No
existe buitre que pueda opacar la noticia de la aparición del nieto de Estela
de Carlotto. Todo lo que los agoreros
predican sobre la necesidad de echar un manto de olvido a lo peor de nuestra
historia se aniquila ante emociones así. Y pensar que hace pocos días, el
diputado del PRO, Sergio Bergman, aseguró que su jefe político no hubiera
bajado los cuadros de los dictadores Videla y Bignone. Mientras Macri no tenga oportunidad de restituirlos al lugar que no
merecen, cada vez tendremos más futuro. Después de 37 años de búsqueda,
Guido aparece para iluminar el sendero de recuperación de muchas cosas que
estamos transitando. La nueva pieza del rompecabezas que empieza a mostrar un
dibujo más completo. Ahora no hay confusión posible: en la imagen aparecen los monstruos que sembraron las más infames
atrocidades, sus nefastos e impunes beneficiarios y los apologistas de hoy,
cada vez más solos y enfurruñados.
Por
unas horas, los muchachos de TN y sus satélites suspendieron las expresiones
constipadas y destinaron sus cacerolas
mediáticas para improvisar un guiso de tímida felicidad. Hasta dicen que Jorgito dejó de lado la búsqueda de
alguna bóveda que involucre a Guido. Pero sólo por algunas horas, no nos
ilusionemos tanto. De patriotas, no tienen nada. Y los buenos sentimientos se escaparon hace mucho de esas usinas de
estiércol. Podrán simular, pero ya no les creemos. Que se dediquen a hacer
lobby a favor de los buitres, que en eso son mejores, aunque ya no tan eficaces.
Una
tarde cualquiera se convirtió, para todos, en un día memorable. El 5 de
agosto volvió a nacer Guido Montoya Carlotto, después de 37 años de parto.
Lágrimas incontenibles fueron las guirnaldas de recepción, como valiosos diamantes
colgados de los rostros. Ni rencor,
venganza ni rabia. “Ya tengo mis
catorce nietos conmigo” dijo Estela en la conferencia de prensa, con la
calma de siempre. “No quería morirme sin
abrazarlo”, agregó para la historia. Y otra más, que inundó los ojos de
millones: “para darle los besos que tengo
guardados desde hace tantos años”. Todavía quedan casi 400 nietos sin sus
abuelas con edad suficiente para salir a buscarlas.
Pero
no todos alientan estos pasos ni los celebran. Algunos simularán y recitarán
alguna frase de ocasión para salir del paso y segundos después, antes de que
los micrófonos se retiren, volverán a los
dicterios que les garantice un lugar en los estudios televisivos. Otros,
reprimirán resentimientos y prejuicios, callarán pedidos de amnistía y
pacificación, dejarán en el congelador la memoria
completa y tratarán de dibujar una demagógica sonrisa. Un límite que no pueden cruzar, que los deja para siempre del lado de
la oscuridad.
Otra
vez nuestro país aporta un suceso al mundo: si durante unas semanas la
contienda con los buitres nos colocó en los titulares, el nieto 114, el de
Estela, el hijo de Laura tan buscado, nos dio una mayor notoriedad. En los dos casos, estamos haciendo historia.
Desde el retorno a la Democracia, la construcción de la Memoria se transformó
en una bandera, en un valor para la mayoría. Por eso somos millones los que tenemos un nuevo nieto.
Y
también somos millones los que comprendemos que resistir a los picotazos
carroñeros no sólo es construir futuro, sino profundizar nuestra memoria. Porque el episodio de Guido no es un
hecho aislado, sino una pieza del plan
para apropiarse del país, para someternos a una sangría eterna. Los buitres
nacieron en esos tiempos y los pajarracos locales prepararon el terreno,
desapareciendo a mansalva, destrozando familias, desarmando ideologías. Los noventa no necesitaron dictaduras para
profundizar el saqueo, sino mucho cinismo, éxito esporádico y farándula
política.
Ahora
que empezamos a tener Patria no es momento para la distracción. El retorno de
Guido, en medio de esta batalla contra las corporaciones, debe fortalecer nuestra resistencia. Uno más de este lado,
seguramente. Estela confesó que hay una valija llena de remeras destinadas a
ese nieto tan buscado. Entre ellas, debe estar la celeste y blanca, planchada y
reluciente, lista para lucir en su pecho
y continuar este partido que terminará en victoria, a pesar de todas las
trampas, tanto de adversarios como de árbitros, que pongan en la cancha.
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