Si la mayoría de los jueces
acompañaran sus fallos con recomendaciones literarias, el mundo funcionaría
mucho mejor. Un juez de familia rosarino, Ricardo Dutto, encontró en la lectura grupal una manera de reforzar los lazos de una
familia en vías de disolución. No incluyó cualquier cosa en las sesiones
semanales, sino la Convención de los Derechos del Niño, “El Principito” y “Ética para
Amador”, de Fernando Savater. Claro que esto puede ocurrir cuando los
magistrados tienen el hábito de la lectura. Algunos ni siquiera leen sus fallos, como Thomas Griesa quien, en
la versión taquigráfica de su última audiencia, muestra estar muy desorientado.
Si el magistrado hubiera leído “Economía
a Contramano”, de Alfredo Zaiat, las
descabellas decisiones que ha tomado no amenazarían nuestro fin de mes. Y
de haber ojeado al menos “Los buitres de
la deuda”, de Mara Laudonia, entendería mejor el trabajo que ha costado
llegar al canje de deuda en 2005 y respetaría más su compleja orfebrería.
Además, comprendería mejor la calaña de los individuos a los que
está defendiendo.
Hace unas semanas, sosteníamos
que el juez estaba alineado sin dudas con los intereses carroñeros. Ahora,
podemos afirmar que no sólo es un
apologista de los buitres sino que sus representantes le dan letra. Con sólo
leer fragmentos de las audiencias, se nota que no entiende lo que está en sus
manos ni el daño que puede producir con su intransigencia. Más allá de eso,
nuestra mirada no debe detenerse en Griesa, porque hay un sistema judicial que avala su permanencia y ha ratificado
sus decisiones. Además, el silencio de Barack Obama puede ser considerado
complacencia o interpretado como debilidad. Mientras más alterado esté el patio trasero, mejor podrá desplegar
su poder imperial, más ahora que el
subcontinente se está despertando de la pesadilla neoliberal.
Si bien los especuladores
financieros no tienen patria sino mucha angurria, su despiadada avidez los
conduce a dominar el mundo entero. Por eso sorprende –o no tanto- que muchos
actores de la política argentina pontifiquen
ante los micrófonos sobre la necesidad de someternos a semejante pulsión
destructiva. Al contrario de lo que dicen, si obedecemos, perdemos por goleada, porque la soberanía económica
consolidada durante todo este tiempo se desmoronaría. Quizá por ser tan locuaz,
la diputada Carrió sea la más invitada para llenar espacio en los medios
opositores. Que quede claro: no por su
coherencia, sino por su funcionalidad. El lunes por la noche destacó que "los caprichos de los funcionarios nos
pueden hacer entrar en cesación de pagos. Ella cree que lucha contra el imperio
pero lo paga el pueblo de la Nación". Una manera irrespetuosa de
diseñar un escenario de caos y de
minimizar los esfuerzos para solucionar un problema histórico. Claro que
estamos luchando contra el Imperio, llámese EEUU o Elliot, cada vez que
intentan vulnerar la soberanía o avanzar sobre nuestros bienes. Y si para la diputada Carrió es un capricho
obedecer lo que establecen nuestras leyes, debería renunciar a su banca.
Para que no queden dudas de su
idolatría al país del Norte y la mirada colonizada que tiene del mundo, Carrió
sintetizó que Griesa "es un juez.
Los jueces americanos tienen la cultura de 'el que debe, paga'. Es otra cultura". Importante
destacar que dice ‘jueces americanos’, como
los yanquis se llaman a sí mismos. Y claro que es otra cultura, aunque no
merece ninguna idolatría, como si fuera
admirable el afán hegemónico invasivo que orienta las acciones de ese país.
Sin embargo, estos actores
políticos ya no se están oponiendo sólo al gobierno, sino a los intereses del país. Pero como no tienen nada que
proponer, más que desparramar estiércol a trochemoche, buscan las comparaciones
más estrambóticas. Y también dolorosas: “Cristina
no tiene inteligencia. Ha crecido con
esto como creció Galtieri. La dictadura genocida tuvo el máximo de
popularidad con Malvinas”, vociferó Carrió. Entonces, aparece en escena
esta nueva categoría política: la malvinización.
¿De qué se trata esto? "Esto es de manual –explica la
diputada- Cuando se están yendo, cuando
no tienen legitimidad, se mandan una guerra, una gesta patriótica”. No se puede ser tan irresponsable, tan
cruel con las víctimas de la dictadura, tan destructora de la memoria colectiva.
Esto no es una guerra ni tampoco es responsabilidad del Gobierno. Y Cristina ni ninguno de los presidentes democráticos
que hemos tenido merecen ser comparados con Galtieri. Sí tiene razón al
decir que estamos ante una gesta patriótica, ante un hito en la historia del
mercado financiero global. De no ser así, no hubiéramos recibido tantos apoyos
internacionales en este conflicto con los buitres.
A pesar de estas incongruencias
vomitadas por Carrió, el nuevo verbo
–malvinizar- circula por las bocas de los que no reciben buenas señales de sus
respectivos cerebros. Con lo que no cuentan es con la habilidad del
kirchnerismo para transformar las muletillas opositoras en conceptos propios. Y
tal vez malvinizar se convierta en un
desafío, en un nuevo faro que oriente
nuestros pasos. No en el sentido que le da la extravagante legisladora en
permanente ausencia, sino como una
defensa constante de nuestra soberanía en cada tema y en cada terreno. Si
es eso lo que estamos tratando de recuperar durante todos estos años.
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