¿Cómo no recordar Psicosis, de Hichcock, al leer sobre el
caso de Vicente López? Un grupo de vecinos denunció que de una casa salía un
hedor sospechoso y cuando la policía entró al lugar encontró a su ocupante
muerto desde hacía por lo menos 30 días. Pero lo extraño es que, sentada ante
la mesa de la cocina, arropada y con unas pantuflas invernales, estaba su
madre, muerta entre ocho y diez años atrás y naturalmente momificada. Un Norman
Bates vernáculo del que nos hemos perdido su historia de soledad y
perversión. Realidad y ficción parecen nutrirse constantemente y a veces se
confunden en un mismo relato. Los peces muertos aparecidos en la superficie de
los lagos de Palermo puede ser el inicio de un cuento de terror. O su crudo final. ¿Será por eso que el
diputado Julián Domínguez propone el traslado de la Capital al norte del país,
para preservar la vida de los peces?
Si Belgrano pergeñó el Éxodo Jujeño para escapar de las tropas realistas, el ex
ministro de Agricultura, ¿estará proponiendo
el éxodo porteño para proteger a sus
habitantes de las tropas del PRO, que destruyen todo a su paso?
Tanto protesta Macri contra el
Gobierno Nacional que pronto quedará solito en su principado, como único
responsable de sus atroces decisiones. ¿A quién le echará la culpa de todo
cuando la Casa Rosada esté sin ocupantes? ¿O
ya estará calculando los posibles negocios que concretará con tantos edificios
desocupados? ¿Pensará abandonar la carrera presidencial si debe trasladarse
a una ciudad tan cercana a los bolivianos que tanto desprecia?
Cuando el 16 de abril de 1986
el entonces presidente Raúl Alfonsín anunció el traslado de la Capital Federal
a Viedma-Carmen de Patagones, muchos
provincianos soñamos con la promesa de un nuevo país. En el siglo XIX, se
pensó en Rosario como la posible capital y, aunque después la idea fue
descartada, quedó el matutino que Ovidio Lagos fundó para apoyar tal proyecto.
En definitiva, cada tanto surge la idea
de cambiar la sede del Gobierno Central, como una búsqueda física de un
federalismo esquivo. Antes de que aparezcan los mensajes engañosos, no será
el primer país que decide semejante mudanza ni tampoco el último. Por supuesto,
surgirán los agoreros que argumentarán que hay cosas más importantes, que es
una cortina de humo, que no es momento de emprender semejante inversión. Para los conservadores, nunca es el
momento, pero alguna vez tendrá que ser.
No
es algo que se tenga que hacer ya, pero tampoco nunca. Lo
importante es que estos tiempos permiten discutir temas para el largo plazo,
como debe ser en toda re construcción. El
primer paso es no negar la posibilidad porque la historia de nuestro país
siempre ha estado atravesada por la oposición entre la Capital y el Interior.
El diputado Ricardo Alfonsín no descarta la idea, aunque se mostró sorprendido
por la propuesta. En cambio, el diputado progresista
Hermes Binner, fiel a su estilo regresivo y desinformado, jugó con las palabras para enredarse en la
inconsistencia, como siempre. "Lo
que hay que trasladar no es la capital sino el Estado –explicó el ex anestesista- tiene
que estar presente el Estado en la solución de problemas, en la ayuda, en
encontrar un equilibrio para ese triángulo tan interesante como lo es el
Estado, el mercado y la sociedad civil”. Vaya a saber uno qué quiso
decir con semejante trabalenguas y en qué realidad está basado. Quizá lo
mejor sería una capital itinerante, que
se traslade cada tanto a cualquier punto del país.
Las figuras de una sociedad
Si
Macri mencionó lo del círculo rojo, Binner habló del triángulo, aunque sin
especificar el color. No se le puede exigir tanto. El triángulo que fascina al
ex gobernador ubica en cada vértice al Estado, el mercado y la sociedad civil.
Y, casi como si pensara en una utopía, propone el equilibrio para esa figura. Aunque
comiencen igual, equilibrio no es lo mismo que equidad. En los noventa, el equilibrio neoliberal incrementó la
desigualdad y el desequilibrio se produjo después. Para lograr la equidad hay
que olvidarse de la geometría y buscar la unidad como única manera de
garantizar la inclusión. Una unidad que tiene el pensar solidario como
principal componente, a tal punto que provoque placer pagar impuestos para
distribuir mejor los bienes; que un comerciante reduzca un poco sus
ganancias si es para nutrir la mesa de todos; que nadie perjudique la economía
doméstica fugando divisas o especulando con su valor; que ningún productor
escatime los productos de la tierra con el fin de obtener un precio mejor. En
un triángulo, los vértices están ligados pero distantes y parecen en tensión, como
si quisiera huir cada uno por su lado. Si el círculo sugiere el
hermetismo y la exclusividad, el triángulo promete la disolución.
Sin
ponerse como un tomate –ahora que están de moda-, Binner sostiene que “el Estado tiene que estar presente en la
solución de problemas”. Y aquí comete el mismo error que todos los
opositores. Casi siempre, cuando mencionan al Estado sólo piensan en el
Gobierno Nacional, aunque esté conformado por todos. Según nuestra
Constitución, el gobierno tiene tres poderes y cada provincia, municipio o
comuna tiene su propio representante a cargo del Ejecutivo. Entonces, no
puede ser que Cristina sea la culpable de todo y la encargada de resolver la
totalidad de los problemas que surjan. Si no, ¿para qué están todos los
demás? En todo caso, los gobernadores, intendentes y jefes comunales también
son el Estado y también tienen la función de resolver los problemas. Es hora de
terminar con los cuentitos de la bruja malvada. Que las interpretaciones
prejuiciosas, pueriles y banales queden para Macri, que le sientan mejor.
De
una vez por todas, hay que jugar con todas las cartas descubiertas. Un
empresario que especula con el desabastecimiento para ganar más no debe formar
parte de ningún triángulo, círculo o rombo. Con los deshonestos no se puede
construir nada porque no piensan en el colectivo, sino en el individuo, por lo
que deben quedar afuera de toda figura geométrica. Tampoco con los que
explotan a sus trabajadores ni los que conspiran para provocar una crisis. Y
menos con los que mienten, tergiversan y manipulan para forzar la destitución.
O someten sus ambiciones al interés público o quedarán afuera del nuevo país
que estamos proyectando.
Si el
Gobierno amenaza con la importación de tomates no es para perjudicar a los
productores ni a los trabajadores, sino para contener la intención de los
avarientos. Esto no es un problema, sino parte de una conspiración. Si
Alfredo Coto introdujo todo lo referido al conflicto con el tomate, sería útil
que diga de dónde sacó la información. Y si sólo fue el difusor de un rumor o
su creador, que se lo trate como merece, como un mentiroso. En el rol asumido
por los medios hegemónicos en este tema, hay una paradoja. Cuando hablan de
inflación, responsabilizan al Gobierno y exigen que tome medidas. Cuando llegan
las medidas, cuestionan el intervencionismo del Estado. No es que no
entiendan o sean esquizofrénicos. Lo que hacen es presionar para que se tomen
las medidas que ellos quieren: ajustes salariales, reducción del gasto, liberación del dólar y muchos más
ingredientes del coctel ortodoxo. Después, se quejarán del desempleo, del
cierre de fábricas, de la yerba importada, de los pobres. Quien se deje
convencer por esos burdos libelos, a pesar de las constantes desmentidas, quien
se deje llevar por los prejuicios con forma de titular, quien crea que todo
está mal porque lo vio en la tele, que mire a su alrededor con un poco más
de atención, autonomía y compromiso. De lo contrario, tampoco sirve para la
unidad.
Si no
hay tomates o están muy caros, podemos comer otra cosa: que los guarden en sus
cajas de seguridad a ver cuánto duran. Quizá por eso es interesante conversar
sobre el traslado de la Capital Federal, porque la Babel criolla nos está confundiendo a todos: creen que su mirada
abarca todo el país cuando, en realidad, apenas miran su ombligo. Mientras en
el Dakar se malgasta combustible y se pierden vidas por deporte, el Gobierno
debe desperdiciar los tan preciados dólares para comprar tomates por la
angurria de unos y la malsana intencionalidad de otros. Y la estupidez de
algunos, sobre todo.
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