciudadano viva
situaciones angustiantes para que la solución parezca menos dura de lo que es.
En el caso de la gestión PRO, hay algo de eso en el tema del subte. El año de
acefalía en la administración de ese servicio público -producto de la malsana
negativa del destructor de Freddy Mercury
a hacerse cargo de lo que debía- fue el origen de algunas situaciones
caóticas, medidas de fuerza, incremento de tarifas que afectaron hasta en la
psiquis de los usuarios. De esa manera, ante tanto descontrol, el Alcalde aparece ahora como el salvador
de la comunidad para hacerse cargo de algo que no le corresponde, como
la ofrenda de un sacrificio en beneficio del buen vecino, como el único que
tiene en sus manos el mapa que indica la salida de este laberinto. Eso sí, están diciendo los amarillos, bánquense lo que venga: cobramos lo que se nos ocurra, cerramos
cuando se nos antoje, inauguramos lo que encontremos; ahora esta empresa es nuestra y jugamos como queremos.
Y esto no es producto de una alucinación padecida por este
ignoto profesor de provincias vacacionando en la Costa Atlántica. Un poco sí,
con el vaivén de las olas y el sol que da de pleno en su desprovista sesera.
Pero algo de coherencia hay en sus lucubraciones. En estos días, el presidente
de la UIA, Ignacio de Mendiguren, deslizó un exabrupto en relación con las
paritarias que puede servir como punto de partida; algo así como que si se excede en el porcentual de incremento
salarial puede ocurrir una escalada inflacionaria al estilo del Rodrigazo,
aquella invitación al golpe de Estado de 1976. Aunque fue anunciado por
Celestino Rodrigo el 4 de junio de 1975, no fue él su autor intelectual, sino
su segundo, Ricardo Zinn, que después terminó siendo asesor de Martínez de Hoz.
En aquellos tiempos, el dólar pasó de 10 a 26 pesos, las naftas tuvieron un 181
por ciento de aumento, la energía un 75, el boleto del transporte urbano subió
un 50 por ciento. En línea con las ideas de Milton Friedman, era un plan perfecto para generar una
enorme desazón en la población, a
tal punto que la llegada de la dictadura podía ser vista como el arribo del
Regimiento de Caballería, como había ocurrido un par de años antes en
Chile.
Si bien la idea del
Jefe de Gobierno porteño no es provocar ningún golpe, algo de desestabilización hay en sus decisiones. Un informe
elaborado por un equipo técnico que coordina el ministro de Trabajo, Carlos
Tomada, indica que con el incremento de la tarifa a 3,50 pesos, “el subte deja de ser una opción de
transporte para los sectores populares”. Los deciles de más bajos ingresos deberán invertir un porcentual mayor
para sostener el consumo habitual o comenzar a utilizar el colectivo para sus
traslados. Al volcar más usuarios hacia ese medio de transporte, es
probable que el servicio, en las actuales condiciones, no dé abasto. Entonces, la doctrina del shock está servida
en bandeja.
Ahora, el transporte de superficie es el que permanece
acéfalo pues Macri no ha decidido hacerse cargo. Nadie coordina a las empresas consignatarias y nadie toma decisiones
más que los propios empresarios. Si la cantidad de pasajeros que abandonan
el subte comienza a poblar los colectivos, deberán incorporar más unidades para
satisfacer la creciente demanda, lo que saturará las calles ya de por sí
congestionadas. Si no, los pasajeros
viajarán muy mal, algo en lo que no piensa el ex presidente de Boca. Aunque
el Ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo ya se lo ha
advertido, la política de Macri apunta a
que el sistema colapse. “No hay
soluciones mágicas –iluminó la vice Jefa Vidal-, no hay que mentirle a la gente ni generar falsas expectativas”. La solución a tanto conflicto de transporte
tendrá su precio. Y por supuesto, el beneficiado no será nunca el que
debería ser. Al menos para la Gestión Amarilla.
Alucinación o paranoia del autor de estos apuntes. Pero vale
la pena estar atentos. Después de todo, el Hijo
Del Que Se Enriqueció Gracias a la Dictadura está decidido a ser el próximo
presidente. Y lo que exhibe en la CABA
es lo que ofrece como gestión. Y también lo que votó una mayoría
caprichosa, que entiende más de mensajes mediáticos que de observación del
entorno. Aunque el riesgo sea internarse en túneles de imposible salida o calles
de difícil tránsito, más algún otro shock que se les ocurra a las lumbreras
amarillas.
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