Otra vez los Reyes Magos se
olvidaron de traer un corazón para Macri.
El 2015 se acerca y para alcanzar la presidencia necesita demostrar algo de sensibilidad.
Los mejores profesores de teatro trataron de enseñarle, cuanto mucho, a simular, pero no le sale. Quizá no
sea correcto analizar una figura política en estos términos. O mejor dicho,
para continuar, es necesario diferenciar a la persona del personaje. Puede ser
que en su círculo íntimo –rojo o del color que fuere- sea afectuoso, simpático,
gracioso y hasta inteligente. Pero su
faceta pública no demuestra nada de eso. Alguien que recorta presupuesto a
la educación pública y la boicotea con todos los medios a su alcance, que
despide al director de Orquestas Juveniles sin otro motivo más que el desprecio
por la inclusión, que intenta desmantelar el Parque de la Memoria, que rescinde
el contrato de las trabajadoras del Programa de Asistencia a Víctimas de
Delitos Sexuales y algunas cosas más en este sentido demuestra que no siente absolutamente nada por el Otro. Mientras
ahorra en estas variables y aumenta tarifas en otras, su Gobierno gasta, sin reparos, más de un millón de pesos por día en
publicidad. Gracias a eso, muchos de los ciudadanos no se enteran de las
medidas que toma en su principado.
Algún lector dirá que ése es un
problema de los porteños. Por ahora, sí.
Pero alguien como él ubicado en la Casa Rosada dejaría en el país una
desolación jamás vista en nuestra historia. Y quienes simpatizan con él –con el
personaje, no con la persona- también corren el riesgo de perder todo rastro de
sensibilidad. Adoradores del marketing,
el maquillaje y el glamur, también están aprendiendo a despreciar. Una pena
que los que no lo votaron padezcan sus atrocidades. El resto, merece cosas
peores.
Hasta septiembre del año recién abandonado,
entre el presupuesto central y los de cada ministerio, el Gobierno Amarillo llevaba gastados 338 millones de pesos en
publicidad. Y esto no apareció en una nota realizada por una revista filo
kirchnerista, sino que es el resultado de una investigación de dos dirigentes
de la Coalición Cívica-ARI, Rocío Sánchez Andía y Hernán Reyes. Mientras todos
los años sub-ejecuta los presupuestos
destinados a salud, educación, inclusión, en el rubro publicidad siempre desperdician más de lo estipulado: en
2008, 45 por ciento más, en 2009, 68, en 2010, 43 y en 2011, un 87 por ciento
más. Sólo en 2012 se gastó un poco menos, con apenas un 12 por ciento más de lo
acordado, tal vez como cábala. “Los
porteños pagan impuestos para que Macri gaste 1.250.000 pesos en publicidad por día, lo que equivale a 52.310 por
hora -explicó Reyes- Hay que
cortar con este despilfarro y limitar el gasto en propaganda del gobierno”. Cómo
se resolverá esto y qué consecuencias tendrá es, por ahora, un asunto de ese
distrito. En el futuro, no habrá que engañarse
con los espejitos de colores de los publicistas, sino dejarse convencer por el
modelo de país que proponga cada candidato. Y a otra cosa, mariposa, que
hay asuntos más importantes para tratar.
No hay
recetas en este proyecto
Aunque analistas y operadores de los medios
hegemónicos apuesten al fracaso, el nuevo acuerdo de precios puede dar buenos
resultados. En contradicción con lo que se ha dicho en estos días, las cifras no fueron puestas
arbitrariamente por el equipo de Economía, sino pautadas en conjunto. Si todo
funciona bien, no habrá sobresaltos en las góndolas, salvo que algún vivo trate de ganar más de lo que
corresponde. Esto quiere decir que si
algo aumenta es porque alguien decidió aumentar, así de simple. Lo más
importante es que este nuevo listado presenta precios un 7 por ciento más bajos
que los que se exhibían la semana pasada. Y en cierta forma, se convertirán en
valores de referencia y tal vez tiendan a la baja.
El secretario de Comercio, Augusto Costa,
aseguró que la canasta con 100 tipos de productos busca establecer parámetros a
los consumidores para evitar “que nadie
se quede con el excedente que no corresponde”. En breve, las discusiones
paritarias ocuparán el centro de la escena y el establishment intentará aplastar las expectativas con la advertencia
de que podría disparar la inflación. No debemos dejarnos engañar: salvo que
los porcentajes sean exagerados, la incidencia no es directa. Según el
funcionario, “lo que se va a analizar es
cómo ese incremento salarial se traduce en mayores costos de los supermercados
y de las cadenas proveedoras”. Y será el Estado quien evalúe cuánto es el
componente salarial en costos y si las rentabilidades se verán afectadas. En definitiva, que las grandes empresas no amenacen
con achatar salarios, provocar desabastecimiento o inventar productos
medicamentosos para ganar más. En democracia, no tienen cabida las
extorsiones, salvo cuando la policía se impacienta.
En esta ocasión, todos los integrantes de la
cadena de comercialización se repartieron las ganancias. Pero el objetivo del
ministerio de Economía es ir cada vez más atrás en los eslabones, para lograr
una mejor redistribución de la renta. Y lo más importante que puede resultar de
todo esto es que los porcentajes de
renta se discutan en público, para
que nadie llore mientras cuenta su fortuna en las sombras.
Con o sin inflación, muchos se están preparando
para las vacaciones. Según las proyecciones, más del 60 por ciento de la
población saldrá de viaje. Esto no
ocurre cuando la situación económica está en crisis ni cuando se pierde el
rumbo, sino todo lo contrario. Hay dificultades porque el mundo se tambalea
y algunos conspiran. Pero ninguna tormenta se vislumbra en el horizonte. Aunque
no estuvo del todo ausente, La Presidenta retornará en estos días. Tanto
seguidores como detractores la estaban extrañando. Los primeros porque absorben energía para continuar el camino; los
segundos, porque sin ella, no encuentran qué decir. Ya los hemos visto
haciendo el ridículo con el verso mediático de la cadena nacional. Si habla, protestan; si no habla, se quejan. De tanto seguir la agenda del
establishment, están muy extraviados.
Como el diputado por la UCR, Ricardo Alfonsín,
que no sólo duda del éxito del acuerdo de precios sino que reclamó que se
ataquen “las causas de fondo de la
inflación”. Sin decir cuáles son
esas causas, claro está. No porque no las sepa, sino porque le avergonzaría
recitar el recetario de la ortodoxia: freno a la emisión monetaria, reducción
de los salarios, ajuste del gasto público y, por supuesto, liberación del tipo
de cambio. Todas estas medidas, muchas veces aplicadas por iluminados voceros
del Poder Económico, sólo garantizan
ganancias para unos pocos y pobreza para la mayoría.
Este es un proyecto diferente, que se construye superando
las dificultades que aparecen en el camino. Y sin perder de vista el objetivo de crecer con todos adentro. Un
poco diferente al modelo que propone el PRO: que crezcan mucho unos pocos, que el resto no será bienvenido.
Esperemos que los vecinos de la Ciudad de Buenos Aires se den cuenta en la próxima votación que el PRO no es una buena elección.
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