El Papa da para todo. El ex Bergoglio recibió al
equipo de heladeros argentinos que participará del Mundial del Helado en la
ciudad italiana de Rimini y le brindó la bendición para que superen el título
de campeón latinoamericano. Los
muchachos agradecieron el gesto y le dejaron como obsequio un nuevo gusto para
el cucurucho, al que bautizaron como “Francisco”.
Casi nadie ha lengüeteado a un Papa para saber qué gusto tiene, así que
habrá que esperar la estrambótica variedad helada para poder saborearlo.
Algunos dicen que una monja italiana ya lo ha probado –extraoficialmente, por
supuesto- y de alguna manera, ha quedado embarazada. En realidad, las mujeres pueden llegar a
ese estado por tres caminos: el coito, la inseminación artificial y el milagro divino. Parece que ésta última
fue la manera, porque acudió al médico por un dolor abdominal y salió con la
ecografía de un fetito. Ella, que realiza tareas en un geriátrico, se hará cargo del bebé al que llamará, como
no podía ser de otra manera, Francisco.
Aunque no se
llame Francisco –sólo le falta la sílaba del medio- Macri es muy franco. Pero no el célebre ingeniero que supo
asolar la Capital Federal, sino el padre de la criatura. De haberlo
engendrado en estos tiempos, lo habría bautizado como el pontífice argentino
para iluminarlo un poco más. Lejos de
eso, se sincera. Aunque no lo reconozca abiertamente, el empresario Franco
Macri debe leer Apuntes Discontinuos, sobre todo aquellos textos
que señalan la ausencia de sentimientos del Alcalde Amarillo. “Tiene
la mente de un presidente –opinó
sobre Mauricio- pero no el corazón. Es
una vocación. Ser presidente de un país es renunciar a su propia vida y eso es
algo que nunca le pediría a un hijo”. Un
agradecimiento enorme, aunque no nos caiga nada bien este beneficiado por la
dictadura, porque el consejo paterno y la aceptación del hijo pueden salvar a
la República.
Vale insistir: es probable que nunca nos caiga bien
nada que provenga de alguno de estos Macri, pero, al menos, Franco se esfuerza
por conquistar nuestra simpatía. No lo logrará del todo, pero lo está
intentando. Sin dejarnos engañar, vale la pena el arrojo de prestar atención a
sus palabras. Como si renunciara a sus
intereses para seguir el camino de los sentimientos, consideró que “el nuevo presidente tiene que salir de La
Cámpora”. Pavada de bronca se habrá llevado el líder del Pro cuando escuchó
que, para su padre, los puerilmente
demonizados militantes son los más adecuados para tomar la posta. Como si lo
estuviera provocando, el creador de la empresa que creció gracias a las
topadoras de Cacciatore se consideró muy optimista, “porque este gobierno ha sembrado
bien, el próximo tendrá que cosechar”. Algo que va en contra del afán destructivo de Mauricio.
La paja y el trigo
No nos hagamos ilusiones: no estamos ante la
expiación de un empresario. Si Franco Macri sale a apoyar el proyecto K –en
detrimento de la aberración que representa su hijo- no es porque se haya
transformado en Nac&Pop. En algo le
debe convenir la continuidad de este camino y no debe ser el único en su especie
que piense en este sentido. En cierta forma, el desarrollo industrial
–tímido por la resistencia de los poderosos locales- es beneficioso para todos,
porque permite la creación de empleos y la ganancia empresarial, además del
incremento de la recaudación del Estado y la consecuente redistribución del
ingreso.
Lo que afirma el dueño de Socma no es una declaración patriótica, sino de conveniencia. Y deja traslucir una duda
compartida por muchos: ¿para qué quiere Mauricio Macri ser presidente? No sólo adolece de pasión -tema sobre
el que vamos a volver- sino que le falta una mirada más abarcadora, que vaya más allá de la CABA y el círculo
de sus angurrientos amigotes. Y cuando el Macri mayor destaca los logros de
esta década, contradice los dicterios
recurrentes de su retoño.
La falta de corazón
que señala Franco va más allá de la explicación que brinda a la revista
Noticias. No sólo le falta pasión, sino sentimientos. Mentira que se conduele por los pobres porque –para su miserable
concepción de las cosas- merecen vivir en ese estado. Y esto no es
exagerado: basta observar el sentido que toman todas sus decisiones. Los
sucesivos presupuestos presentados en la Legislatura con recortes en gastos sociales, vivienda, salud y educación pública e
incrementos en publicidad, decoración y educación privada constituyen su
declaración de principios. Lo que Franco Macri vislumbra es que la
presidencia en manos de su hijo dejará al país en la ruina, junto con la
mayoría, sometida a un modelo que no será siquiera de derrame, sino apenas de
un mezquino goteo. Quien piense que con
Macri vamos a estar mejor que ahora se equivoca muy feo o persigue intereses
espurios.
Para buscar un cierre a este apunte, debemos volver
a una pregunta: ¿para qué quiere Macri ser presidente? En primer lugar, él se
considera una especie de salvador, un
ángel que surge de las cloacas del paraíso para conducir nuestro país vaya a
saber dónde. Si su modelo de gobierno es el de la Capital, sólo puede
llevarnos al desastre. Además de mezquino, limitado y mentiroso, su
inexplicable soberbia inspira la ausencia de autocrítica. Si algo sale mal en
su distrito –casi todo- la culpa será del
Gobierno Nacional, algo que él llama El
Estado, como si no formase parte de esa institución. Pero en realidad, más
que yerros, hay mucha intencionalidad en su gestión. No se equivoca tanto el equipo PRO, sino que pergeñan medidas para
perjudicar a gran parte de los porteños.
Sin dudas, con Macri como presidente el futuro del
país será como lo peor de nuestro pasado. Admirador del intendente de facto
Osvaldo Cacciatore y del Infame Riojano, nada
bueno podrá incluir en su plataforma de gobierno, salvo que mienta como lo ha
hecho hasta ahora. Y que continúe recibiendo la cómplice protección
mediática y judicial. Porque hace unos años que está procesado y a la espera de
un juicio oral y muchos ni se han enterado. Ya asumió su segundo mandato en
esta situación y no sería
institucionalmente correcto que pueda continuar con su carrera política como si nada.
En segundo lugar, Macri quiere ser presidente no
porque le interese pasar a la historia, sino
para consolidar su lugar de patricio, para lograr un título más en su
currículum, una nueva copita en la repisa de su estudio, como una anécdota más
para contar a sus nietos. Una carrera en
ascenso que significará un retroceso en el resto. Y entonces, no tendrá a
quién echarle la culpa. Llegue a donde llegue, lo más importante para él
seguirá siendo su paso por Boca.
Para el final queda desentrañar los objetivos del
padre. Quizá haya entendido que la mejor manera de que el país crezca es cuando
nos va mejor a todos. Puede ser que, en
el ocaso de su vida, sus reflexiones incluyan algo de humanidad. Pero tal
vez esté harto de que su apellido esté en boca de todos y al borde del
desprestigio. Ante la posibilidad de ser
rozado por alguno de los juicios por complicidad con la dictadura, pretende
tender algún lazo amigable. Y también mitigar la posibilidad de que su astilla, el ingeniero que, como
Atila, deja desolación a su paso, alcance su sueño de ser presidente. Y
desalentar a los que piensan desperdiciar un voto de esa manera tan
irresponsable. No existe heladero que se
atreva a acomodar sobre el cucurucho un sabor tan amargo.
los de los heladeros ¿es joda ? esto ya parece una pelicula de Fellini
ResponderBorrarEstimado Nando: tardé en responder porque la netbook se me había tildado. Tanto lo de la monja como lo de los heladeros es verdad, o tanto como lo que sale en los diarios. Fellini no estaba tan errado en sus fantasías cinematográficas
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