Sin dudas, en el mes del mundial, el fútbol
atraviesa nuestras vidas más que nunca y la Selección Nacional ha convertido un
sueño en realidad. Más allá de lo que pase en la semana que comienza, nuestro
equipo está entre los cuatro mejores del mundo y eso ya es muchísimo. Desde 1990 que no llegábamos tan lejos y eso
indica que también en esto nos estamos recuperando. Si en Sudáfrica quedamos en
quinto lugar, ahora tenemos el cuarto puesto asegurado. Pero este espacio no se
dedica a hablar de fútbol porque su autor es un neófito y tampoco desea aprovechar
el clima futbolero para conseguir más lectores. Sin embargo, los muchachos de la albiceleste parecen
responder al desafío de alimentar nuestra autoestima en estos días en que los
buitres amenazan el futuro. Tanta alegría convierte el solemne inicio del
Himno en un canto de guerra coreado por millones, tanto en las tribunas como en
las calles, bares y el living de casa. Un himno que parece no tener letra para
los observadores externos. Pero, en este caso, no la necesita: esas gargantas parecen gritar una
advertencia a los que quieren volver a saquearnos. Contra lo que muchos
decían, el mundial no es una cortina de humo sino un cóctel con las mejores vitaminas para seguir construyendo el país.
Ese sueño también lo estamos convirtiendo en realidad.
Pero dejemos de lado el fútbol, aunque no tanto.
La prensa agorera estuvo atenta en estos días a cualquier fracaso del equipo
dirigido por el demonizado Sabella. No se dio: perdieron la oportunidad de
titular “la derrota de la Selección complica más a Boudou”. Por ahora, nada puede salvar al Vice de
la condena mediática y el tríptico lapidario orquestado por los periodistas
carroñeros, políticos opositores y el juez Lijo parece difícil de
contrarrestar. Más aún cuando la embajada norteamericana les da cobijo. Si esto no convence a quienes dudan de una
confabulación destituyente, estamos más que fritos.
En lo cotidiano, podemos encontrar voces
destempladas que destilan pestes contra Boudou, pero cuando uno indaga sobre
los puntos centrales de la no-causa, la ignorancia reina. O cuanto mucho, un
indignado silencio. Aunque no sepan de
qué se trata, Amado merece el destierro en algún peñasco perdido
del Atlántico Sur. Sin embargo, las acusaciones son contradictorias. En
principio, parece que Boudou recibió una coima para salvar a Ciccone
Calcográfica de la quiebra. Un cohecho que consistía en el 70 por ciento de la empresa. Pero el salvataje no se concretó por
los oficios del entonces ministro de Economía, sino por la aparición de una
empresa creada de apuro en Uruguay. Y
afirman que fue Boudou quien puso la plata, a través de un amigo de la infancia
a quien no conoce, Alejandro Vanderbroele. Aunque el banquero Raúl Moneta afirma que aportó el monto para salvar la
empresa, el juez Lijo no tuvo en cuenta este pequeño detalle porque no servía para alimentar titulares. Y más
aún: fue el propio Moneta quien reclamó
la indemnización por la expropiación de la firma. Esto es lo que la Cámara Federal
considera la ruta del dinero, algo que el “héroe
de la oposición” no tuvo en cuenta. Esto convierte en improbable la continuidad
de este proceso judicial.
Guardianes
en la niebla
Como el establishment no se conforma con un solo
héroe, el casting tiene muchos
postulantes, que, prestos, elaboraron apresurados proyectos de juicio
político. Proyectos que rebotaron en la comisión respectiva y ya no pueden
discutirse en la Cámara de Diputados. Y eso, para el Jefe de Gabinete, Jorge
Capitanich significa el buen funcionamiento del sistema republicano de
gobierno. Claro, para los opositores, la
República funciona cuando se hace lo que ellos quieren, aunque sean minoría.
O mejor, la República marchará mejor cuando el kirchnerismo no exista, porque
es su peor pesadilla.
Sin dudas, los K han puesto todo patas arriba, a tal punto que provocaron una rebelión
mundial contra el Imperio. De esto, ya no quedan dudas. Si la Corte Suprema
de Justicia yanqui no tomó el caso
argentino, fue porque la administración Obama miró para otro lado. Así
funcionan las democracias en serio, aunque
un juez patricio interprete las leyes a su antojo y se exceda en sus
atribuciones; aunque un grupo de matones platudos se quieran llevar puesto
un país. Las democracias en serio funcionan cuando gobiernan las
minorías en detrimento de la mayoría. Entonces, en lugar de agachar la
cabeza y entregar nuestras riquezas, CFK y su equipo se dispusieron a defender
la soberanía y la dignidad nacional. Y vamos a salir triunfantes de este
trance, no sólo porque somos mayoría
sino porque tenemos la razón. Esto también forma parte de la pesadilla kirchnerista, que siempre se
salen con la suya. Y lo peor de todo es que, a la larga o la corta, el relato
K se aparta menos de la verdad que la fantasiosa patraña que sostienen los
demás.
Después de años de anunciar el fin de ciclo –comenzaron en 2004 con esa cantinela- ya no están tan seguros de
que alguno de los suyos conquiste la
presidencia el próximo año. Aunque Scioli se esfuerce en perfeccionar su
tibieza, siempre se ha manifestado
consustanciado con el proyecto en curso. A su manera, es kirchnerista o por
lo menos, afirma serlo. Lo que molesta de su discurso es la permanente arenga a
favor del diálogo, el consenso, el abandono del conflicto. Ya se ha dicho
muchas veces, pero vale la pena reiterarlo: el diálogo y el consenso se dan
entre iguales y el conflicto es ineludible para modificar el escenario. Con los
poderosos, el diálogo es la prepotencia
de la orden, el consenso es la obediencia y cuando no hay conflicto, el
sometimiento será la constante.
Porque, entre muchas cosas, hemos comprendido
algo muy importante: la construcción de
un país inclusivo y pujante depende de la contención del Estado a la angurria
del establishment. Por lo tanto, los candidatos pueden catalogarse de
acuerdo a su relación con las corporaciones. Macri forma parte del Círculo Rojo
y actuará en su beneficio. Massa es un
mayordomo del Poder Económico y se esforzará en servir el festín. Scioli no
se atreve a enfrentarse, pero mira con recelo. Binner y Cobos prometen ser los felpudos del Poder Fáctico
y someterán al país con sus complacientes y republicanos buenos modales. Estas
serán las cosas que deberemos tener en cuenta para elegir al próximo
presidente.
Pero no nos apresuremos, todavía está Cristina y
falta más de un año para el cambio de mandatario. Mucho tiempo para vaticinios.
Poco tiempo para cambios sustanciales
que convenzan a los vacilantes. Tiempo suficiente para hacer un inventario y
plantear nuevos desafíos. Y muy generoso para cerrar capítulos. Si el programa
Precios Cuidados logra frenar la inflación y alejar la pesadilla de las
góndolas, será una victoria sobre la
especulación de muchos empresarios. Si la pelea con los buitres llega a
buen puerto –que acepten el canje, como la mayoría- será un triunfo enorme de la política sobre la despiadada timba
financiera. Si los programas inclusivos avanzan para desterrar la
desigualdad, la conciencia colectiva se
alimentará de solidaridad. Si la no-causa Boudou se ahoga en su
inconsistencia, los carroñeros
mediáticos y políticos se quedarán sin sus quejosas campañas.
Finalmente, si todo sigue como hasta ahora,
superando los obstáculos que los conspiradores colocan en el camino, nuestro querido país tiene un futuro de
grandeza, como merecemos. Y si la Selección conquista la Copa, no
garantizará la continuidad del kirchnerismo, pero nos brindará una alegría monumental
por unos días. Y si no, también, porque
lo importante no es ser los mejores, sino seguir en carrera.
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