Por muchos motivos nuestro país
ha logrado una ineludible visibilidad en estos días. Lo más pintoresco es el
protagonismo en el Mundial de Brasil. Algunos
dirán que los alemanes se alzaron con la Copa, pero la Selección empató el
partido. Sin dudas, estamos en problemas con la Justicia Imperial. A pesar de la derrota, en las distintas plazas
del país, hubo muchas banderas que decían “Simplemente
gracias” y eso emociona. Pero, además del heroico papel de los jugadores, la efusión de la hinchada inundó los
estadios tanto física como espiritualmente. Convertir el Sambódromo en un
tangódromo –al menos, temporalmente-, poblar Copacabana con cánticos teñidos de
celeste y blanco y deambular por la playa como si fuera una Mar del Plata
carioca en plena temporada es lo que los
medios internacionales más han destacado en esta Copa del Mundo. Los más de
100 mil argentinos que se trasladaron a los estadios en que se jugaban los
partidos no huyen de la dictadura K, sino que evidencian que no estamos tan mal
como insisten algunos. Un relato que resulta falso desde varios puntos de
vista. El otro asunto que coloca a Argentina en una marcada centralidad es el
conflicto con los buitres, algo mucho más grave, aunque no tan peligroso como
aparenta. Como la razón está de este
lado, sólo hay que esperar que el enemigo, de tan enloquecido, dé algún paso en
falso.
O por lo menos que graznen
menos. Si hace unas semanas, Paul Singer exigía un pago en efectivo, los
voceros que llegaron a hacer lobby con los caranchos
locales ahora incluyen la
posibilidad de aceptar bonos. La firmeza de la posición argentina y los
apoyos internacionales recibidos han hecho agachar la cabeza al carroñero. No
mucho, pero la jugada maestra de
depositar los fondos para los bonistas puso en jaque a la arbitrariedad del
juez Griesa, que debió interrumpir una vez más sus vacaciones en Montana para
dar una orden de consecuencias gravosas. El Bank of New York, rompiendo su
papel de entidad pagadora, retiene el
dinero de los bonos del canje más allá de toda legalidad y lógica, lo que
puede traer nuevos dolores de cabeza para el imperial magistrado.
Esto, además de haber
interpretado de manera forzada la cláusula pari
pasu, que exige igual pago a todos los acreedores. Pero hay una ilegalidad
más cometida por Griesa: la omisión de
la doctrina Champerty, establecida en la sección 489 de la ley del Poder
Judicial de Nueva York. Esta doctrina prohíbe la compra de deuda en default con
el objetivo de litigar en la jurisdicción de Wall Stret. Un poco más claro: lo que hizo Paul Singer no está permitido
en los tribunales de Griesa, porque compró bonos de deuda colapsada no para
obtener una ganancia con el canje, sino para reclamar mucho más. Tanto la razón
como la ley están de nuestra parte. Lo
único que nos patea en contra es un sistema judicial alineado sin disimulos con
estos intereses minoritarios y destructivos.
El
partido interior
En
casa también tenemos conflictos similares. Mientras periodistas opositores
insisten con la fábula de que los jueces obedecen al Gobierno, la realidad muestra, una vez más, que
mienten con descaro. La cautelar que frenó durante cuatro años la LSCA, la
que protege al diario La Nación de pagar lo que debe a la AFIP, la que frena la
expropiación del predio de la Sociedad Rural en Palermo, el anticonstitucional
veto de la Corte Suprema a la ley de reforma del Concejo de la Magistratura
inducen a pensar lo contrario. Y hay mucho más, por supuesto. El poder patricio de algunos jueces se ha
puesto la camiseta opositora y hace lo imposible para debilitar a CFK y su
equipo. El golpe más duro es el del procesamiento al vicepresidente Amado
Boudou, que se sumerge en la
incoherencia de seguir las fantasías domingueras de un periodista mutante. El
juez Ariel Lijo se ha convertido en un emblema para los opositores y en una
figura estelar de la embajada estadounidense.
Y,
con buenos vientos, se transformará en un nuevo destituido. No por venganza, sino como castigo por obedecer la impronta
destituyente orquestada por las corporaciones, dejando de lado cualquier
sentido de justicia. Y por dar argumentos a los desorientados políticos de la
oposición que, como no saben qué proponer para el año que viene, se enganchan
en cualquier anzuelo con forma de micrófono. El inconsistente procesamiento de
Boudou les sirve para poner en juego sus mejores dotes actorales ante cada
sesión del Congreso. Insuflados por inexistentes aires republicanos, exigen
renuncias y licencias sin tener en cuenta que, además de la presunción de
inocencia, los tiempos judiciales son
por demás de laxos y su eficacia, dudosa.
Mientras
siguen lloviendo deslegitimaciones y mentiras sobre CFK y su equipo, mientras
hablan de aislamiento y fin de ciclo, las cosas siguen funcionando más o menos
bien. O al menos, mucho mejor que en las décadas anteriores. El
presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin estuvo el sábado en Buenos
Aires para confirmar una alianza estratégica de inversión, desarrollo e
intercambio comercial. Este fin de semana llegará el presidente chino Xi
Jinping pero antes, La Presidenta viajará a Fortaleza para sumarse, juntos con
los miembros de la UNASUR, a la cumbre de los BRICS. Tanto China como Rusia apoyan el ingreso de Argentina a este
reciente bloque multilateral que promete modificar el orden mundial
establecido después de la Segunda Guerra.
Ahora
que ha terminado el Mundial, la agenda informativa retornará a su cauce normal.
Las bombas de estiércol con forma de
titulares volverán a ser el alimento cotidiano para una parte del público,
manipulado, confundido y odiador. Mentiras y desmentidas se entrecruzarán en
una patética coreografía con desigual alcance: algunos sólo acceden a las espasmódicas
volteretas de la prensa hegemónica. En fin, lo de siempre. Unos fabulan, otros
exageran. Unos preparan un funeral y los
otros pergeñan la resurrección. Unos se esfuerzan en demostrar que todo es
un desastre y los otros dicen que andamos por el camino correcto; no es la
histórica frase del Infame Riojano, “estamos
mal, pero vamos bien” sino “estamos bien y vamos a estar mejor”.
Como
pasó con la Selección: no es la primera, sino la segunda; el planteo no ha sido
perfecto, pero es perfectible; comenzó con flojedad y fue conquistando
fortaleza; arrancó como una suma de individuos y terminó como integración de
sujetos. Quizá la principal moraleja
ronde por la garra, el compromiso y la construcción de un colectivo. Tal
vez pase por sentir los colores más allá del partido. De esto puede surgir no
sólo una nueva manera de pensar el fútbol, sino
el país en su conjunto. Los chicos que practican en serio este deporte
sueñan con cruzar el charco y coronarse en algún club europeo, como los
intelectuales del siglo XIX, que convertían ese viaje iniciático en una tarjeta
de presentación para acceder a la sociedad criolla. Un resabio de la colonización que todavía persiste y dificulta la
construcción del país que nos merecemos. Como los brasileros que festejaron
la victoria del equipo que los había humillado, muchos argentinos miran al Norte con una especie de amor platónico
destructivo. Y bueno, estamos en construcción y las contradicciones son
admisibles. Al menos, por un ratito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario