lunes, 21 de enero de 2013

Los túneles de 2013


Mientras la Presidenta visita los túneles de Cu Chi, Macri planea convertir el subte en un tren fantasma. Los primeros conformaban una estrategia vietnamita para defenderse de la ocupación francesa y norteamericana. Los otros túneles, después del paso de la gestión PRO, quedarán sólo para visitas turísticas… Y un poco más terroríficos. Otra guerra es la que emprende el Jefe de Gobierno porteño y su equipo, no contra invasores extranjeros, sino contra sus propios representados. Y todo para echar un poco de oscuridad en el escenario, para victimizarse y destinar culpas a otros, como siempre. “Lo que más me queda de esto es el amor a la paz y la inutilidad de la guerra, porque quienes entonces combatieron hoy son países amigos, con relaciones entre ambos”, expresó CFK después de la recorrida. Y la vice Jefa, María Eugenia Vidal, también habló de paz, pero en un sentido diferente: pidió a la Nación que los “deje trabajar en paz, sin hacerles perder tiempo”. No hubo una guerra entre la CABA y el Gobierno Nacional, pero se le parece bastante. Sobre todo por las actitudes belicosas de la Administración Amarilla que, en lugar de solucionar los problemas de la gente, los profundiza.
A riesgo de ser insistentes con una idea ya expresada en estos Apuntes, el Pro quiere amarillar el país y todo lo que hace en la fortaleza capitalina está dirigido a ese objetivo, aunque parezca increíble. Lo que ocurre en la ciudad con más presupuesto es el futuro que promete. Quienes visitan habitualmente la Metrópolis, la encuentran cada vez un poco más deteriorada, apagada, deslucida. Difícil de entender, pero parece que el empresario devenido a político utiliza como brújula de su gestión lo que la periodista canadiense Naomí Klein llamó la doctrina del shock. Milton Friedman, Premio Nobel de Economía en los setenta y padre del neoliberalismo, elaboró un plan que tuvo un fructífero resultado en los países en donde posó su planta. Fructífero para los que lo aplicaron, vale aclarar, pues es una siniestra combinación entre el electroshock y los peores fenómenos meteorológicos que puedan imaginarse.
El primer país que se hizo merecedor de semejante experimento fue Chile. Antes de la sangrienta destitución de Salvador Allende –con su asesinato incluido, aunque sugiera la forma de un suicidio-, los depredadores económicos del establishment habían generado groseras crisis con el incremento exagerado de precios, el desabastecimiento y los despidos masivos. La idea es que el ciudadano viva situaciones angustiantes para que la solución parezca menos dura de lo que es. En el caso de la gestión PRO, hay algo de eso en el tema del subte. El año de acefalía en la administración de ese servicio público -producto de la malsana negativa del destructor de Freddy Mercury a hacerse cargo de lo que debía- fue el origen de algunas situaciones caóticas, medidas de fuerza, incremento de tarifas que afectaron hasta en la psiquis de los usuarios. De esa manera, ante tanto descontrol, el Alcalde aparece ahora como el salvador de la comunidad para hacerse cargo de algo que no le corresponde, como la ofrenda de un sacrificio en beneficio del buen vecino, como el único que tiene en sus manos el mapa que indica la salida de este laberinto. Eso sí, están diciendo los amarillos, bánquense lo que venga: cobramos lo que se nos ocurra, cerramos cuando se nos antoje, inauguramos lo que encontremos; ahora esta empresa es nuestra y jugamos como queremos.
Y esto no es producto de una alucinación padecida por este ignoto profesor de provincias vacacionando en la Costa Atlántica. Un poco sí, con el vaivén de las olas y el sol que da de pleno en su desprovista sesera. Pero algo de coherencia hay en sus lucubraciones. En estos días, el presidente de la UIA, Ignacio de Mendiguren, deslizó un exabrupto en relación con las paritarias que puede servir como punto de partida; algo así como que si se excede en el porcentual de incremento salarial puede ocurrir una escalada inflacionaria al estilo del Rodrigazo, aquella invitación al golpe de Estado de 1976. Aunque fue anunciado por Celestino Rodrigo el 4 de junio de 1975, no fue él su autor intelectual, sino su segundo, Ricardo Zinn, que después terminó siendo asesor de Martínez de Hoz. En aquellos tiempos, el dólar pasó de 10 a 26 pesos, las naftas tuvieron un 181 por ciento de aumento, la energía un 75, el boleto del transporte urbano subió un 50 por ciento. En línea con las ideas de Milton Friedman, era un plan perfecto para generar una enorme desazón en la población, a tal punto que la llegada de la dictadura podía ser vista como el arribo del Regimiento de Caballería, como había ocurrido un par de años antes en Chile.
 Si bien la idea del Jefe de Gobierno porteño no es provocar ningún golpe, algo de desestabilización hay en sus decisiones. Un informe elaborado por un equipo técnico que coordina el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, indica que con el incremento de la tarifa a 3,50 pesos, “el subte deja de ser una opción de transporte para los sectores populares”. Los deciles de más bajos ingresos deberán invertir un porcentual mayor para sostener el consumo habitual o comenzar a utilizar el colectivo para sus traslados. Al volcar más usuarios hacia ese medio de transporte, es probable que el servicio, en las actuales condiciones, no dé abasto. Entonces, la doctrina del shock está servida en bandeja.
Ahora, el transporte de superficie es el que permanece acéfalo pues Macri no ha decidido hacerse cargo. Nadie coordina a las empresas consignatarias y nadie toma decisiones más que los propios empresarios. Si la cantidad de pasajeros que abandonan el subte comienza a poblar los colectivos, deberán incorporar más unidades para satisfacer la creciente demanda, lo que saturará las calles ya de por sí congestionadas. Si no, los pasajeros viajarán muy mal, algo en lo que no piensa el ex presidente de Boca. Aunque el Ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo ya se lo ha advertido, la política de Macri apunta a que el sistema colapse. “No hay soluciones mágicas –iluminó la vice Jefa Vidal-, no hay que mentirle a la gente ni generar falsas expectativas”. La solución a tanto conflicto de transporte tendrá su precio. Y por supuesto, el beneficiado no será nunca el que debería ser. Al menos para la Gestión Amarilla.         
Alucinación o paranoia del autor de estos apuntes. Pero vale la pena estar atentos. Después de todo, el Hijo Del Que Se Enriqueció Gracias a la Dictadura está decidido a ser el próximo presidente. Y lo que exhibe en la CABA es lo que ofrece como gestión. Y también lo que votó una mayoría caprichosa, que entiende más de mensajes mediáticos que de observación del entorno. Aunque el riesgo sea internarse en túneles de imposible salida o calles de difícil tránsito, más algún otro shock que se les ocurra a las lumbreras amarillas.

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