Arrojar a una persona desde un puente no debe
formar parte de ninguna protesta. Tampoco impedir que una embarazada con
pérdidas llegue a un hospital. Así no es. Una
protesta debe llamar la atención de las autoridades encargadas de resolver el
problema y no perjudicar a los que nada tienen que ver en el asunto. En
todo caso, hay que ganar la adhesión, el apoyo, la solidaridad. De esta manera,
sólo logran despertar sentimientos adversos. Tampoco este bestial episodio debe usarse para demonizar las
manifestaciones futuras. Sí para aportar un poco más de racionalidad, que
de eso se trata la construcción de un país. En todo caso, buscar formas más
creativas para incluir al otro, para que, en caso de coincidir, pueda hasta
sumarse a la protesta. Lo ideal sería
que los conflictos se resuelvan mediante el diálogo inmediato para no exasperar
a los afectados. Pero, a veces no se puede. Por mezquindad, capricho,
oportunismo no siempre funciona. El
diálogo no es un sortilegio, sino una voluntad y un compromiso. Si una de
las partes se encierra en su posición, por más absurda que sea, no habrá
acuerdo posible.
Y los más cerrados son los que más declaman la
necesidad del diálogo y su sucedáneo, el consenso. Claro, interpretan la primera como el espacio adecuado para dictar órdenes y
la segunda como la obediencia. Tal vez por eso, el ministro británico para
América Latina, Hugo Swire preferiría tratar con Sergio Massa o Mauricio Macri
la soberanía de Malvinas, porque serían más obedientes. Y más entreguistas
también. De tan cipayos que son, seguro
que ya las llaman Falklands. Lo más probable es que se sientan
orgullosos por semejante halago y ya
lo hayan incluido en sendas cartas de presentación.
Pero, aunque parezca mentira, no es eso lo más
importante. En cierta forma, en el
funcionario inglés prevalece la actitud colonialista, a tal punto que
anticipa con qué presidente se resolvería el conflicto. Como si pusiera una
zanahoria delante del burro destinado a
los votantes que creen en esas cosas. Para no confundir, Swire redobló su
apuesta verbal: “nosotros deseamos mucho
que el próximo gobierno en Buenos Aires tenga una mirada distinta a la del
actual".
¿Qué habrán
prometido los postulantes para recibir este espaldarazo? Si el Imperio
desoye las resoluciones de la ONU que, desde hace casi cincuenta años instauran
el diálogo para poner fin a la usurpación, menos va a atender las súplicas
obsecuentes de los candidatos del establishment. De las relaciones carnales a la violación hay un solo paso, aunque sea
en inglés.
Radiografía
de los candidatos
Esta historia ya es conocida. Después de la
inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso con el discurso de la
Presidenta, el diputado Sergio Massa empezó su accionar para frenar el proyecto
del nuevo Código Penal. Una extraña manera de valorar la República, menospreciando el escrito elaborado por
expertos durante un año y medio y presionando al Poder Ejecutivo para que no
cumpla con sus funciones. Y lo peor, tentando a las demás fuerzas políticas
para que se sumen a la movida deslegitimadora. Y se sumaron, nomás, con mucho énfasis, hasta llegar al absurdo de
impedir el debate parlamentario. No sólo al absurdo, sino al abordaje de
contradicciones extraordinarias. Porque en eso, los exponentes de la oposición a
la carta ya no tienen límites.
Como si
pensaran sus ridiculeces para los libros de historia del futuro, los diputados
del socialismo, el radicalismo, la Coalición Cívica y el Proyecto Sur firmaron
una declaración conjunta. Con su nada sana costumbre del estrabismo, reconocen la necesidad de un nuevo código,
pero desaconsejan hacerlo en el
actual contexto, por “el estado de
criminalidad en Argentina”. Esto quiere decir que primero habría que
combatir la delincuencia y después pensar en un nuevo código, cuando ya no sea
necesario. En una audaz competencia para
lograr la mirada amigable del establishment, reconocen que "hace falta
una reforma integral de las políticas de seguridad, entre las que se encuentren
una nueva redacción del Código Penal que contenga como prioridad la lucha
contra el narcotráfico, la trata de personas y la corrupción". Y, como si intentasen extremar la auto-parodia,
piden que esos cambios sean “el resultado
de un debate abierto, en el que
participen todos los sectores políticos y sociales, al margen de cualquier
oportunismo político”.
Incomprensible, porque eso es lo que están impidiendo con este gesto marketinero.
Porque el borrador de proyecto que todavía no fue presentado, deberá discutirse
en las comisiones de Senadores y Diputados, con la participación de expertos,
organizaciones sociales, instituciones y todos los que quieran aportar su
mirada, como ha ocurrido siempre con todas las leyes. Y ridículo, porque los
que denuncian oportunismo son los que están adoptando gestos oportunistas. Los que se están negando al debate son los
que gritan a los cuatro vientos la necesidad del debate. Para que quede
claro, cualquier contrapropuesta, crítica o sugerencia que quieran hacer,
tendrán oportunidad de hacerlo en todas las instancias de discusión a la que se
están negando. ¿Son tontos, necios o inescrupulosos? O todo eso junto.
¿O será que disfrazan con estos gestos el
verdadero motivo del rechazo? Además de antidemocráticos, ¿también son
mentirosos? Desde hace unas semanas, vienen declamando que el proyecto rebaja
las penas, libera presos, alienta la delincuencia y demás sandeces
inexistentes, pero nada dicen sobre la
inclusión de nuevos delitos destinados a castigar el accionar nocivo de las
grandes empresas. ¿Será eso lo que están defendiendo en realidad? ¿Buscarán
la caricia de los exponentes del Poder Fáctico con esta incongruente puesta en
escena?
En enero de este año se creó el Foro de
Convergencia Empresarial, FCE, que amontona
a los más grandotes y angurrientos de la economía criolla. En Expoagro, la
fiesta de los ‘agrogarcas’ –versión moderna de los oligarcas- organizada por
Clarín y La Nación, sus exponentes reclamaron “la plena vigencia de las garantías, derechos y libertades
constitucionales”, lo que desde hace
tiempo no está en riesgo. Pero lo más importante que piden es “el respeto al derecho de propiedad y al
ámbito propio de las empresas privadas y a la independencia de la Justicia”. Como es imposible subtitular este texto, es necesaria una
traducción: quieren retornar a una
economía mucho más libre para dar rienda suelta a sus impulsos vampíricos,
porque la propiedad les interesa un pepino a la hora de adornar sus productos
con precios exorbitantes y el salario es la propiedad del trabajador; las empresas deben estar privadas de las
injerencias del Estado; y la justicia debe estar al servicio de sus intereses.
Esto es lo que quieren decir los integrantes del FCE con tan florida frase.
Las
cámaras de las patronales agropecuarias, la UIA, AEA, las asociaciones de
bancos y la Bolsa de Comercio, entre otros sectores, presentaron un documento
en el que afirman que “hay que alcanzar
un acuerdo programático para que Argentina ingrese en un ciclo de profunda distensión y pacificación”. Hipócritas,
caraduras, cínicos, porque son ellos los
que tensan las relaciones y rompen toda paz con sus acciones evasoras, especuladoras
y conspirativas. Y mientras gruñen y muestran los dientes desde la
exposición de los destituyentes, los
políticos de la oposición buscan la sonrisa de estos personajes para
convertirse en sus más fieles servidores. Como los caceroleros ya dejaron
de apoyarlos en esta cruzada, buscan la mano de los poderosos para conquistar
La Rosada. Como sea, hasta a fuerza de papelones.
"Más felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de una ocupación extranjera. Más felices, sí, porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la desaparición y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente más hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo".
ResponderBorrarJULIO CORTÁZAR.