Una
vez más, un fallo judicial nos conduce a
planificar la justicia del futuro. Aunque la sentencia es del año pasado y
una parte de la discusión involucre apenas una diferencia de tres años en la
pena, es imperioso reflexionar en estas cosas. Un castigo mínimo, una minucia
en comparación con el tamaño del delito. Un
disparate que el abuso sexual de un niño de seis años se castigue con tan poco.
Pero lo más grave es que los argumentos presentados por los jueces para aliviar
la prisión del abusador suenen tan bestiales. A esta altura de la vida, que estos
magistrados consideren a la víctima en colaboración con el victimario, que se
busque al menos una excusa en la vejación, no
puede interpretarse más que como una renuncia al cargo que ocupan. Que no
se quejen si gran parte de la sociedad los repudia. Que no se escuden en la interpretación
de las leyes o en la independencia de los poderes. Que no se asombren por nuestra
indignación si han desafiado, una vez
más, nuestra paciencia.
Aunque
el caso ha trascendido en la opinión pública, siempre es adecuada una síntesis
antes de comenzar a evaluar un hecho. Los jueces Benjamín Sal LLargués y
Horacio Piombo redujeron de seis a tres
años la condena de Mario Tolosa, vicepresidente de un club de Vicente López
en un caso de abuso sexual a un menor. No
fue un “abuso sexual ultrajante” sino
simple porque no había producido “un torcimiento del desarrollo sexual del
menor”. Según esta atroz
sentencia, el niño de seis años ya había elegido ser gay y por lo tanto, no es
un ultraje que un adulto lo haya violado. Y lo explican con una erudición que
asquea: “es claro
que la elección sexual del menor, a pesar de la corta edad, a la luz de los
nutridos testimonios de sus próximos, ya habría sido hecha”, de acuerdo “a
las referencias, a la recurrencia en la
oferta venal y al travestismo”. Hasta parecen decir que ellos mismos
hubieran sucumbido a los “encantos
del nene”.
En primer lugar, una violación siempre es un ultraje, más allá de la elección sexual de
la víctima. De todas las maneras como se piense el hecho, implica el
sometimiento de la voluntad del otro. Uno
obliga al otro a que haga lo que no quiere. El desequilibrio de poder se
redobla cuando un adulto doblega a un menor. Y después, pensar que un niño de
seis años ya tiene decidida su sexualidad sugiere demasiada ignorancia. Pero, aunque
así fuese, no puede atenuar el hecho de la violación. Más aún, aunque el niño se haya insinuado al mayor, el delito sigue existiendo.
El desafío por venir
Sin dudas, los jueces están comenzando a ser un
problema. Muy seguros se sienten en sus
cargos, al punto de no necesitar nuestra aceptación. Los políticos, siempre
tan denostados –a veces justamente- deben, cada tanto, seducir al electorado
para seguir en carrera. En cambio, algunos jueces pueden hacer lo que se les
antoja pues, además de la perpetuidad de
la que gozan, es muy engorroso sancionarlos. Tal vez habría que simplificar
los mecanismos para revisar la trayectoria de un magistrado o incorporar formas de evaluación periódica
con participación ciudadana; que deban revalidar sus puestos cada cinco
años y que eso no incluya sólo sus sentencias, sino la celeridad de su actuación y el número de casos abordados.
De esa manera, dejarán de ser un supra poder, dejarán de estar por encima de
los otros dos poderes, que son
precisamente, los democráticos en serio.
Por primera vez en mucho tiempo, el futuro está en
nuestras manos. A nuestro alcance está la construcción de un nuevo país. Para
eso, la Justicia debe ser el objetivo. Una
nueva Justicia para nuestro nuevo país. Después la crisis de 2001,
comenzamos a comprender muchas cosas y desde 2003 despojamos de sus máscaras a
los más horrorosos rostros. El último
hormiguero a patear es ése: el Palacio de los Tribunales.
En el inicio de la Semana de Mayo, La Presidenta nos
recordó una bandera: la de los DDHH, de estrecha relación con la administración
de Justicia. A comienzos de año, la
Corte Suprema nos sorprendió al vedar la posibilidad de castigar a los
torturadores de los Héroes de Malvinas. En los meses subsiguientes, nos
siguió sorprendiendo. Ahora, casi que nos provocan asco. De ahí para abajo, la
funcionalidad de algunos magistrados y fiscales a los intereses del Poder
Fáctico resulta vomitiva. No es
casualidad que Cristina haya decidido comenzar allí los festejos patrios, en la
ex ESMA, que debería ser capital mundial de la memoria.
En ese escenario, CFK escribió la primera página de
su legado: "somos un ejemplo en el
mundo en materia de derechos humanos, defendamos
ese papel que es patrimonio de la Argentina, no de un gobierno". Claro,
que lo que debemos defender no sólo es la Memoria, sino su interacción con el presente, imprescindible para garantizar el
futuro. La Justicia necesaria es la que reguarde los derechos de todos,
tanto de los ex combatientes como de un niño de seis años. Lo otro, es puro simulacro.
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