Patético que algunos operadores
disfrazados de ciudadanos comprometidos
sigan insistiendo con convertir en
estatua a alguien que fue casi un tránsfuga. Y lo seguirá siendo porque si bien
un muerto no puede defenderse, tampoco
podrá revertir su funesta trayectoria. Un par de fotos fiesteras y algunos datos sobre su avidez bastan para desmoronar a ese personaje que trataron de presentar
como ilustre. El fiscal rodeado de chicas conforma un cuadro que no debe
tomarse a la ligera. Esas mujeres con poca ropa y poses provocativas no estaban
así porque Nisman les caía bien, sino
porque había plata de por medio. Un funcionario judicial que avala el
comercio sexual –y esto sin moralinas- no le hace muy bien a la lucha contra la
trata de personas. Si su accionar en la investigación del atentado a la AMIA
hubiera aportado a su esclarecimiento, esas fotos serían una insignificancia de
mal gusto. Pero en todo este tiempo sólo produjo la nada; en realidad, lo único que salió de su trabajo fue la insostenible
denuncia contra la presidenta, el canciller y el diputado. Entonces, ¿qué
están reivindicando del fiscal?
Como si conformaran un quinteto del mal humor, Nelson Castro,
Santiago Kovadloff, Sergio Bergman, Laura Alonso y Patricia Bullrich trataron
de emular el éxito del 18F sin obtener más
resultado que una decadente parodia. Como si nada hubiera pasado en un mes,
sus discursos apuntaron a lo mismo. O peor: falsedades, escaso público y casi
nulo fervor. Un fracaso destituyente más.
Sin temor al papelón, Kovadloff declaró estar ahí “para que la verdad no se convierta en un desaparecido más”. Tantos errores conceptuales y éticos en
pocas palabras no hablan muy bien del filósofo del establishment. El
periodista Nelson Castro, exhibió su obsecuencia al calificar la muerte de
Nisman como magnicidio institucional, a
tono con los exagerados intentos de Arroyo Salgado. Pero el más ridículo de los
tres fue el rabino Bergman al advertir que “nos quieren meter miedo” y exultante, anunció que “el próximo 18 nos volveremos a ver”. Tal
vez en un barcito de la zona, café de por medio. Las diputadas Bullrich y
Alonso no abrieron la boca, para no
convertir la parodia en una desopilante comedia.
Si algo le faltaba a este episodio es la
pretensión de continuidad histórica.
En la soledad de la plaza Lavalle, ese medio
centenar de manipulados forjó un colectivo con aspiraciones fundacionales:
Memoria Nisman. Si ésta es la idea, que no se quejen cuando salgan a la luz
más trapisondas de este oscuro personaje que consideran un héroe, más por necesidad que por veracidad. Esto
demuestra una vez más que ya se sienten derrotados antes de ingresar a la
cancha porque aferrarse a la estampita de Nisman sugiere desesperación.
Aventuras
explosivas
Los que blanden a Nisman no son
los únicos desesperados. El sábado pasado, los radicales debatieron
acaloradamente, pero no sobre el proyecto de país que propondrían a la sociedad
sino qué tabla de salvación elegirían
para ocultar la decadencia de sus dirigentes: si al menguante Massa o al
cínico Macri. Después de muchas horas de discusión, eligieron al que no tardó en demostrar que es la peor opción, no
sólo para ellos, sino para el país en su conjunto. Los boinas blancas demostraron su justificado enojo en las calles, con
recordatorios poco amistosos para los familiares de Ernesto Sanz. Si soñaba con
una ovación de las multitudes, deberá
esperar su próxima vida, porque en ésta sólo merecerá el repudio.
Encima, el Alcalde Amarillo
comenzó a exhibir su desprecio triunfalista mucho antes de las PASO. No pudo esperar hasta agosto para demostrar
su voluntad traicionera. Con su habitual descaro –que algunos confunden con
sinceridad- Macri descartó la posibilidad de un gobierno de coalición, lo que significa que el que pierda en las
primarias no conseguirá ni un miserable puestito. “Yo no voy a hacer un gobierno condicionado ni integrado de una manera
forzada”, explicó en estos días. Si lo hubiese aclarado antes, la decisión
de Gualeguaychú hubiera sido otra. Pero no, lo dijo después para que quede en claro su perfidia. “Acá vamos a competir y el que gana es el
que va a conducir y a armar su gobierno y pedirá o no colaboración. Esos son
los términos en los cuales lo hemos planteado”.
Sanz todavía tiene tiempo para
deshacer este entuerto y sobran los motivos para intentarlo. Si no lo hace, el colectivo radical tendrá todo el derecho
de condenarlo al ostracismo. Confusión o mentira es lo que el presidente de
la UCR presentó como argumento en esa ardiente
convención. “Macri entró en abierta contradicción con las palabras
pronunciadas por Sanz para justificar una alianza con el PRO”, reprochó
Ricardo Alfonsín. “No creo que los
radicales acompañen a Macri para que los represente”, auguró Julio Cobos,
el experto en traiciones.
Además de estas discusiones de cartel, ya comenzaron los chispazos ideológicos.
Con mucha seguridad, el dirigente amarillo prometió que al día siguiente de
asumir la presidencia liberará el dólar,
como corresponde. El único que celebró esto fue Cavallo,
un salvavidas de plomo para el
macrismo. Ni sus asesores económicos avalaron tamaña bestialidad, que habilitaría la especulación, el vaciamiento
y traería nefastas consecuencias para los más vulnerables. Cobos y Sanz
salieron a cuestionar esta declaración, lo
que evidencia que no coinciden en nada, salvo en derrotar al kirchnerismo.
Por si algo faltaba en este
circo electoral, irrumpió en la pista la diputada Carrió. “La gente me pidió República –recordó- ahora guarda con lo que van a elegir”. Después de recomendar a los
electores “que sean inteligentes”, amenazó
con que, en caso de no resultar elegida,
abandonará la política para siempre. Y para asegurar su victoria, comenzó a disparar dardos sobre sus recién
estrenados aliados: “a diferencia de
Macri o del radicalismo, yo no me financio con grandes empresarios”. Si
este cóctel explosivo sobrevive hasta agosto, será un milagro de la no-política.
Más allá de lo divertido que
puede ser este sainete electoral, hay
que tener en cuenta los peligros que encierra. Sin tapujos, Macri promete ser un gerente de los
empresarios que asistieron a su carísima cena de campaña. La libertad para
el dólar no será en beneficio de la mayoría sino para la especulación de la
minoría y las inversiones que asegura tendrán las características coloniales de los noventa, con restricción de
los derechos laborales incluida. El
Alcalde Amarillo es más peligroso que la mordedura de una serpiente. El
histrionismo mediático de Carrió y la estructura nacional del partido
centenario se han puesto al servicio de
un enemigo del bienestar colectivo. Que se hagan cargo del monstruo que
están potenciando por anti-kirchnerismo ciego. Una felonía de perniciosas consecuencias para el futuro de casi todos.
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