Silos-bolsa: enormes gusanos plásticos y blanquecinos
que parecen carcomer la argentinidad de los campos.
Apuntes discontinuos, 29 de enero de 2014
Cuántos de los que apoyaron sin
comprender demasiado la rebelión de los
estancieros en 2008 estarán dispuestos a sumarse a la nueva asonada que el
poder fáctico pergeña. En aquellos tiempos, las frases “yo estoy con el campo” o “el
campo es patria” adornaban vidrieras y parabrisas casi con orgullo
ciudadano. Hoy, tal vez, avergonzaría un
poco sumarse a los conspiradores eternos de la democracia. Más aún, cuando
los grandes productores siguen negándose a liquidar los granos a la espera de
mayores ventajas para llenar sus rellenos bolsillos. Encima, justifican su
avaricia tratando de despertar solidaridad
con sus desconsolados lamentos. Carlos Garetto, de Coninagro, manifestó que
“si hubieran ganado plata, estarían en Dubai”.
Ese es el paraíso para ellos, el
monumento a la riqueza obscena, a la desigualdad bestial, al aquelarre
económico en donde ganan unos pocos. En eso quieren transformar nuestro país. El
círculo rojo se ha puesto en
movimiento porque sus integrantes comienzan
a sentirse menos dueños del país que consideran su exclusiva posesión.
Un nuevo embate estamos
presenciando, cuyo objetivo es propinar un golpe mortífero al Gobierno
Nacional. Una acción coordinada que incluye operadores económicos, políticos y
mediáticos que quieren instalar la idea de una economía que se derrumba. Un imaginario construido desde los medios
hegemónicos que apunta a mostrar una Presidenta sola, desconcertada,
desfalleciente, inactiva. Como siempre, titulares que manipulan, mienten,
exageran, silencian. Y en las sombras, siniestros personajes que apuestan sus
fichas para acelerar un desmadre que, desde hace mucho, les está negado. Más de
una vez se ha dicho en este espacio que esos individuos angurrientos ganan mucho
más en el desastre que en la bonanza. Nada
les importa más que llenar sus arcones con fortunas extraídas de la miseria.
Tanto quieren al país que hacen lo imposible por hundirlo.
Algunos exponentes de este
grupete despreciable se animan a poner la cara para difundir su nefasto
ideario, hasta justificar la indisimulable gula que los impulsa. Desde que el
Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, anunció la adquisición de dólares para
atesoramiento, están más encabritados que nunca. En vez de menear los rabos
ante la devaluación del dólar –como exigen siempre-, gruñen y babean porque quieren más. Quizá algún desprevenido no
comprenda del todo el alcance de sus pretensiones. Simple: ellos quieren todo. Los integrantes del círculo rojo serían
más que dichosos con un gobierno que elimine los impuestos, garantice sus
ganancias exorbitantes, permita la explotación laboral y esconda a los
desplazados. El país ideal sería uno en el que 40 millones trabajen por mendrugos para preservar los privilegios de
diez mil patricios. El país del Centenario, con todas las letras.
Para
muestra, basta un poroto
Sin pudor, exhiben un
gataflorismo patético, más adecuado para un personaje de Capusotto que para la
vida real. En todos estos años los hemos escuchado clamar por una devaluación
de nuestra moneda porque con un dólar bajo, las exportaciones no son
competitivas. Para ellos, ‘competitivo’
significa ganar mucho fácilmente, sin invertir, sin innovar. Sus ganancias
no son el resultado del trabajo, sino de una renta jugosísima. Ahora que las
autoridades económicas ubicaron la moneda verde a ocho pesos, tampoco están
conformes. El titular de Coninagro, Carlos Garetto, aseguró que esa cotización “no es un incentivo” para liquidar los granos que descansan en el vientre de
los enormes gusanos blancos que infectan nuestros campos. Pero, en una
esquizofrenia aterradora, se lamentó porque "los
productores compran muchos insumos importados, así que, en ese sentido, un
dólar más caro no es tan conveniente". Entonces, ¿qué quiere? ¿Un dólar a 20 pesos para exportar y otro a uno para
importar?
El mismo individuo también habló de la presión
tributaria, que parece asfixiarlos hasta volverlos azules, como el dólar con el
que juegan. Pero ellos quieren ser verdes, como
las tierras que explotan y el dólar que anhelan. La cotización que los
excita es la del ilegal, el que ellos llaman blue por elegancia cromática,
aunque en realidad debería ser ghost, fantasma,
porque aumenta aunque nadie opere con él. Y el condimento ideal para completar
este plato es la anulación absoluta de cualquier tributo.
Antes de que alguno se conduela ante tanto sufrimiento, este dirigente que dice
representar a los cooperativistas, adopta
los argumentos de los patricios rurales, los grandes productores que monopolizan la argentinidad tanto
simbólica como material. Los
terratenientes herederos de tierras usurpadas a fuerza de balas y los nuevos
estancieros que crecieron gracias a su complicidad con la dictadura y al
descontrol noventoso. Porque no son humildes campesinos los que están
clamando por un beneficio mayor: los
pequeños y medianos productores no tienen el respaldo económico para mantener
su cosecha en los silos. Son los grandotes, los que no sólo tienen
respaldo, sino un asiento aerodinámico reclinable con masajeador incorporado.
De acuerdo a los cálculos del
ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, “hay 8
millones de toneladas de granos, mayormente soja, sin liquidar. Esto equivale a
3500 millones de dólares que podrían ingresar al país”. Como para que no
queden dudas de que estamos ante una conspiración, en enero del año pasado se había liquidado el 97 por ciento de la
cosecha de soja, en cambio hasta ahora sólo se puso en movimiento el 83. En
la campaña en curso, se estima que la producción superará los 103 millones de
toneladas y, de todo eso, la soja constituye la mitad. Una entrada de divisas por 5760 millones de dólares con una ganancia
para los exportadores de más de 30000 millones de pesos. Demasiado dinero
para pocas manos; mucho poder para mentes tan perversas.
Estos
malintencionados están pidiendo medidas drásticas. Para la
exportación de productos agropecuarios, la histórica Junta Nacional de Granos.
Para la derivación de recursos a la industria, una especie de IAPI. La
aplicación de la ley de abastecimiento también abarcaría a los que especulan
con los productos esenciales. El Congreso tendrá la posibilidad de discutir
leyes antimonopólicas y poner un freno a la extranjerización de la economía. Los poderosos están desbocados y nosotros,
al borde del hartazgo. Para continuar con este proyecto de país, no sería
saludable que ganen la pulseada. Si nos
derrotan en esta mano, nos pasan por encima. Y lo estamos pasando demasiado
bien para perder otra vez.
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