Hugo
Moyano ya no sabe dónde estacionar, ya no encuentra espacio que romper, ya ha
perdido toda orientación. Pero lo peor es
que ya no defiende lo que antes defendía. Ahora coquetea otra vez con Macri,
el dirigente más alejado del interés de los trabajadores. Una foto que ya ni
risa provoca. Sus declaraciones, en
cambio, significan una renuncia a cualquier principio. “El Jefe de Gobierno fue a Davos y La Presidenta fue a ver a Fidel
Castro y eso confunde”, recitó, sin rubor y esquivando todas las señales de
advertencia. En primer lugar,
Cristina no fue a visitar a Fidel Castro, que no tiene nada de malo, sino que
viajó a Cuba para participar de la segunda Cumbre de la CELAC. En segundo lugar, eso no confunde, sino que
aclara de qué lado está cada uno. El Alcalde Amarillo estuvo codo a codo
con los más poderosos del mundo, con los forjadores de crisis y miserias, con
los que se quieren quedar con todo, con
los que gobiernan sin que nadie los vote. CFK, en cambio, se reunió de
igual a igual con los mandatarios democráticos de la región para combatir la desigualdad que los divos de Davos tratan de incrementar.
No es casualidad que el líder del PRO haya sido el único en abrevar en esas
aguas tan envenenadas.
En
verdad, uno se siente más liviano sin el camionero. Porque, al contrario del
rey Midas que con su toque convertía todo en oro, Moyano desluce lo que cae en
su mira. De acá al 2015 dejará fuera de carrera
a muchos de los presidenciables, él mismo incluido, con sus apoyos piantavotos. Tal vez se esté sacrificando para garantizar la
continuidad del camino iniciado en 2003. Porque que alguien que dice
representar el interés de los trabajadores pondere a los inventores y
beneficiarios del neoliberalismo es una incoherencia más grande que una familia
de elefantes o una estrategia K de la más enredada y perversa que pueda
concebirse. Más aún cuando en los
noventa combatió con energía ese modelo. O por lo menos, simuló hacerlo.
Como
sea, Mauricio Macri fue el único dirigente nacional que demostró un enorme orgullo por asistir a Davos y se
enojó con el resto por no compartir su entusiasmo. Claro, con su miope mirada patricia, todos están
equivocados menos él, que afirma que el mundo está arrancando mientras nosotros
nos quedamos estancados. Nunca aclara
qué mundo está arrancando ni con qué destino. No se puede exigir demasiado
a sus balbuceos. Sí es posible discernir el país que promete: uno abierto a la avidez global, pero cerrado
a los derechos de la mayoría. Y aquí no hay confusión posible: de tanta
sinceridad, ya resulta cínico. Después de tanto tiempo de gestión en la CABA,
sólo puede engañarse quien quiera estar engañado. Alguien como él no gobierna
para todos, sino para una minoría
selecta y algunos invitados más que no exijan demasiado del festín.
Comparaciones odiosas, pero necesarias
“Parece que algunos quieren hacernos comer
otra vez sopa, pero además con tenedor”, comentó CFK desde
La Habana, respecto a las maniobras
especulativas de la semana pasada, que tenían como objetivo forzar una
devaluación del peso. Juan José Aranguren, presidente de Shell en nuestro país,
y el banco HSBC fueron los que pergeñaron la
embestida contra la moneda nacional. Para los que no recuerden o no hayan
entendido, una breve explicación. La entidad bancaria publicó en pantalla la
intención de un cliente de comprar más de tres millones de dólares a $8,70
cuando su cotización estaba a menos de $7,20. El banco tenía stock y podía
haber concretado ese jugoso negocio, más
aún cuando la petrolera anglo-holandesa siempre opera en esa institución. Si
bien no parece ser ilegal, es un intento desestabilizador.
Sólo algunos desvergonzados periodistas salieron
a defender a Aranguren de las críticas de los funcionarios nacionales. Y, más desvergonzados, aún, los diputados
del PRO, que presentaron en Mesa de Entrada del Congreso un proyecto de resolución
para “expresar su solidaridad con el
presidente de Shell”. Representantes
de los ciudadanos que salen en defensa de una empresa multinacional que quiere
sacar ventajas de la tensa situación cambiaria. No es la primera vez ni
será la última, pero cada vez que lo hacen, duele un poco más. Porque, aunque
cueste creerlo, también son argentinos y deberían defender los intereses
nacionales. Tanta obsecuencia hacia los
carroñeros no despierta más que asco.
Y si la situación cambiaria está tensa es porque
los productores agropecuarios y las empresas exportadoras de cereales –extranjeras,
especuladoras y evasoras- retienen los
productos de nuestra tierra a la espera de una cotización mayor de la moneda
verde. Los silos-bolsa están rebosantes. Cualquiera que haya viajado en
estos tiempos habrá visto esos enormes
gusanos plásticos y blanquecinos que parecen carcomer la argentinidad de
los campos. Eso es individualismo, egoísmo, extorsión. Como buenos patriotas, son
liberales con las ganancias pero socialistas con las pérdidas, porque,
cuando hay sequía, granizo, inundaciones o cualquier cosa que amenace sus
cuantiosas ganancias, lloran para obtener una compensación estatal. Y lloran
cuando no reciben el combustible subsidiado. Pero, a la vez, también lloran por
las retenciones y por cualquier tributo que deban rendir al Estado. Ahora, que
tienen la oportunidad de devolver los favores recibidos, como bestias cebadas por la proximidad de la sangre, sonríen y babean
porque creen estar cercando al Gobierno Nacional.
También las empresas formadoras de precios -tanto
productoras como expendedoras- embisten
contra nuestros intereses, adornando las góndolas con cifras escandalosas.
Ellos, que han crecido como nunca en estos años gracias a la intervención del
Estado, que inyecta recursos para
fortalecer el mercado interno. Ellos, que se han beneficiado esquivando cualquier
ley anti-monopólica, ante el incomprensible
descuido de las autoridades correspondientes. Ellos, que también se ven
favorecidos por los subsidios estatales a la energía, créditos y otras ventajas
que sería largo explicar. Ellos también
se quieren apropiar de nuestros ingresos.
Porque de eso estamos hablando, queridos
lectores. De nuestros ingresos y de los que nos
meten las manos en el bolsillo, para utilizar la metáfora de los
avarientos. Combatir la desigualdad es
un objetivo al que nadie se puede oponer. Para que se haga realidad, los
que más tienen deben renunciar a una porción de sus ganancias. Una porción
mínima, como una devolución de lo que nos han saqueado en décadas anteriores. Así de simple: que ganen un poco menos, que
contengan su angurria, que piensen en el conjunto. Ya no pretenden usar una
pala manual, sino una mecánica para llenar sus arcas rebosantes. Al ver que el
país sigue creciendo, su avaricia se potencia hasta índices inmorales: evaden, fugan, esconden, aumentan,
conspiran y explotan.
Con este recorrido se puede comprender la
diferencia entre la reunión de Davos y la cumbre de la CELAC, “un proceso de integración sin precedentes”,
como lo calificó La Presidenta. La primera, una orgía de ricachones que pergeñan estrategias para incrementar su
vampirismo. La segunda, la conformación de un bloque político para luchar contra todas las desigualdades.
Perdón, Moyano, pero no hay confusión posible, sino la diferencia entre sostener privilegios minoritarios y ampliar
derechos para la mayoría.
Totalmente de acuerdo Gustavo lo que tendría que ir implementando el gobierno es ir sacando los subsidios a algún sector que hoy se ve que no lo precisa y subsidiar a los que mas invierten en maquinarias y bienes de capital para la producción alimenticia nacional, para darle mayor valor agregados a nuestro productos. esa es mi idea para subsidiar al sector agro exportador. a los especuladores ni justicia.
ResponderBorrarAdemás, premiar con subsidios a los que diversifican los cultivos. Subsidiar sólo a los pequeños que cultivan soja y la mitad o nada a los grandotes. Y después, cobrar como corresponde el impuesto a las ganancias y a la riqueza.
ResponderBorrarNo esperemos que sienten cabeza y entiendan que deben dejar las obscenidades que hacen como forma de especulación. Es hora que CONTROLEMOS.
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