Desde
que se anunció el envío del proyecto para reflotar la tan pisoteada ley de
Abastecimiento, los popes del
empresariado están bastante alterados. Como no se puede impedir que lloren,
al menos habría que exigirles una explicación del motivo de sus lágrimas.
Claro, se la ven venir. A la hora de justificar las subas escandalosas en el
precio de los productos, quedará en
evidencia el latrocinio que significa la tasa de ganancias en la cadena de
comercialización. Sobre todo, aquella que proviene de los que ostentan una
posición dominante en el mercado. Como
cualquier grandote, abusan de su poder y es hora de ponerles un límite. La
Asociación Empleados de Comercio de Rosario difundió los resultados de un
estudio que revela los desproporcionados aumentos en algunos productos a lo
largo de tres meses. “Encontramos una
remarcación de precios obscena, vergonzosa, de entre un 50 y casi un 300 por
ciento”, señaló Silvana Crocci, de AEC. Si los empresarios están descontrolados y producen estas distorsiones,
que no se quejen si el Estado quiere reprimir tanta angurria.
Lo
que indigna es que algunos exponentes de la oposición salgan a
defenderlos, a sabiendas de que no
tienen razón. Obsecuentes como siempre con el Poder Fáctico, argumentan que se
disparará la inflación, que no habrá inversiones, que se incrementará el desempleo.
No resulta creíble que digan que con la aplicación de esta ley la actividad
privada se verá perjudicada. Lo que se
verá perjudicado será el privilegio del que gozan para robar nuestros bolsillos
al ritmo de su descomunal avaricia. Que no hablen de la libertad de mercado
porque ellos la han convertido en un libertinaje
de piratas. Si tuvieran vergüenza, apoyarían en silencio la nueva ley y
tratarían de adaptarse a la convivencia democrática y responsable. Pero como hasta la vergüenza han fugado y
descansa junto a millonarias cuentas en el extranjero, patalean como doncellas
ultrajadas.
Como
siempre, el peor, el más cínico, es el presidente de la SRA, Luis Etchevehere,
cuando afirmó que “este proyecto pretende
institucionalizar y profundizar los
mecanismos de intervención que venimos viviendo los productores hace varios
años”. Intervención que les ha
permitido acumular, especular y evadir como nunca. Los ciudadanos
deberíamos exigir a estos personajes que exhiban la evolución de sus fortunas
en estos años antes de coronarlos como voces
autorizadas. Y de paso, promover una
ley que multe el caradurismo flagrante, porque ya está haciendo mucho daño.
Con
una ley así, evitaríamos soportar al infame Domingo Cavallo que pontifica sobre
las bondades de su modelo económico desde cualquier letrina. Y ya que estamos,
todo el mundo está cuestionando a quienes lo agredieron con insultos y huevos y
está bien que así sea. Pero la
responsabilidad de un hecho como éste es de los jueces que llevan la causa del
Megacanje porque se están tomando demasiado tiempo. Como en el caso de
Papel Prensa, los magistrados deben estar esperando que los imputados mueran
impunes. Y esto es una enorme
provocación. También lo es que canales y radios lo entrevisten y algunas
instituciones lo convoquen como si fuera un sabio ilustre. Cada vez que
apareció Cavallo en escena ocasionó desastres en nuestra vida cotidiana. Un poco de respeto por todo el dolor que
desató en el pueblo argentino es lo menos que podemos pretender.
Una
ley así –la del caradurismo- no tendría demasiado apoyo porque definir esa
práctica resulta dificultoso. Pero nadie
puede dudar sobre la existencia de los caraduras. Y encima tienen voz.
Máximo Fonrouge, titular del Colegio de Abogados de la CABA, afirmó en el
Senado que “Brasil, Uruguay, Chile no
tienen tanta animosidad contra las empresas y tan mal no les va”. Pero allá no debe haber empresarios tan
voraces como los nuestros, que multiplican sus ganancias a costa de succionar
nuestros salarios. Como no se puede erradicar con ninguna normativa, el
caradurismo abunda en todos los que se oponen al proyecto de la llamada ley de
Abastecimiento y Defensa del Consumidor.
El porqué de una medida
Una
regla de oro que hemos aprendido en estos tiempos: cuando los sectores más
concentrados de la economía se incomodan ante una iniciativa, hay que seguir adelante porque ahí está la
clave para solucionar un conflicto. El informe de la AEC de Rosario sugiere
que una ley que ponga freno al descontrol de los precios no sólo es necesaria
para cuidar los bolsillos del consumidor, sino
que es imperiosa para neutralizar una peligrosa herramienta de
desestabilización. ¿O qué otra cosa es una tasa de ganancia que se proyecta
a más del 200 por ciento en los productos de la canasta familiar? Y que no vengan a hacer comparaciones con otros
países porque pierden como en la más desigual de las guerras.
En
Europa y en EEUU la remarcación sobre el valor de compra se ubica entre el 7 y el 9 por ciento. Un ejemplo puede ayudar a
comprender mejor el hurto que nos espera en las góndolas del súper. El litro de
leche Sancor tiene un valor de compra de 10,15 pesos. El Coto lo vende a 15,35
(51,23 por ciento), Carrefour a 15,99 (57,54), Jumbo a 15,39 (51,63) y Libertad
a 15,60 (53,69). Si la ganancia fuera
como la de los países siempre citados, lo que pagaría el consumidor sería algo
más de 11 pesos. Entonces que no protesten si ya hemos descubierto el abuso
que practican a diario y el Gobierno quiere poner límites.
Y tampoco agiten fantasmas que no existen. “No
asustemos a la gente con que desde el Estado se busca perjudicar a las empresas
–advirtió La Presidenta, desde la Bolsa de Comercio- Son leyes que existen en todo el mundo”. Desde hace mucho, la empresas concentradas generan inflación
con ganancias desmesuradas. En distintas ocasiones se les ha pedido responsabilidad,
pero están tan envilecidos que han hecho oídos sordos. Ni los acuerdos
voluntarios respetan, porque apelan a todas las trampas posibles para
boicotearlo.
Si hace falta una ley que ponga límites a
sus ganancias es porque los usuarios estamos padeciendo las consecuencias de su
avaricia. Y además, si el
país experimenta altibajos en la actividad económica es porque no invierten un centavo de lo que nos birlan. Sobre que
están subsidiados y gozan de algunas exenciones impositivas, nos amenazan con despidos y nos estafan con
los precios. Evidentemente, lo que nos sobra a los argentinos es la
paciencia. Y ya que nos han provocado, no sólo habría que controlar los
productos de primera necesidad sino todo lo que se comercializa en el
territorio nacional, desde un tornillo hasta un campo, porque el desenfreno no respeta ningún rubro. En una democracia, el bienestar de la mayoría está por encima
de los privilegios de una minoría. Eso es lo que debemos comprender para
construir un país más justo y equitativo.
Para consultar el informe completo de la Asociación Empleados de Comercio, entrar a wwwaerosario.org.ar
ResponderBorrargustavo muy bueno el informe
BorrarGracias Bruno. Abrazo enorme. Ayuda con la difusión, si te interesa.
Borrardale
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