Mientras dos perros sin dueño juegan en la orilla del mar como enamorados de peli romántica, surge una interrogante playera: ¿para el público es más nociva la publicación de una falsa foto de Chávez o los juegos del programa televisivo de Marley? La respuesta se deja entrever. Desde diferentes partidas apuntan a lo mismo: entorpecer el sentido, confundir prioridades, distraer la mirada. La primera, con un exceso de morbo; la segunda, también, pero simulando simpatía. Y es ese desborde de bobería bonachona lo que lo torna menos inocente y, por tanto, más peligroso. Idiotizar al público con juegos idiotizantes nunca se convertirá en un escándalo mediático. Más que escándalo, es la norma. Como esta costumbre de los grandes medios de cometer errores altamente evitables y rasgarse las vestiduras una vez que el daño está hecho. O de algunos exponentes de la política vernácula que, con la pretensión de ser opositores, terminan siendo sólo protestones. Y en ese afán cacharrero vociferan cualquier patraña para donar un titular para la tapa del diario que ya no voltea a nadie. Eso sí, en este Apunte no se hablará de Macri. Bastante tienen los porteños con bancar tamaño despropósito gubernamental, con sus vetos y omisiones para que esté uno todos los días removiendo el puñal. Sólo hay que observarlo con suma atención para no cometer en el futuro un error más grande.
Parece que, con el verano, se nos ha dado esto de preocuparnos por los barcos. No nos bastó la aventura vivida con la Fragata en Thema. Ahora reflotamos -o mejor, hundimos- el Santísima Trinidad, un buque de guerra cuyo nombre es un poco inadecuado para estos tiempos medio ateos. El incidente en Punta Alta parece una metáfora de lo que ocurre con estas instituciones que supieron ostentar cuantioso poder: la Marina y la Iglesia. Interesante sería debatir en el futuro la permanencia de nombres como ésos que se imponían desde el discurso único del dogma religioso. Las provincias con nombres de santos, vaya y pase, pero Santa Fe y Santa Cruz son demasiado obsecuentes con el catolicismo reinante en los tiempos de sus respectivas fundaciones como para permanecer intocables.
El Ministro de Defensa, Arturo Puricelli, afirma que no hay motivos para suponer que el hundimiento del buque se deba al abandono presupuestario. Desde hace unos años, el buque insignia que trasladó combatientes durante la Guerra de Malvinas estaba destinado al desguace. Según el funcionario, es posible que un descuido haya permitido el sabotaje. "Un gesto de atención y vigilancia mínima que debía tener la guardia asignada, que se ve que no ha cumplido con su rol", explicó Puricelli. La nave fue víctima de un sabotaje, de acuerdo a las explicaciones que se han dado desde el ministerio, pero no con bombas ni nada de eso, sino por una válvula que se abrió maliciosamente. Para la inspección de los buzos habrá que esperar hasta que se asiente definitivamente en el lecho. Un poco de suspenso en este tema nunca viene mal.
Pero lo que ya es un suspenso que nos hace mal a todos es el entorpecimiento que provocan algunos jueces en la gestión del Poder Ejecutivo.
Esos magistrados mantienen con los grupos concentrados de la economía una connivencia tal que no fuerzan las instituciones, sino que las retuercen para aniquilar toda noción de Justicia. Los jueces de la Cámara Civil y Comercial Federal rechazaron cuanta recusación presentó el Gobierno y aceptan cualquier apelación o cautelar que revolean los exponentes del Poder Fáctico. El decreto firmado por el Ejecutivo no puede hacerse realidad porque la protección judicial es muy efectiva y aunque el precio que No Pagó la Sociedad Rural por el predio era menor de lo que estipulaba el mercado, gracias a este Tribunal tan cuestionado, podrán seguir explotándolo por un tiempito más.
Uno que no sabe demasiado de estas cosas se pregunta por qué no expropiaron directamente el inmueble, en lugar de firmar el decreto de anulación de la venta. Tal vez porque había una causa judicial ya iniciada en esos términos. Ahora ya no se puede hacer más que esperar los pasos de esta justicia consustanciada con los intereses de una minoría patricia. Expropiar el predio después de la firma del decreto puede resultar una anomalía legal, porque, con la anulación de la venta, la propiedad es del Estado. Y el Estado no puede expropiar algo que ya es estatal. Todo queda en manos de la sospechada Cámara Civil y Comercial, aunque debiera quedar en la órbita de lo Contensioso Administrativo. Pequeñas trampas que no se pueden eludir.
Si de eludir se trata, un experto es el camionero Hugo Moyano. Lo que elude es la verdad, entre otras cosas. Porque desde que lo dejaron casi afuera del armado de listas en 2011 se está especializando en ser un opositor con énfasis. Con tanto énfasis que ya resulta patético. Como no sabe hacia dónde apunta, dispara para cualquier lado. Como el "bombero loco", pero cargado con estiércol. Ahora especula con la memoria de su auditorio. Claro, es que cambió de público. Antes sus seguidores formaban parte del colectivo K, que hunde sus raíces en la historia reciente para rescatar lo mejor del lejano pasado. Hoy, su palabra sólo está destinada a los individuos cacharreros, que siempre nacieron ayer y cuyos recuerdos no transcienden la pelusa del ombligo. Por eso puede decir que "no fue por la política de este gobierno que comenzaron a crearse empleos", aunque repitió todo lo contrario durante su alianza con el kirchnerismo.
En febrero de 2011, unos meses antes de comenzar con su protagónico de heroína despechada, Moyano brindó una conferencia para conmemorar los cuatro meses del fallecimiento de Kirchner. El dirigente gremial señaló en aquel entonces que el ciclo iniciado en 2003 había permitido "la creación de miles de puestos de trabajo". Como para profundizar un poco más el contraste, agregó que "después de Perón y Evita fue el gobierno que más hizo por los trabajadores". Y como para que no queden dudas, resaltó que "fue Néstor el que puso en práctica esa política y permitió que muchos sectores se incorporaran al consumo interno, que como consecuencia trajo la creación permanente de puestos de trabajo". Que ahora salga a decir que las políticas del presidente de prepo Eduardo Duhalde impulsaron la creación de empleos de los años subsiguientes suena a una futura alianza con el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna. De eso se trata el discurso cacharrero: de decir cosas que no son, como si fueran. De esconder las películas y mostrar sólo las fotos.
Una foto de tapa muestra una intención. Nadie en su sano juicio intentará defender ningún tipo de objetividad en la fotografía. Nada que utilice el hombre para narrar la realidad podrá considerarse objetivo. El encuadre en sí mismo, significa una toma de posición sobre el hecho retratado. La imagen de La Presidenta que eligió Clarín para ilustrar su primera aparición pública después de la gira por Oriente y Asia está muy lejos de ser ascéptica. CFK está inclinada sobre una baranda con los brazos extendidos hacia un público que se sugiere. La portada congela a la Primera Mandataria en una actitud militante, agresiva y hasta desencajada. Para el futuro ex Gran Diario Argentino ésa es la Cristina que ven siempre, la que tanto odian y, a la vez, temen.
Algo distinto intentó hacer el diario El País de España con la ya famosa falsa foto de Hugo Chávez, en la que se lo veía entubado y en una situación de extrema gravedad. Esta imagen fue extraída de un video subido a You Tube en 2008 que mostraba la operación de un hombre que padecía acromegalia. La transformación de ese desconocido en Chávez fue obra del periodista italiano Tomasso Dibenedetto, quien siempre busca demostrar la poca seriedad de muchos medios de comunicación. El País mordió el anzuelo y metió la pata. Sólo media hora duró la mentira pues desde las redes sociales comenzó a denunciarse el fraude. Disculpas y cambio de portada. Eso fue todo.
Que salgan a disculparse por no haber chequeado la veracidad de la foto es poco. Porque la "canallada" que denunció CFK desde su cuenta en Twitter es por el contenido de la imagen, por el morbo, por la malsana intención de mostrar a un líder derrotado, no por la política, sino por la enfermedad; por el macabro fin de sembrar el desánimo en muchos venezolanos que están sufriendo en serio por la salud del Presidente. La vida no les importa. Tanto allá como acá se saben derrotados y no encuentran argumentos. Desesperados, también. Por eso no tienen límites. Ellos -los de acá, los de allá- no ven la hora de que se termine de una vez por todas este populismo latino que está dando tan buenos resultados. Una epidemia que se extiende, pero, en lugar de amenazar con el exterminio de la Humanidad, promete ser la salvación ante la plaga voraz del capitalismo salvaje.
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