El autor de estos apuntes está
convencido de que fueron sus cábalas las que resultaron efectivas para el
heroico triunfo del miércoles. Hay como 40 millones que afirman algo similar
pero, sin dudas, están equivocados. De cualquier modo, el lugar que alcanzó la Selección alimenta ya la pesadilla de los
agoreros. Mientras la prensa carroñera pergeña la manera de arrojar
estiércol, seguiremos festejando por un tiempo tamaña gloria. Porque ahora sí tiene sentido celebrar una
victoria en el Mundial, no como en aquellos tiempos en que el fútbol servía
como estrategia de distracción, cuando sólo nos ofrecían el circo pero restringían
los panes. Si en estos días todos anduvimos tarareando –hasta en soledad- la
famosa canción “Brasil, decime que se
siente…” no es sólo por bromear con nuestros vecinos, sino como festejo por
los escalones que estamos trepando. Los
colores de la camiseta no son los de un club, sino los de un país que se está
levantando de sus ruinas.
Ahora habrá que pensar las
cábalas para el domingo y de paso, destinar algunas para nuestro partido con
los buitres. Porque esos sí que son más peligrosos que la selección alemana y sus
goles producen más angustias. Encima, tienen un grupo de tareas –ATFA- para
golpear contra nuestro país. Como si fueran marines intelectuales –es un decir-
llegaron dos de sus integrantes, publicaron una solicitada mal traducida en
diarios afines y se reunieron con periodistas
adoradores de los que se oponen al gobierno, aunque sean lobistas extranjeros
que quieren succionar la riqueza argentina. Clarín, La Nación y El Cronista
fueron los diarios que dieron cabida a la mentirosa solicitada de estos
sicarios económicos. Algún inocente pensará que es por el dinero que representa
una publicación de esas características. No,
lo importante es sumarse a la campaña
para presionar al Gobierno Nacional y llevar al fracaso este proyecto de
recuperación en curso. Ahora no quedan dudas de que esos medios son
enemigos de los intereses de todos.
Robert Shapiro y Nancy
Soderberg son los operadores rentados por Paul Singer, uno de los litigantes y llegaron a nuestro país para ordenar a las
filas locales. La consultora Gunner & Asociados organizó un almuerzo de
prensa en un paquete hotel capitalino y ofreció a los pichones criollos manjares deslumbrantes, como faisán, caviar ruso,
guarniciones con nombres ostentosos y champaña Don Perignon, la favorita de
James Bond. El objetivo de los
manipuladores foráneos fue bajar líneas argumentales para que sean reproducidos
por los manipuladores vernáculos. Los periodistas de Clarín, La Nación, El
Cronista, Infobae asistieron gustosos al festín y se codearon con los
representantes de los que quieren poner de rodillas a nuestro país. Como debe
ser, en las puertas del Palacio Duhau Park Hyatt se reunieron militantes de
organizaciones sociales y políticas con carteles donde podía leerse “Patria o buitres” y “Fuera buitres de Argentina”. Algo
auspicioso: ningún político de la
oposición asistió al encuentro –dentro o fuera del hotel- ni presentó proyecto para declarar ilustres a los oscuros visitantes.
Algo alarmante: tampoco se pronunciaron ante esta invasión ideológica. En
realidad, están preocupados por mordisquear las pantorrillas de Boudou y eso no
los deja pensar en otra cosa.
El
partido que se viene
El problema no es que vengan,
sino lo que quieren. Desde hace un tiempo, están presionando desde medios de
comunicación internacionales para que Argentina se someta a la angurria de los especuladores que compraron bonos en
2008, tres años después de que el gobierno de Néstor Kirchner haya llegado a un
acuerdo con los tenedores de deuda. Para que quede claro, los fondos buitre no nos prestaron nada sino que adquirieron deuda en default por 48 millones de dólares y
ahora reclaman casi 1500. En 2010, cuando CFK y el Congreso reabrieron el
canje, se sumaron más bonistas de buena fe, pero ellos no. En ningún momento aceptaron las condiciones de negociación y a
pesar de eso cacarean a los cuatro vientos que el gobierno argentino no quiere
negociar. Ellos no buscan negociar, sino
presionar para que nuestro país se someta a sus pulsiones avarientas.
Para acomodar mejor las piezas, hay que sacar del
tablero el tan amable término ‘negociar’ y sus derivadas. Nuestro país ya negoció en 2005 con los bonistas en default y de allí
surgió una ley aprobada por el Congreso. La posición argentina está
condicionada al cumplimiento de esa ley y a evitar que la reestructuración de
la deuda se desmorone y desmadre la economía local. No existe mucho margen para negociar sin traicionar a los que se
sumaron de buena fe al canje. Los buitres tienen como única ley su
destructiva avidez y su legitimidad está basada en la prepotencia. Negociar, para ellos, es ordenar lo que
debemos hacer, por más que de eso resulte un descalabro financiero. Por eso
la palabra ‘negociar’ incomoda el análisis.
Como no tienen derecho ni razón, sus descabelladas demandas no deben tener
cabida. Sólo son una minoría que, con sus exigencias angurrientas,
afectarán, sin dudas, a la mayoría. Sus gritos desencajados no deberían tener
eco y menos en nuestro país. Quienes brinden espacio a sus insostenibles y caprichosos
argumentos sin cuestionarlos, deberían
ser considerados traidores, porque están amplificando la voz del enemigo.
Por más que sea un juez el que nos quiera condenar
a la ruina, tenemos que resistir esta arbitrariedad que pisotea nuestra
soberanía. Y si ellos especulan, nosotros tendremos que seguir su ejemplo.
Evaluar, por ejemplo, qué sería más
perjudicial, si obedecer las órdenes imperiales o ignorarlas en beneficio de nuestra
dignidad. Y subsistencia, porque ya sabemos lo que nos pasa cuando caen
semejantes garras sobre nuestra vida. Nada
puede ser peor que lo que nos ha ocurrido en los tiempos del sometimiento a los
carroñeros. Además, esta causa no sólo es nuestra. Muchas naciones
soberanas han manifestado su apoyo y considerado un despropósito el fallo de
Griesa.
Para reafirmar este camino, debemos patear el tablero porque el juego está amañado. El nuevo
siglo nos exige seguir arruinando las vacaciones de este magistrado en retirada
para desterrar a estas voraces fieras. En el mundo que se viene las reglas del
juego deben surgir del Poder Político y no del Económico, porque son las mayorías las que deben beneficiarse. La desigualdad
es el resultado de la avaricia de unos pocos. Entonces, para alcanzar la equidad, de una vez por todas deben empezar
a perder. Y éste es el momento.
Si nos ponemos firmes, ganamos por goleada. Ya lo
estamos demostrando con la campaña de la Selección en el Mundial. Los muchachos parecen gigantes cuando hay
40 millones detrás, coreando el Himno y agitando las banderas. Si esa
demostración de fortaleza traspasa las fronteras de este apasionante deporte, no habrá buitre que se anime a darnos un
picotazo ni juez que se atreva a golpear su martillo para dictaminar nuestra
extinción.
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